En 2019 las cifras de personas desaparecidas en la fronteriza ciudad de Reynosa, Tamaulipas, alcanzan una tendencia escalofriante: a comienzos de agosto iban 244 (más de una víctima en promedio cada día), mientras que en los últimos años se superan las 5 mil.
Juan José Recio se acomoda unas gafas oscuras y un sombrero de poliéster un viernes por la mañana. El sol arremete groseramente desde temprano sobre el noreste mexicano.
El padre de familia introduce varias bebidas a una hielera y enciende su camioneta. Lo acompañan uno de sus hijos y su nuera.
Por un grupo de WhatsApp recibe la ubicación de un contingente gubernamental que se traslada a una inhóspita ranchería entre los límites de Tamaulipas y el Estado de Nuevo León en busca de personas desaparecidas.
Hasta ese día tiene más de mes y medio que este hombre escudriña desesperadamente el paradero de su hija Claudia, secuestrada el pasado 19 de junio en la colonia Bugambilias de Reynosa.
Nadie ha sido detenido por el plagio ni se han adquirido pistas sólidas sobre el rastro de la también licenciada en administración de empresas, quien era el gerente de una filial local de una firma de fondos para el retiro.
Juan José confía en que las autoridades hagan su trabajo, pero el tiempo sigue su curso sin que todavía se obtengan resultados contundentes, mientras que en casa sus pequeñas tres hijas continúan esperándola.
Este hombre cercano ya a la tercera edad es uno de los familiares de personas secuestradas que participaron en los operativos que la Comisión Estatal de Búsqueda realizó los días 1 y 2 de agosto en zonas rurales del municipio, donde se presumió que hay indicios de fosas clandestinas.
La primera jornada de labores, efectuada en una abandonada ladrillera de la colonia Rancho Grande, no arrojó datos positivos, mientras que, en el segundo intento, sí fueron encontrados restos óseos en un paraje donde ya había registro de pesquisas forenses.
“Para mí que es un montaje”, esgrime uno de los parientes afligidos que se sumaron a la expedición. “A mi hermano tiene dos meses que se lo llevaron hombres armados, pero aquí no vemos nada nuevo”, expresa.
EN BUSCA DE DESAPARECIDOS
Un aparatoso convoy con 12 unidades integrado por elementos del Ejército Mexicano, de la Policía Federal, agentes de la Policía Estatal, Ministeriales, del Servicio Médico Forense (Semefo), de la Unidad Canina y de Servicios Periciales (estos últimos asignados desde la capital de la entidad), partió desde la Octava Zona Militar para desplegar las tareas de campo.
De acuerdo con la organización no gubernamental Justicia Tamaulipas fue la primera vez –desde que se desató la espiral de violencia en 2008– que las autoridades participan juntas en un operativo de esta naturaleza.
En la mañana del día 2, la caravana se trasladó hacia la carretera Reynosa–Monterrey y se desvió cinco kilómetros al norte sobre la brecha El Berrendo, un camino de terracería que también es utilizado por Petróleos Mexicanos (Pemex) como corredor de maquinarias y vehículos pesados hacia la estación de recolección de gas “Comitas”.
Posteriormente el grupo dobló unos 400 metros al poniente para acceder a una finca conocida como “El Gringo”, la cual enseña en su fachada múltiples impactos de bala.
In situ hay muchos reporteros (el de más lejos enviado por The New York Times), miembros de asociaciones civiles y paulatinamente arriban más personas afectadas por la desaparición forzada de algún familiar.
Entre ellos se encuentra el señor Juan José Recio y varios más que se transportaron en vehículos particulares y hasta en un autobús. Como ametralladoras, las cámaras empiezan a fotografiar cualquier aspecto que pueda servir de prueba, sean prendas de vestir, huesos o cenizas.
Y es evidente que el lugar tiene predominantes rastros de violencia y de seres humanos masacrados, pero también de que el perímetro ya había sido acordonado por los judiciales. Varios tramos de cintas amarillas –portando las palabras “Prohibido Pasar”– yacen descarapelados en el suelo.
Aún así el que parecía ser un rancho de lujo en la frontera se erige hoy como un monumento a la impunidad y al espanto. Ruinas quedan de sus espaciosas salas, aposentos y caballerizas.
Los techos de madera fueron desvalijados, las puertas vandalizadas y las paredes perforadas por las incesantes balas, cuyos casquillos aparecen percutidos por todas partes.
Convertido en un solitario rincón para las ejecuciones, incineraciones clandestinas y campo de tiro a la vez, la propiedad –situada a 15 minutos en auto de los últimos suburbios al poniente de la ciudad– contiene huellas del sufrimiento y de las sangrientas torturas que ahí habrían tenido sitio, de acuerdo con los investigadores y las evidencias obtenidas.
LA MALDICIÓN LOS PERSIGUE
Los 41 grados centígrados que castigan a la región son protagonistas durante las búsquedas. En el día uno de actividades Salvador Aquino, un reconocido periodista local, sufrió un golpe de calor. No se recuperó.
Mientras los equipos forenses efectuaban sus indagaciones en la mañana siguiente se filtró la noticia de su fallecimiento a causa de un infarto, pero los trabajos continuaron, bajo la intensidad del sol y el calor extenuante.
En pocas horas el señor Juan José Recio ya se había terminado casi todos los líquidos que llevó para la jornada. En una mano sostiene un envase y con la otra se abre camino con un machete entre el monte, buscando la sombra de unos árboles de mezquite.
Es un territorio donde la dominante maleza y las espinas cuando no han invadido las construcciones que quedan de este rancho, lo hace el polvo. Al ingresar a los dormitorios los peritos encuentran más evidencias de personas conjeturablemente asesinadas, pero también de ritos de santería:
Se observan restos óseos, cúmulos de incineraciones, crucifijos y también objetos personales como ropa, calzado, recibos domiciliarios acartonados y algunas fotografías. Los forenses recaban pistas, toman apuntes y hacen los levantamientos.
Todos los hallazgos serán enviados al laboratorio de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE).
Para las familias ahí presentes, como la de Claudia Recio, los trabajos de búsqueda de desaparecidos son un buen gesto de las autoridades, pero aseguran que deben efectuarse de manera permanente y éstas se ofrecen voluntariamente a colaborar.
“Mi niño tiene 15 años y lleva dos años desaparecido. Para nosotros ha sido terrible. Desde que supimos de las búsquedas ahí estamos nosotros, no queremos que pare esto. Si ya se terminó hoy que pongan otras fechas y aquí estaremos apoyando.
“Después de esta búsqueda de hoy que no tarden en empezar otra, porque no sabemos dónde están nuestros hijos. No sabemos si están vivos o están muertos”, mencionan llorando varias de las madres afectadas vestidas con playeras que muestran la imagen de sus familiares privados
de su libertad.
EL TELÉFONO
NO PARA DE SONAR
Sin embargo, a pesar de la angustia que están pasando de no saber nada de sus seres queridos, hay quienes intentan sacar partida.
“Nos han querido extorsionar diferentes personas. Gente ajena que se quiere aprovechar de nuestro dolor. Algunos nos dicen que ya tienen a mi hija y otros que ya la mataron”, lamenta Juan José Recio.
Secando el sudor de su rostro este padre de familia (quien trabaja en un servicio de mensajería) reconoce que aún no logra entender por qué se la arrebataron, una pregunta que se hace persistentemente de día y de noche.
“Sabíamos de historias de violencia que pasaban en la ciudad y pensaba uno que no le iba a suceder un caso de esos. Nosotros lo mirábamos y publicábamos (en las redes sociales) sobre otras personas, pero ahora lo estamos viviendo en carne propia”, manifiesta apesadumbrado.
La mamá de Sergio, el novio de Claudia, la invitó a su casa en la colonia Bugambilias, porque supuestamente le había llevado unos encargos.
“Ella fue a la hora de la botana con esa señora y de ahí desapareció. No le podemos echar la culpa ni a ella ni al chavo, porque no tenemos pruebas.
“El mismo día desaparecieron varios. Aparte de mi hija ya habían levantado a otras dos personas. Uno de una moto, parece que aquí anda la mamá también y una muchacha que publicaron en el Face que la habían levantado por Las Fuentes de un short blanco y camiseta negra”, relata.
Pero las investigaciones confirman que Claudia fue plagiada. Las cámaras de seguridad que dan acceso a la colonia Bugambilias captaron justo el momento cuando su camioneta ingresó sola y salió escoltada sin ella al volante. Posteriormente el vehículo fue abandonado sin placas en el ejido Palo Blanco.
Sergio, quien mantuvo una relación sentimental con la madre soltera desaparecida, afirmó en sus declaraciones que ésta había recibido un par de llamadas antes de abandonar su domicilio, pero las autoridades –que rastrearon las conversaciones– no detectaron ninguna y hasta el momento el teléfono de la víctima no aparece.
Las pesquisas siguen en curso, mientras la familia Recio ha realizado una activa campaña en redes sociales y medios de comunicación intentando localizarla.
Mientras tanto no se rinden y siguen buscando.