
Por MARCELA IBARGÜENGOITIA
Fernanda Reyes Mier tiene 30 años de edad, 11 de casada y tres hijos; ella contó cómo la despreciaba su suegra, por ser originaria de un ejido llamado “Las Anacuitas”, en General Terán, Nuevo León.
Cuando se encontraban la saludaba tocándola únicamente con la punta de los dedos, sin ofrecerle contacto visual y en repetidas ocasiones dijo frases como “mi hijo que es todo un licenciado, merecía algo mejor que tú, que no terminaste ni la secundaria”.
Sin embargo, Fernanda empieza ya a replicar actos similares a los de su suegra, pues es notable que no le agrada la señorita que a su hijo de 12 años le gusta, porque piensa que es “gorda y desarreglada”.
Dice el diccionario que, “casado”, es el estado civil que adquiere una persona que contrae matrimonio y que dura desde que se contrae hasta que se rompe el vínculo matrimonial.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer que en el 2016 el 58.1 por ciento de la población de 15 años o más se encuentra casada; 31.4 por ciento es soltera y el 10.5 por ciento es separada, divorciada o viuda.
El Inegi también señaló que en los últimos años el número de divorcios aumentó en relación con los matrimonios; así, entre el año 2000 y el 2015 el monto de divorcios aumentó 136.4 por ciento, mientras que el de matrimonios se redujo en 21.4 por ciento.
Son muy distintas las causas por las que se puede llegar a disolver el vínculo matrimonial, pero es de dominio popular el conocimiento de que una de las principales y más comunes causas es la intromisión de terceras personas, siendo la suegra el principal factor de conflicto.
Existe una problemática mayor entre suegra y nuera que entre suegra y yerno.
Hay un estereotipo muy marcado en algunas sociedades como la mexicana, donde las suegras son el blanco de variados y abundantes chascarrillos que hacen alusión a muchos aspectos de la convivencia con ellas, como su intromisión para querer dirigir la vida de sus hijos e hijas, pero especialmente la vida de los hijos varones, sin respetar el estado civil que hace alusión a un vínculo exclusivo de dos personas.
Hay una renombrada anécdota citada en un libro religioso titulado “El desafío del amor”, que dice así: “Dos mujeres conversaban y una le pregunta a la otra que cómo le ha ido a su hijo con su esposa, y esta le contesta ‘muy mal, mi pobre hijo tiene que lavar trastes, ayudar a cocinar y andar haciendo cantidad de quehaceres´.
La mujer al escuchar esto, le dice, ´Veo que a tu hijo le ha ido mal, pero ¿cómo le va a tu hija con su esposo?’, y la mujer le responde, pues muy bien, fíjate que maravillosamente, a mi hija le tocó un hombre muy bueno que la apoya en los quehaceres de la casa, inclusive lava vasijas y sabe cocinar”.
Este chusco ejemplo de la polaridad en los criterios de las suegras con las nueras o yernos tiene una explicación en un arraigado comportamiento cultural, según explica la licenciada en psicología, Ana Alicia Careaga Cisneros quien es coordinadora en el área de adicciones de la Jurisdicción Sanitaria IV en Reynosa.
Mencionó que las mujeres mexicanas tienen un comportamiento denominado matriarcado machista, que al llegar a la etapa cuando las madres tienen hijos adultos en la familia, este comportamiento se invierte.
Las mujeres asimilan una vida de abnegación y llevan su carga socialmente aceptada y vista de forma natural, pero al llegar a la etapa en que son suegras ven a sus congéneres como se vieron a sí mismas en el pasado.
Es decir, una mujer que ya sufrió por comportamientos machistas tomados como naturales, estando en completo sacrificio y dedicación por sus hijos, entiende que en la etapa en la que sus hijos varones son adultos, su situación debe cambiar.
Ahora es a ella a quién le corresponde mandar y su nuera debe cumplir con su papel de sufrimiento y abnegación por el que ella ya pasó; de ahí la conocida frase “primero tuvo madre”, que hace alusión a la suprema importancia que la madre debe de tener, por encima de la esposa.
El matriarcado machista es un comportamiento reconocido en la psicología de la sociedad mexicana; por tanto, aunque las mujeres sufran por comportamientos negativos e intromisiones de parte de sus suegras, tienden a repetir el mismo comportamiento que previamente les ocasionó molestias o las hizo sufrir.
‘VIEJA APROVECHADA O FASTIDIOSA’
Miranda Falcón Rodríguez es una mujer de 31 años de edad y 13 de casada, nacida en Ciudad Victoria, Tamaulipas y manifestó que su suegra siempre le hace mala cara, continuamente opina de su vida y quiere mandar y entrometerse en las decisiones que le corresponden tomar sólo a ella y a su esposo.
Comentó que no le preocupa su hija Margarita, de 6 años, porque es muy astuta, pero que no sabe qué hará si le toca una “vieja aprovechada o fastidiosa” a su Juanito que es muy noble. El niño apenas tiene 11 años, pero ella ya se imagina los problemas que puede tener.
“No quiero ni siquiera que le toque una mujer como yo, porque no sé qué haría”, expresó.
Por su parte, Adriana Jiménez, nacida en Chihuahua, Chihuahua, tiene 11 años en unión libre con su pareja y tres hijos de 6, 8 y 10 años.
Ella cuenta que se ha sentido poco valorada por su esposo ya que siempre le otorga el papel de mayor importancia a su madre.
“Cuando íbamos a escoger la casa donde viviríamos, él primero fue con su madre a ver cuál casa le parecía a ella y después me llevó a mí”, dijo la mujer.
Rosa Pineda, es una mujer de 52 años de edad, nacida en Morelia, Michoacán y es madre de tres hijos que ya son casados, dos hombres y una mujer y contó que su suegra no la quería porque su hijo era un ingeniero y ella era simplemente una comerciante vendedora de zapatos.
Al indagar sobre la relación con sus nueras y yerno, destaca la opinión negativa que tiene sobre una de sus nueras, quien le parece demasiado presumida y exigente con su hijo.
A su vez, Briana Rodríguez, quien tiene 14 años de casada y dos hijos varones, detalló que su suegra ha llegado a alzarle el vestido y revisarle qué ropa interior lleva cuando sale a la calle a hacer sus mandados; “esto me parece una locura” dijo Briana.
Piensa que la desconfianza se debe probablemente a que la madre de su esposo tuvo tres divorcios y vivió en unión libre con cinco hombres.
Elena cree que “cada quién habla, según le va en la feria”, como dice el refrán y tiene como reto romper el estereotipo de matriarcado machista, ya que ella tiene dos hijos y no quiere ser repudiada como ella repudia a su suegra.
Muchos problemas se evitarían en los matrimonios y estos pudieran no disolverse, estar en mejor situación y términos si las mujeres pudieran romper este paradigma sobre las suegras, bajo la premisa de que toda nuera es una probable suegra en potencia.
Romper con estigmas culturales es un reto difícil de superar tomando en cuenta, que la cultura es una tradición ancestral profundamente arraigada y característica de una sociedad, pero concientizar a la población sobre los aspectos tan negativos y perjudiciales del matriarcado machista mexicano puede ser el parteaguas que pueda llevar a los matrimonios a vivir circunstancias distintas y favorables, distintas a la generalidad.
No todas las suegras caen en este estereotipo, pero suele ser lo más común. Inclusive hay libros que hacen alusión a ello como el libro de Susan Forward, titulado “Suegros Tóxicos”.
Este libro ofrece una amplia variedad de consejos ante distintos y comunes escenarios que sufren los matrimonios ante las indeseadas intromisiones.
No se puede ser monedita de oro, pero ya lo dice un conocido refrán, “Quieres mantener a tu nuera contenta, mantén la boca cerrada y la bolsa abierta”.
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(* ) Seudónimo.
La autora es alumna del cuarto tetramestre de la carrera de Comunicación de la Universidad México Americana del Norte, A.C.
Trabajo supervisado por la maestra
Lic. Beatriz Flores Cervantes.