
Kubo es un chico especial. Vive con su madre, en un risco apartado y es el sustento de la familia. Es como su propio padre. Mantiene a la casa literalmente con magia. El chico tiene un poder especial. Cuando toca las cuerdas de su instrumento shamisen, simples hojas de papel se convierten en perfecto origami, que le ayuda a narrar historias increíbles, emocionantes, magnéticas. Los habitantes de la humilde villa a la que acude, se entregan a sus relatos.
Hasta que un día, debe confrontarse con su pasado.
Kubo y la Búsqueda Samurai es el nuevo tesoro que la compañía de animación estadounidense Laika le entrega al mundo, mediante la técnica de stop motion, con figuras de masilla. Como es tradición de la firma, esta nueva aventura tiene un formato que atrae al público infantil, pero atrapa a los adultos, al sondear los oscuros recovecos del alma, a través de circunstancias francamente crueles.
En esta ocasión, Laika lleva la historia al Japón antiguo y fantástico, donde el niño, que está en la etapa difícil del paso entre la niñez y la adolescencia, debe recuperar su pasado, en una extenuante travesía, acompañado de singulares personajes que lo guiarán y protegerán por peligros extremos.
Aquí la belleza se encuentra lo mismo en la temática que en la producción. La técnica para animar las figuras no se parece a nada que se haya hecho, ni siquiera al interior de la misma compañía. Los personajes se mueven con una deslumbrante humanidad. El genio de los creadores les permite alcanzar cumbres y abismos emocionales, con una elocuente, y casi imposible, profundidad gestual.
El universo es una maravilla. Los escenarios son delicadas obras impresionistas con objetos y paisajes de movimiento autónomo, milagrosamente vivos.
Todo el entorno es amenazante para Kubo. A punta de katana es obligado a crecer y a enfrentar riesgos mortales. Todo su entorno es sombrío y amenazante. Los guionistas Marc Himes y Chris Butler optaron por ser opresivos con el improvisado héroe y envolviéndolo en una temática de venganza irracional, definitivamente adulta que, por momentos, escapa a su comprensión.
En el vórtice de esta tragedia griega, se encuentra la madre. Le explica las razones por las que él lleva, en su cuerpo, una marca indeleble que lo tiene mutilado de por vida. El horror mayúsculo es que quienes buscan la aniquilación de los dos son sus propios familiares. Con peripecias inteligentes, se crean situaciones completamente nuevas en terrenos de animación. El muchacho se encuentra con unos guardianes a los que inicialmente repele y a quienes va descubriendo lentamente, hasta conocer su verdadera identidad.
La travesía es excitante. Para enfrentar a su enemigo mortal, Kubo debe hacer un largo periplo como el de Virgilio descendiendo a los infiernos, enfrentando monstruosidades y acechanzas, para encontrar una armadura mágica que vestía su padre, un samurai legendario, que le transmitirá poder.
Pero no sólo requiere de valor para triunfar. Necesita astucia para acudir a su encuentro con el destino, pero también un enorme corazón para entender las motivaciones de sus contrincantes, de entraña envenenada.
Aliados y rivales le harán entender que el espíritu puede fluir armónico, junto con el universo, lejos de los dolores ocasionados por el rencor y la ira, solamente a través del perdón.
Kubo y la Búsqueda Samurai es la mejor cinta de animación del año.
Pixar y Disney son los reyes de la digitalización. Nadie le gana a Laika en la animación artesanal.