
El 5 de junio de 2016 pasará a la historia como una fecha que quedará ahí para señalar un momento trascendental en la vida política de este país.
Ese día, fueron borrados de un solo plumazo los aspirantes de siete entidades que pretendieron llegar al poder, amparados bajo las siglas del PRI y de paso la ciudadanía envió un mensaje muy claro: No más gobiernos emanados del partido tricolor.
Llegó el hartazgo, luego de soportar gobiernos como los realizados por el “gober precioso” Mario Marín o el de Andrés Granier Melo,
Arturo Montiel, Mario Villanueva, o los de Moreira, Fidel Herrera, Javier Duarte, César Duarte y Rodrigo
Medina, dijeron: ¡basta!
A nivel nacional, el nuevo pastor del priismo Enrique Ochoa Reza tendra que levantar el tiradero que le dejaron. Hoy deben desandar sobre sus pasos y enmendar errores. Tienen que volver a su esencia si quieren recuperar credibilidad. El Revolucionario tiene que evolucionar. Así de simple.
Tras los desatinos de las casas blancas, la ineficacia de las reformas energética, económica o educativa, los miles de desaparecidos, los plagios de textos para tesis profesionales, no van a poder convencer al electorado en 2018 de que los representantes de su partido saben gobernar.
No les van a creer.
Aunque, hay que decirlo con todas sus letras: la autocrítica, el análisis concienzudo, el “mea culpa” no parecen ser rasgos distintivos de los que en junio pasado fueron severamente vapuleados no por un partido, sino por cientos de miles de ciudadanos que en siete entidades decidieron que su gobernador no fuese de origen priista.
Hastiados de mantener a gobernantes ineficientes en el poder y carecer de satisfactores elementales para su seguridad, trabajo y desarrollo, optaron por propinarle un revés histórico al tricolor.
Pero no sólo es el hartazgo de los ciudadanos. Ese ya es el resultado, la consecuencia. Las causas son muchas.
El PRI perdió como se pierde el agua cuando se estanca y no circula…
Perdió por los añejos compromisos que se van tejiendo a lo largo de los años y no dan cabida a nuevas expresiones o a nuevos participantes de un gobierno que brinde esos servicios a sus gobernados…
Perdió porque se despegó de su mística de servicio, se despegó de sus seguidores, se despegó del pueblo que lo tuvo y lo mantuvo durante tanto tiempo en el poder…
El PRI perdió por sus gobiernos insensibles, corruptos, frívolos que hacían y deshacían sin tomar en cuenta el sentimiento de un pueblo que los soportó por tanto años…
Perdió por los viejos compromisos de los mismos contratistas de antaño que siempre han sido los que parten el queso y esa riqueza que es de todos, se concentra en unos cuantos…
Perdió porque son los mismos proveedores de sexenio tras sexenio y que no le dan margen a otros a participar en esa actividad económica importante…
Perdió porque son los mismos de siempre. Un grupo cerrado, impenetrable que se han compartido las mieles del poder en unas cuantas manos…
Perdió porque justamente llego a un estado de putrefacción en el que también están inmersos muchos medios de comunicación que hemos solapado que estos grupos cada vez se vayan cerrando más y más y más, al grado de hacerlos impenetrables.
Cada vez se hace más grande la brecha entre estos grupos que concentran tanto poder y riqueza, contra aquellos que no tienen ni una cosa, ni otra.
En Tamaulipas cada vez es más lejana la posibilidad de crecimiento, de desarrollo y de acrecentar, de mejorar sus niveles de vida y sus niveles económicos.
El PRI se despegó de esa base votante que tiene demandas, que tiene peticiones y se acercó cada vez más a ese grupo cercano, a ese grupo que siempre está lleno de privilegios.
El PRI perdió porque desencadenó rencores, porque el electorado contrató a un acérrimo enemigo del PRI y lo contrata con su voto, con un voto de desesperación, con un voto de odio, con un voto de rencor, con un voto de frustración. Con el simple hecho de decir: “Tú ya no me vas a gobernar’’.
El PRI todavía no ha dado señales de vida. Está moribundo, nauseabundo… cabizbajo.
Todavía no entra ni siquiera a una etapa de diagnóstico. Y después de un diagnóstico tendría que entrar a una etapa de estabilización, y después, reincorporarse a la arena.
Y bueno, si todavía no hay siquiera un diagnóstico serio, mucho menos podrán entrar en una etapa de estabilización y mucho menos en una etapa de competencia.
En tanto no se cumplan con esas etapas, no podremos creer que el PRI pudiera estar de regreso cuando todavía no ha tenido ni siquiera el tiempo de hacerse un diagnóstico de lo que le sucedió el pasado 5 de junio.
La etapa terminal en la que se encuentra le abre una posibilidad histórica y real a que fuerzas de izquierda como MORENA representados por Andrés Manuel López Obrador pudieran abrirse paso de manera sensata, seria, de manera coyuntural en un Estado como Tamaulipas.
Es el momento adecuado para desembarcar y crear una corriente disidente que le haga contrapeso a un gobierno de derecha para que el Estado tenga un juego real de pesos y contrapesos que ayuden a ser un mejor gobierno y que ayuden a tener una competencia sana en donde todos, el mismo gobierno, la misma izquierda y el propio PRI salgan ganando.
Es una coyuntura ideal para desembarcar en Tamaulipas. Es una coyuntura ideal para crear oportunidades de competencia y tener un mejor estado de cosas, una mejor posibilidad, un mejor horizonte, un mejor futuro para el Estado de Tamaulipas.