
Desde el 20 de marzo de 2003, cuando la nación más poderosa del mundo declaró la guerra en Irak y Afganistán en Oriente Medio, han acaecido cerca de 4 mil 500 soldados estadounidenses.
La mayoría estos jóvenes son enviados como “carne de cañón” y vuelven a la Unión Americana sólo para ser velados y sepultados por sus familiares.
Tal es el caso de Bradley Espinoza, quien cumplía su tercera incursión en contra de grupos disidentes y extremistas islámicos.
Especialista en aparatos explosivos, este ingeniero de infantería tenía planeado regresar en diciembre para pasar la Navidad con los suyos, pero la muerte se le adelantó.
Su cuerpo arribó en vuelo intercontinental al Aeropuerto de McAllen el pasado 28 de octubre, unos días después de que sus seres queridos recibieran la desagradable noticia de su deceso.
Alrededor de las 11:30 horas, tiempo de México, parientes y amigos se apostaron tras una malla para observar cómo bajaban sus restos varios oficiales del ejército, vestidos de gala. El féretro venía envuelto en la bandera de Estados Unidos.
El fallecimiento de Bradley, quien naturalmente dejó devastados a su esposa, hijos, padres y hermanos, llamó la atención porque de los 24 soldados muertos del Valle de Texas, gran parte son originarios de Alton, un poblado con apenas 4 mil 384 habitantes de acuerdo al último censo de la nación.
Unas pocas tiendas, un pequeño Ayuntamiento, un modesto Departamento de Bomberos y una falange de cruces frente a una calichera ubicada en la milla 5 y la calle Bryan (famosa porque hace ya varios años cayó en ella un autobús de transporte escolar repleta de niños) conforman el pueblo que ha estado manchado de tragedias.
La actividad económica de este sitio está basada en el cultivo de hortalizas y naranjas y su extensión territorial es de apenas 2 kilómetros cuadrados.
MUESTRAS DE SOLIDARIDAD
Alvaro Esquivel, veterano de la Guerra de Vietnam, fue uno de los muchos que acudió al recibimiento de los restos de Bradley.
Vestido de chaqueta, botas y pañuelo, aseguró que siempre siente un peso moral por sus paisanos muertos en hostilidades bélicas.
“Yo sé como la familia y los amigos de Bradley se sienten ahorita. Esto es para enseñarle al soldadito que vino el respeto que se merece. Nosotros nos juntamos para demostrarles que también estamos con ellos”, mencionó.
Con banderas en mano, don Alvaro y al menos una veintena de correligionarios (la mayoría de ascendencia inglesa) le hicieron pasillo a la carroza fúnebre que trasladó al militar extinto. Posteriormente montaron una caravana para seguirlo hasta una funeraria en el norte de la calle Conway en Mission, donde fue velado.
A lo largo del camino el cortejo fue observado por agentes de policía, empleados municipales y personas que esperaron el paso de Bradley para darle el último adiós. Su despedida fue como la de un héroe que ofrendó su vida y juró amor a la bandera de las “barras y las estrellas”.
Medios de comunicación de ambos lados de la frontera también cubrieron un evento que para el veterano Esquivel ha sido “triste y delicado”.
LA TERCERA FUE LA VENCIDA
Espinoza era una persona muy respetada en su comunidad y para su gente dejó un hueco muy difícil de llenar.
Afirman que le persuadieron para que desistiera en su intento de ir a la guerra, pero fracasaron. Era la tercera vez que este soldado realizaba tareas de milicia en Irak y Afganistán.
“Alguien tiene que pagar un precio por la libertad y desgraciadamente nos tocó a nosotros el fallecimiento de Bradley. Uno siempre desea lo mejor para sus hijos y tratamos de que no fuera a combatir.
“Pero él era una persona que sabía lo que quería y amaba el ‘Army’ (ejército). Nosotros hablamos con él y tuvimos que apoyarlo”, manifestó Miguel Angel De León, su padre adoptivo.
Visiblemente conmocionado recordó a su muchacho como una persona sin malicia. Agregó que su plan de enlistarse en la Armada fue contra todos los pesares de la familia.
“El tuvo tiempo de salirse si hubiera querido, de renunciar si no hubiera deseado seguir en eso, pero quería hacer carrera ahí y correr el riesgo.
“Sí se le va a extrañar, porque era un joven muy feliz, muy recto y muy disciplinado. Nos deja sólo buenos recuerdos”, manifestó De León.
Por su lado María, la esposa de Bradley enfrenta quizá uno de los más grandes dilemas, pues también pertenece a las fuerzas marciales de Estados Unidos y actualmente se encuentra en entrenamiento para ir a pelear a la Antigua Babilonia, el sitio donde acaba de morir su marido.
Tras los días de permiso que recibió para sepultarlo deberá volver a su base en Houston y seguirse preparando para una guerra que para muchos ha sido estéril, pues no se ha ganado nada y los grandes terroristas enemigos del Pentágono siguen prófugos de la justicia.
CLAROSCUROS
Mientras los familiares de Bradley intentan disuadir el dolor que su pérdida les dejó, la cifra de muertos en Irak y Afganistán sigue creciendo, como incrementándose la desaprobación de la sociedad en general por las actividades bélicas de su nación.
Y es que los soldados quienes sobreviven a esta traumática experiencia no pueden borrar de sus mentes las espantosas escenas perpetradas en la línea de combate.
Otros padecen la mutilación de sus miembros y de por vida están a expensas de los demás y al rechazo de una sociedad que no agradece.
Los que mejor se encuentran reciben una pensión decorosa que al paso del tiempo se convierte en vitalicia. Portan condecoraciones de metal y utilizan uniformes que alimentan su honor, mientras quienes les mandaron a matar duermen sin remordimiento.
“Los de arriba ni sus nombres conocen. Utilizan la promesa de mejorar sus vidas como moneda de cambio”, dijo una anciana que fue a despedir a Bradley.
Sin embargo, el trance económico que sacude a la “superpotencia” comienza ya a descobijar a sus veteranos de guerra y desquebrajar el “paraíso de cristal” que les inventaron.
Prueba de ello, han sido las manifestaciones realizadas por ex combatientes de Irak en contra de su gobierno, según rubricó el periódico New York Times.
Denuncian que los reclutaron en el ejército con la promesa de que recibirían dinero para costear sus estudios; una mejor posición social y otros gastos, pero la realidad es que muchos siguen igual o peor de pobres que antes de partir a la guerra.
El caso de Bradley no es ajeno a esto, pues su humilde vivienda de tres piezas edificada a base de lámina da cuenta de ello. Localizada sobre la calle Juárez número 1817, la construcción está por debajo del nivel medio de vida que ostenta el pueblo estadounidense. Poco menos es pobre.
Para algunos de sus vecinos la posición económica del soldado abatido siguió siendo muy similar a la que tenía desde mucho antes.
Por ello, la pregunta que surge es saber qué tanto resulta benéfico ir como ovejas al matadero sin un futuro asegurado.
Otra muestra de la desesperación de Washington de reclutar soldados para su cruzada antiterrorista han sido las campañas que el Army lanza en países de Latinoamérica, pues muchos de los ciudadanos estadounidenses ya no quieren llevar ese rol.
La meta es rehacer un ejército sin importar la nacionalidad y en México el gobierno norteamericano ha encontrado un valioso mercado, aunque irónicamente existen casos de hispanos que fueron deportados tras regresar de Medio Oriente.
De todos modos algunas páginas latinas electrónicas publican los requisitos para ser un soldado de Estados Unidos, pues para los líderes de este país en la guerra y el Internet todo se vale.