
Estaba un día El Apuntador poniendo en orden su extensa biblioteca, cuando un amigo le preguntó por qué es tan relevante el tema del plagio cometido con la fotografía de los cuerpos de Oscar y su pequeña hija Valeria, los migrantes salvadoreños que murieron ahogados en el río Bravo en su intento por cruzar sin documentos a Estados Unidos.
Si a estas alturas del partido hay alguien que no está enterado de todo este relajo (seguramente porque viene despertando de un largo coma o por que estuvo encerrado en una cueva durante los últimos meses), hay que recordar que esta imagen, difundida a nivel mundial por Associated Press, fue originalmente adjudicada a Julia Antonieta Le Duc (pato en francés), corresponsal de La Jornada en Matamoros, titular de un portal de Internet llamado La Frontera Dice y co conductora (de alguna manera hay que llamarlo), de un bodrio radiofónico llamado Las Desbocadas, donde aparece junto con Yadira Herrera.
El problema es que la foto en cuestión ¡no fue tomada por Le Duc! sino por su reportera Rossy Morales, una joven madre soltera a quien hace un par de años le dieron una grabadora, un teléfono celular (ya ni siquiera una cámara) y la mandaron a reportear para La Frontera Dice; a nadie le importó que no contara con los estudios o conocimientos mínimos necesarios para el ejercicio del periodismo.
La autoría de la foto, que se ha vuelto un ícono del drama de la migración hacia Estados Unidos, generó todo una controversia que sigue dando de qué hablar.
Muchas personas han cuestionado por qué se está haciendo tanto “escándalo” con la autoría de la foto. No faltan quienes consideran que al discutir si la imagen es de Rossy o de Le Duc le están faltando al respeto a la memoria de Oscar y Valeria; incluso hay quienes, acusan, todo este asunto es una forma de lucrar con la tragedia.
Sin embargo, el caso es relevante para el ejercicio del periodismo en el noreste de la República, y las repercusiones que pueda tener serán de mucho beneficio para la profesionalización de esta actividad.
Pero ¿por qué es vital quién tomó la foto en realidad? La respuesta es muy sencilla: en estos tiempo de redes sociales, donde es más importante sacar la nota primero que sacarla bien, las reglas sobre el adecuado ejercicio del periodismo se han vuelto laxas, casi letra muerta.
La proliferación de pequeños perfiles de Facebook quesque dedicados a difundir noticias, han provocado que muchísimas personas que no tienen las credenciales para ejercer el periodismo se metan a este trabajo y cometan errores que lo único que provocan es lesionar la de por sí golpeada integridad de la profesión.
Hoy cualquiera con un teléfono celular se cree periodista. No importa que en su vida haya pasado por un aula universitaria o cuente con nociones básicas de redacción y ortografía; “cronistas urbanos” les llaman, como si ese término siquiera existiera.
Desgraciadamente, estas personas sufren del abuso y la explotación de siniestros personajes (como Le Duc), quienes literalmente los explotan con salarios de miseria, cero prestaciones de ley y sin más contrato que su gastada palabra.
Por eso, cuando alguien como Le Duc se topa con que uno de sus empleados (o sea Rossy) tomó una fotografía que podrá tener relevancia a nivel mundial, no duda ni un segundo en eliminar a su reportera y -literal- robarse la fotografía.
No importa que no haya recibido un dólar por la imagen. Le Duc se volvió loca con la fama que le llegó de repente al ser tomada en cuenta por medios internacionales como El País y CNN y eso era justificación suficiente para pasar por encima de los derechos laborales de Rossy, quien fue puesta patitas en la calle y no tuvo capacidad de respuesta.
Por eso es importante discutir la autoría de la foto. Porque más allá de la tragedia, este incidente desnudó la triste realidad de los medios de comunicación de Tamaulipas, donde perfiles de Facebook, periódicos tradicionales, estaciones de radio y canales de televisión se aprovechan de la ignorancia de decenas de jóvenes, quienes creen que cualquiera puede hacer periodismo y los ponen a trabajar por una miseria, sin las prestaciones de ley.
Basta recordar las acusaciones que hace poco hicieron algunos ex trabajadores de El Bravo, o los tiempos en que pasaban meses para que la gente de la Prensa de Reynosa recibiera su salario.
Esta actividad es muy importante y necesita de filtros porque, de lo contrario, robos como el de la foto de Rossy seguirán sucediendo sin que nadie haga algo al respecto.
Además, todo este asunto desnuda la realidad que se vive en La Jornada, donde no tienen empacho en tener en sus filas a una corresponsal que se roba fotos, miente y usa las páginas del periódico para sus vendettas personales.
Cualquier periódico de medio pelo que se jacte de ser decente, ya hubiera tomado acciones contundentes contra una reportera o corresponsal que cae en estas actitudes… menos La Jornada.
Y pensar que nada de esto hubiera sucedido si el crédito hubiera sido: “Foto: La Frontera Dice”.
Y para poner punto final al tema, el viernes 26 de junio La Jornada de la Ciudad de México publicó un editorial de Le Duc en contra de Héctor Hugo Jiménez, director editorial general de Hora Cero, por cierto, el primer medio que desnudó la mentira de Le Duc por agandallarse la autoría de la fotografía.
Ante ello, el periodista respondió escribiendo una réplica que le rasuraron y tuvo que mandar tres versiones, con la excusa de que la Dirección General de La Jornada no puede publicar réplicas mayores a 200 caracteres… aunque la ley en el tema de derecho de réplica diga exactamente lo contrario.
Al final se publicó en las últimas páginas el sábado 27, en la cual confirmaba que la Le Duc es una mitómana al inventarle una hermana con nombre y apellido Jiménez, entre otras falsedades de ese personaje que, lamentablemente, existen en Monterrey, Guadalajara, Torreón, Puebla, Toluca, Pachuca, Tijuana, etcétera, etcétera… Bodrios, pues.
En un tema relacionado, que alguien le haga un enorme favor al compañero Abraham Pineda y le dé un jaloncito a su cordón para aterrizarlo, pues el chavo se anda alucinando feo.
Ahora resulta que Abraham se ostenta como trabajador de la Agencia EFE en Matamoros, todo porque les vendió una foto de los migrantes ahogados.
Sería muy bueno que alguien le explique a Abraham que una cosa es ser corresponsal o empleado de una agencia internacional, y otra muy distinta es que te hayan pagado una foto y te hayan dado el crédito correspondiente… Es, ¿cómo decirlo? Pago por evento. v