
En la crisis de la mediana edad, Alejandra y Rodrigo rompen su atadura conyugal. Por egoísmo, crecimiento profesional y síndrome del workoholic, el papá desdibuja su figura, hasta desvanecerla. Y, en medio, el pequeño Santi se acostumbra a dividir su tiempo entre los dos. La modernidad da licencia social a los papás para encontrar otras parejas, pues el vértigo de la gran ciudad demanda progresión personal. No importa que el individualismo, tan alabado, deje como saldo al hijo desamparado del calor familiar.
Hasta que la tragedia se asoma, simultáneamente, a la vida de quienes formaban el hogar destruido, y les recuerda lo que realmente importa.
Fernanda Castillo, Mauricio Ochmann y el niño Emilio Aramayo forman en Ya veremos (Ya veremos, 2018) un singular triángulo escaleno. Son una estampa de las parejas mexicanas progres, liberadas, que se ríen de las tradiciones y que razonan que, cuando la relación no funciona, lo mejor es apresurar el cortón, para evitar que el chavo se la pase peor con el truene.
El director Pitipol Ibarra, basado en un guión de Alberto Bremer, se ríe de los jóvenes divorciados que, dentro del confort de su existencia entre depas, buenos sueldos y ropa de marca, son tremendamente patéticos. La historia, planteada como comedia romántica, los presenta, de inicio, en el aliviane de los ex, que sobrellevan la separación, sin broncas. Sin embargo, la vida los mueve a replantearse todo, otra vez, cuando el niño es diagnosticado con un problema de la vista que lo puede dejar ciego. Lo que daba risa, se convierte en asunto serio.
La lista de aventuras insólitas que hicieron Jack Nicholson y Morgan Freeman en Antes de partir (The Bucket List, 2007), la escribe aquí también Santi, buscando captar imágenes del mundo, experiencias nuevas, en prevención de que la fatalidad le impida ver nuevos amaneceres. Y desea que sus papás lo acompañen en ese proyecto de excentricidades infantiles. ¿Quién podría negarse a complacer a un chiquillo en esas condiciones?
Toda la cinta es de Ochmann, que se observa en un gran momento de madurez histriónica. Ya había hecho otro buen trabajo, ligero, pero muy efectivo en A la mala (2015), donde es seducido por Aislinn Derbez, su ahora pareja. Su gran papel, por el que es reconocido, es el del narco El Chema, de la serie homónima. Pero aquí exhibe su versatilidad y tremendo carisma, lejos de su estampa
siniestra de la TV serie, junto con Castillo, que también luce como la dama que aparenta superficialidad, aunque se encuentra en conflicto permanente por su próximo matrimonio, compromiso del que no está del todo convencida. Pobre niña rica. Es la caricatura de la mujer que lo tiene todo, hasta avión privado, pero que no puede alcanzar la plenitud por la histeria silenciosa que le ocasiona la indefinición afectiva.
Los tres emprenden un viaje de revelaciones, en el que permanentemente oscilan entre la alegría y la zozobra. Por magia del guión, la preocupación mayor no es del padecimiento de Santi, si no las consecuencias del reencuentro. El niño ha sido un excelente pretexto para juntarse otra vez, pero, con sus vidas ya conformadas en lo individual, la antigua flama, aparentemente apagada, puede resurgir, lo que generaría enormes problemas afectivos y hasta logísticos.
Con un tono familiar, y algunos toques de picardía, Ya veremos es una historia con buenos momentos graciosos y, también, con elevados pasajes dramáticos. Es una muy buena opción, además de original, dentro del cine mexicano, plagado de sexycomedias de corte idéntico.