
Luz de Luna (Moonlight) se maneja en tres tiempos, bien definidos, de la vida de una misma persona, el negro Chiron, interpretado en su niñez, adolescencia y adultez por Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes, respectivamente.
Cada intérprete hace un trabajo genial, como un ser humano que es, de pequeño, hasta mayor, víctima de la vida, en un barrio empobrecido del sur estadounidense, donde las posibilidades para avanzar son mínimas.
El director Barry Jenkins hace una cinta compacta, de pocos personajes, que llevan relaciones tensas, aunque tienen la voluntad de encontrar coincidencias y quererse. Es complicado el surgimiento del amor en medio de la pobreza pecuniaria y moral.
El drama es íntimo e introspectivo, de evidente temática adulta, sobre la trayectoria de esta persona que es aplastada por una realidad que le fue impuesta. El pequeño siente que es diferente, pero no sabe qué hacer con ello. La vida no lo dotó de gracias naturales. Sólo es un negro acosado por sus compañeros de juego que lo consideran maricón, porque no es capaz de interactuar con nadie.
Jenkins describe la jornada emocional del niño, asfixiado por la angustia y la soledad. Es comprensible que busque un asidero afectivo, que encuentra en una persona de personalidad ambivalente y quien, según se revela, tuvo una infancia similar. Este hombre que le da afecto y lo rescata de las penumbras es, sin embargo, un criminal que, pese a ello, hace labor de padre sustituto. El pobre niño se encuentra atrapado en dilemas que no están aún a su alcance.
El segundo acto, confirma a Luz de Luna como una película que explora las consecuencias del bullying. Esta parte, la mejor lograda, muestra a un adolescente abrumado por la miseria que encuentra en casa, con una madre de conducta extremadamente errática, desastrosamente adicta y convertida en un despojo que, en medio de sus alucinaciones químicas, le jura amor y le demanda reciprocidad.
Chiron está a punto de volverse loco. Es un niño noble, asustadizo, ermitaño, que es estimulado, desde el exterior, por motivaciones crueles. No sabe qué le ocurre, pero se siente atraído por uno de sus amigos. Y se avergüenza por el sentimiento desconocido que experimenta. Aunque, en realidad, él no quiere nada de la vida. Está encerrado en un caparazón, pero sus compañeros de preparatoria se empeñan en hostigarlo. Hasta que el chico tímido explota de manera inesperada, con una consecuencia que le define el futuro.
En un salto en el tiempo, Chiron está convertido en un adulto que enfila su vida por un rumbo completamente insospechado. Sin embargo, es el que mejor le ha ajustado. Desde su perspectiva, ha encontrado su sitio en el universo, aunque cualquiera pueda cuestionarlo. Todo, en él, ha sido relativo. Ha encontrado la manera de sublimar su timidez y su odio.
Se ve como un tipo seguro y hasta imponente aunque, en el fondo, sigue siendo el mismo chico que busca andar con la vida imperceptible, si acaso como una sombra.
La cinta está engalanada por una delicada fotografía de James Laxton, que altera los colores en las noches del puerto. Las luces, amarillas y rojas, estallan en el trasfondo y los personajes se ven hiperreales. Algunas tomas son close ups frontales. Miran fijamente a la cámara, con expresiones ambiguas, como si posaran para una sesión de fotografías con la temática de la honestidad. Resignados a su suerte, dan la cara. Lucen envalentonados, sabiendo lo difícil que es ver a alguien a los ojos, como lo hacen al enfrentar la lente.
Luz de Luna es un drama centrado, por completo, en las emociones. Todos, aquí, están lesionados por la tragedia y se relacionan en medio de la desconfianza. Pero aún y en la hora más oscura, siempre hay tiempo para el amor y la solidaridad.