
Desde Inglaterra llega esta inquietante serie que se concentra en exponer cómo es que la tecnología afecta las vidas de las personas. Los resultados son, en su mayoría, nefastos.
La serie creada por el guionista Charles Brooker, para difusión en internet, se ubica en el futuro, en el que las barreras de la comunicación se han rebasado. De acuerdo a la producción, que presenta capítulos unitarios, con principio y fin, la intimidad ya no existe, pues la tecnología ha conseguido que cualquier persona pueda irrumpir en el último reducto de la privacidad, propia y ajena: el cerebro.
Las temáticas son reiterativas en el manejo de realidades alternas, la manipulación del tiempo, y el uso de implantes en la cabeza, a través de los cuáles se pueden visualizar, grabar, almacenar y posteriormente reproducir y transferir, recuerdos e imágenes captados por el cerebro y las retinas.Los argumentos son muy ingeniosos y las producciones son enormes, con calidad cinematográfica.
Las notas de producción señalan que Black Mirror es un híbrido de Dimensión Desconocida (Twilight Zone) y Relatos de lo Inesperado (Tales of the unexpected) y tiene un tono de alerta. Los creadores, de alguna forma agridulce, alertan al gran público sobre los peligros que acechan si los recursos cibernéticos son alterados para utilizarlos con fines aviesos.
Toda la serie es angustiosa y paranoica. El futuro, que debería aportar confort y seguridad, se ha vuelto una pesadilla por la facilidad con la que simples dispositivos electrodomésticos, al alcance de cualquiera, pueden ser usados para provocar daños físicos y morales, y violar la intimidad.
Aunque la serie inició como una producción de Endemol, fue hasta la tercera temporada que Netflix la adquirió para generar sus propios capítulos y contenidos.
Hasta el inicio del 2018 habían sido producidos 19 episodios.
El título de la serie remite a un espejo negro, que es la pantalla apagada, fría y brillante de un televisor, un monitor o un teléfono inteligente. (LCG)