
El ser humano en su afán por dominar el entorno donde vive tiende a ocupar densos aglomerados urbanos, que cada vez serán de mayor tamaño con el paso del tiempo. Desde hace varios milenios la especie humana ha estado encaminada a modificar sus pequeños asentamientos de residencia en grandes ciudades, a través de adaptaciones biológicas y culturales, que le permiten asegurar su futura existencia. No es la excepción en la historia de los habitantes de la parte baja del río Bravo; quienes desde hace 219 años se asentaron en las márgenes de la derecha del río Bravo, al trasladar un reducido asentamiento urbano conocido como la villa de Reynosa. El conocimiento de su origen urbano es clave para entender el proceso de desarrollo que le ha llevado a convertirse en una compleja ciudad moderna.
La urbanidad para las poblaciones del Continente Americano proviene de conceptos adoptados principalmente de la época del colonialismo español, francés, inglés y portugués. Tanto el primero, así como el segundo asentamiento de la villa de Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa, fueron fundados bajo las ordenanzas utilizadas para la urbanización de los nuevos asentamientos por la Corona Española, publicados en “Recopilación de Leyes de las Indias” en 1680. Estos conceptos urbanísticos aplicados en la Nueva España venían de la experiencia adquirida durante el Medievo en la Península Ibérica y que a su vez tenían su origen en las antiguas tradiciones europeas greco-romanas.
LA TRAZA 1802
Los orígenes de la traza urbana de la actual ciudad de Reynosa se remontan en el tiempo al cambio de sede que sufrió la villa de Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa en 1802. El 14 de marzo de 1749, la primera villa con este nombre, había sido fundada aproximadamente a veintidós kilómetros río arriba por el capitán Carlos Cantú, en forma algo improvisada, pero con la anuencia del coronel José de Escandón. Ese primer sitio quedó en medio de una de las curvas o meandros del río Bravo, exponiendo a su población a las crecientes anuales que se presentaron desde 1751. Aunque fueron varios trámites y los sitios seleccionados para el traslado de la antigua villa durante el siglo XVIII, el último y definitivo proceso legal ante el virreinato se realizó entre 1799 y 1803. El traslado a la loma de San Antonio, propiedad de los descendientes de la familia de Juan Antonio Ballí, fue acelerado por una grave inundación acontecida en los terrenos del primer asentamiento, entre el 26 de junio y el 4 de julio de 1802.
El Fiscal de lo Civil del virreinato, al tener noticias en México de este inesperado traslado por la inundación, promovió el 25 de agosto de 1802 que se procediera al arreglo de la nueva población como lo disponía y prevenía la “Recopilación de Leyes de Indias.” En su libro cuarto, título séptimo, en una forma generalizada las ordenanzas dimensionan los tamaños que deberían tener la plaza, calles, casa consistorial, iglesia y solares para los vecinos. Además, en uno de los puntos indicaba la selección de tierras comunales, conocidas como el “ejido” de la villa, utilizada por los vecinos para sus cultivos y ganados. Los terrenos del ejido se medían desde el centro de la plaza, extendiéndose por una legua (4.19 km) hacia cada punto cardinal. El ejido de la villa cubría un cuadrado de 8.38 km. por lado, donde actualmente se encuentra parte de la moderna traza urbana de la ciudad.
La traza de la nueva población partiría de la Plaza de Armas (actual Plaza Miguel Hidalgo), con una orientación colindante por cuatro calles, alineadas por los puntos cardinales. Contiguo a la calle sur se escogería la manzana donde se centra el solar para la casa consistorial o palacio de gobierno. El solar propicio para la iglesia se escogió en la parte central de la manzana, quedando en la parte oriental.
Los principales vecinos y promotores del traslado ocuparían los solares inmediatos a esta plaza. Los lotes en la manzana norte los adquirieron los vecinos José Narciso Cavazos y don Antonio Domínguez, hijo de Doña Gertrudis Ballí y nieto del antiguo dueño de la loma de San Antonio, Juan Antonio Ballí. En la manzana sur, al lado oriente de la casa de gobierno se ubicó la propiedad de Don Manuel de la Fuente, uno de los españoles que participaron con el bando realista durante los primeros años de la Independencia de México. Por el lado poniente de la casa de gobierno, el solar fue habitado por Don José Hinojosa.
En contra esquina, en el solar la manzana poniente, se ubicó la propiedad de Rosa María de Hinojosa, hermana de Don José y esposa del difunto don José María Ballí. Esta propiedad fue heredada posteriormente a su hijo, el cura Nicolás Ballí, quien fuera el propietario original de la Isla del Padre, en el actual estado de Texas. La propiedad contigua, perteneció a Estanislao Domínguez, hermano de Antonio y nieto de Juan Antonio Ballí, mencionados anteriormente. La esquina norte de la manzana poniente perteneció a José Matías Gómez. Las propiedades por ambos lados de la iglesia pertenecieron a las familias Cavazos y Chapa.
Esta primera planeación urbanística tenía tan solo una extensión de dos cuadras a partir de la plaza de armas. El resto de los nuevos propietarios se encuentran como firmantes en la petición del traslado que encabezó José Francisco Ballí en mayo de 1799.
El crecimiento urbano desde la Plaza, eje neurálgico de la villa, fue lentamente esparciéndose hacia abajo de la loma de caliche. La plaza era el punto central de la administración gubernamental, religiosa, económica y social. Durante las primeras décadas de la nueva villa de Reynosa el paisaje urbano lo conformaban simples jacales de bajareque con techos de paja, incluyendo los de la Casa Consistorial y la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe. Las construcciones de sillares de caliche y ladrillo de barro cocido aparecerían después de la tercera década del siglo XIX.
NOMECLATURAS
De acuerdo con la Sección de Presidencia, Serie Solares y Labores del Archivo Municipal de Reynosa, las calles de la villa adquirieron sus nombres durante la segunda mitad del siglo XIX. Todas las calles que estaban orientadas de norte a sur o viceversa, eran conocidas por números. La calle 1ª era la actual calle Ocampo, la calle 4ª era la Juárez, la 5ª era la calle Hidalgo y así sucesivamente iba cambiando hacia el poniente. Esto era hasta llegar hasta a la calle Bravo, que desde entonces llevaba ese nombre.
Para entonces las calles orientadas de este a oeste, o viceversa, llevaban nombres de personajes de la historia de México. Las calles Aldama y Allende estaban en la parte norte del primer entramado del poblado, nomenclaturas que perduran hasta hoy en día. Por el lado sur en un determinado momento del siglo XIX la actual calle Pedro J. Méndez llevó el nombre del matamorense Manuel González, compadre de don Porfirio Díaz y presidente de México.
Una de las calles mencionadas del siglo XIX fue la Matamoros. Lo que es actualmente la calle Guerrero llevó anteriormente el nombre del primer emperador de México, Agustín de Iturbide. Curiosamente, la calle 6ª de Reynosa lleva el nombre de don Porfirio Díaz, son pocas con este nombre en las ciudades de México y no de mucha distancia.
Entre las primeras calles en recibir nomenclatura serían la Matamoros para 1890. De acuerdo con la Sección de Circulares y Decretos del Archivo Municipal de Reynosa, en 1900 el gobernador Guadalupe Mainero había indicado que se procediera a nombrar las calles y enumerar las casas de Reynosa. Pero esto no trascendió, ya que las calles no recibirían sus nomenclaturas hasta finales de 1923, en tiempos del alcalde Juan Ángel Guerra.
El 1 de enero de 1927, la villa de Reynosa sería elevada a la categoría de ciudad, bajo el decreto 259 de la XXIX Legislatura de Tamaulipas. Para entonces la traza urbana incluía aproximadamente 145 manzanas. La plaza Hidalgo había quedado descentrada en el nuevo crecimiento urbano, con el mayor crecimiento hacia el poniente y sur. Esto era debido a la cercanía que tenía la traza original con el curso del río Bravo hacia el noreste. En la parte sur poniente aparecería la primera colonia de la ciudad: la Bellavista. Empezaba una segunda etapa de urbanización fuera de su traza original.
En 1960 la traza urbana había avanzado hacia el sur hasta las cercanías de lo que es ahora la avenida Praxedis Balboa. El crecimiento de la ciudad quedaría en base a una nueva infraestructura desarrollada a través del Patrimonio Nacional y el Programa Nacional Fronterizo. Su urbanización se expandiría en abanico desde su centro; que paradójicamente fue la plaza el punto de partida de la urbanización de Reynosa, quedando en un ápice muy cercano al río Bravo, impidiéndole un crecimiento proporcional.