
Sus tenis rosas contrastan con las terregosas calles de lo que pareciera ser un solitario escenario de película. Cuatro cuadras de largo por tres de ancho dan cabida a uno de los lugares más libertinos y concupiscentes que por décadas ha habido en la ciudad.
Los que antes fueron glamurosos centros nocturnos son ahora arcaicos locales que perdieron paulatinamente su esplendor –cuyos anuncios luminosos, desvencijados y corroídos por los años, dejaron, hace mucho, de funcionar–, mientras algunos otros establecimientos que solían estar llenos por visitantes de Tamaulipas y de Texas se encuentran en ruinas.
Es la ‘zona de tolerancia’, situada muy cerca del río Bravo, donde Guadalupe pasa parte de su tiempo. Asegura que acude a buscar clientes cuando le hace falta dinero. Sus aún seductoras curvas y ojos aceitunados son el medio de ‘enganche’ para ganarse unos pesos, intimando con completos desconocidos, fingiendo caricias.
Asegura que no teme caminar en medio de un ambiente plagado de descaros, vicios y peligros. Las mordeduras de la vida, dice, le han enseñado a danzar entre los lobos…
Las miradas se posan en los movimientos de su cadera; ojos perdidos que la siguen por los polvorientos caminos y debajo de las viejas marquesinas de los bares.
Aquí de día no hay quien deposite monedas en las rockolas, pero sí se gasta en sexo. El silencio perturbador es interrumpido por el estridente ruido de los radios de los ‘vigilantes’ que se asoman: son jóvenes encargados del lugar para brindar ‘protección’ a las mujeres y hombres que se prostituyen.
Guadalupe los ignora, sigue sola su camino. Sacude la mano cuando mira a una de sus compañeras de oficio, sentadas a las puertas de su aposento, esperando a que alguien las contrate.
Sin inmutarse observa a un borracho que sale de una cantina y entonces varias voces de mujeres extrañas le chistan por la misma acera, llamando suavemente a sus oídos. En seguida lo vituperan cuando les comenta que ya no lleva dinero.
Y es que en este sitio nadie regala nada. Todo tiene un precio menciona amablemente –al reportero de Hora Cero– la sexoservidora de 38 años, con quien entabla una conversación sobre el entorno en el cual se desenvuelve.
EL POR QUE ES PROSTITUTA
Nacida en 1977 en un pueblo de San Luis Potosí, Guadalupe llegó a Reynosa cuando tenía 15 años. Desde entonces relata que su vida ha tenido “momentos buenos y malos”.
Sus padres la trajeron por cuestiones de trabajo y aquí continuó estudiando su escuela secundaria. Se graduó de la Escandón y más tarde entró a la preparatoria, hasta que agarró otro camino y otra vida…
La mujer de esbelta figura, cabello corto pelirrojo y voz ronca, suelta una carcajada jocosa cuando se le pregunta cómo le ha ido en el amor. Inmediatamente después señala que “muy mal”, aunque luego agrega que le ha tocado “experimentar de todo”.
Camina unos pasos más y se sienta en el bordo de una maceta. En un gesto de sinceridad demuestra interesarse en la plática, enciende un cigarro y se atreve a desempolvar los detalles de su vida:
Guadalupe remarca que para una mujer uno de los momentos más importantes es su “primera vez…” y de repente cuenta su verdad, al confesar que la suya fue un desastre.
“Yo tuve una muy mala experiencia y quiero aclarar que no por eso me dediqué a la prostitución. Fui forzada involuntariamente por un hombre mayor que yo a tener relaciones sexuales y eso me dejó marcada.
“Todavía estaba estudiando y aún considero que era inocente. En ese entonces no sabía de drogas ni de hijos. Hubo un hombre que me llevó a dar un paseo, me sacó con mentiras de mi casa y abusó de mi confianza”, describe.
La joven, quien aún no cumplía la mayoría de edad, iba a una fiesta de quinceañera, pero su acompañante cambió de planes. La invitó a tomar cerveza y después de tanto insistirle Guadalupe accedió a beber, lo cual la hizo vulnerable.
“Yo nunca había tomado, pero como era un amigo conocido de la familia no sospeché lo que pensaba hacerme. Me traía vuelta y vuelta en su coche… nunca llegamos a la fiesta.
“Me dice, espérame, vamos a la casa a recoger algo. Como era de noche me bajé sin pensar que fuera a someterme y abusó de mí. A pesar de que eso ocurrió hace ya muchos años en la colonia El Anhelo es algo que jamás podré olvidar”, recuerda.
Aturdida por el miedo, la vergüenza, y la desintegración familiar por la que estaba atravesando, Guadalupe entró a una etapa de aflicción. No
denunció a su agresor a pesar de que durante días éste la siguió buscando.
“Yo creo que a esa edad como muchas mujeres no sé qué pasaba por mi cabeza y no lo acusé. Jamás quise volver a verlo. Desde entonces todo cambió, me afectó mucho.
“Mi corazón estaba partido, mi moral por los suelos, se me juntaron los problemas de la casa, papá nos dejó, comencé a tener malas amistades, estaba muy desubicada; me salí de mi hogar, agarré los vicios y caí en prostitución”, agrega.
De una forma contundente asiente con su cabeza cuando se le cuestiona si ser bonita en Reynosa puede ser una desventaja. Lo es, asegura, por el riesgo que representa ser el centro de la atención “principalmente cuando estás jovencita” y hay personas al acecho buscando aprovecharse.
Paradójicamente su belleza e inocencia se convirtió en un flagelo por el cual inició de manera abrupta su sexualidad y posterior entrada al mundo de las drogas.
“Llegué a vivir en la calle, durante mucho tiempo pasé inconsciente hasta que me quedé dentro de ese ambiente. Conocí supuestos amigos que en vez de ayudarme me hundieron.
“Vieron en mí un objeto, me ponían clientes y ya no me cuidé. Tenía 17 años cuando comencé a ejercer la prostitución y no me importaba porque mi bolsa estaba llena de dinero”, recuerda.
ENTRE BARES Y CABARETS
A partir de entonces la vida de Guadalupe tomó un giro más dramático, pues había entrado tanto a ese entorno de excesos que ya no supo cómo salirse. Por el contrario, fue más allá cuando se refugió por primera vez en la ‘zona de tolerancia’.
Atrás había dejado esa imagen de niña inocente. Todos los días se prostituía por horas. Poseedora de un cuerpo envidiable pronto le llovieron invitaciones en otras ciudades de la República Mexicana para debutar en los ‘table dance’.
“Llegué a lugares que jamás imaginé, donde los hombres se peleaban por pasar una noche conmigo. Trabajé en la zona de Monterrey, Nuevo Laredo, Matamoros, Piedras Negras, etcétera y me convertí en bailarina de centros nocturnos.
“Luego me embaracé… Soy madre soltera, tengo tres hijos de diferentes padres, quienes viven con mi mamá”, pormenoriza.
Describe que en este escenario de lujuria e inmoralidad el dinero fluye abundantemente, pero aclara que éste no lo es todo, he tenido que padecer maltratos, desprecios, el rechazo de la gente, enfermedades y soledad.
“Yo tuve que encontrarle el lado amable, porque esa vida es muy dura y difícil. Obviamente la familia no siempre te apoya, te enfrentas a muchas circunstancias y también te avergüenzas”, revela.
> ¿En más de 20 años como prostituta ganaste mucho dinero?
“Sí, pero así con la misma lo desperdicié también. Hay gente que fue más inteligente, que construyó sus casas y tiene sus cuentas, que sacaron provecho y se retiraron; sin embargo, yo en mi caso no”.
> ¿Cuánto es lo más que ganaste en una noche?
“En un fin de semana en Ciudad Acuña (Coahuila) me gané 20 mil pesos. Pero de igual manera le giraba a mi mamá la mayor parte y me quedaba con algo. El vicio también me restó ganancias, porque me hice adicta y conforme fue pasando el tiempo lo que agarraba nada más era para drogarme”.
> ¿Qué drogas consumías?
“Cocaína, marihuana, he probado un poco de todo”.
> ¿Has tocado fondo?
“Sí, he estado a punto de la muerte por sobredosis de cocaína. Acababa de tener a mi hija y esa vez la vi cerca”, detalla la entrevistada.
HA COMPARTIDO
LA CAMA CON MILES
Sin rodeos Guadalupe reconoce que es una prostituta “hecha y derecha”, pero también un ser humano, y como tal externa el deseo de que su historia se conozca, ya que puede orientar a otras personas para que no cometan sus mismos errores.
Durante dos décadas calcula haber tenido relaciones sexuales con miles de personas. Afirma que compartía la alcoba “hasta con ocho personas en promedio a la semana, dos o tres por noche” en su época más activa. Explica que mezclaba el más viejo de los oficios con el baile y la fichada, cuando ganaba por estar “acompañando a un fulano” en una mesa.
Señala que también le ha tocado estar con “gente mala” en este ambiente, que la han golpeado, pero que casi siempre esos percances son fuera de los negocios, cuando se topa hombres en la calle que quieren obligarla a subirla a su auto o cuando éstos no llevan dinero.
“Una vez tuve que arrojarme por una ventana desde un carro en movimiento, porque un tipo aparte de que quería abusar de mí me quería matar. Eso pasó aquí en Reynosa por la carretera Ribereña hace ya algunos años.
“Me fue como en feria, quedé muy lastimada. Tras esa terrible experiencia me fui a mi casa y durante cuatro años estuve fuera del negocio, porque vi la muerte de cerca y a cada rato me cuestionaba qué estaba haciendo con mi vida.
“Me recuperé, dejé vicios, drogas, sexo, todo… y me puse a trabajar; sin embargo, con los años regresé a este trabajo por la misma necesidad”, declara.
LOS ASPECTOS
MAS INTIMOS
Guadalupe niega haber caído alguna vez en una red de ‘trata de blancas’, pero asegura que sí le ha tocado ver casos de mujeres a las que “padrotean”.
“Yo me he salvado de caer como esclava sexual. A una persona en esas condiciones le aconsejaría que en una primera oportunidad lo denuncie. Que sea valiente, que huya y luche por su vida”, sugiere.
Pero así como las prostitutas también están expuestas a los peligros, de igual forma sufren decepciones sentimentales:
> Y hablando del corazón, ¿te has enamorado?
“Sí, y me han roto mi corazón muchas veces también. Porque llega una persona nueva a tu vida y te emocionas. En este trabajo es difícil tener una pareja que te acepte y respete por lo mismo. No cabe en la cabeza de alguien más que te vayas con un cliente, que estés tomando con él y te esté agasajando.
“Obviamente siempre son celos y problemas, porque lo que es muy complicado que un hombre te soporte todo eso, a menos que te quiera mucho. Actualmente puedo sentirme afortunada porque tengo una pareja, pero a veces no nos alcanza y tengo que vender mi cuerpo”.
> ¿Has pensado retirarte definitivamente?
“Pues sí, creo que todos tenemos derecho y la oportunidad de volver a rehacer nuestra vida, siempre y cuando uno quiera. Yo he podido irme muchas veces con alguien y empezar de nuevo hablando de lo económico, pero sentimentalmente no, por eso me detengo, porque no puedo fingir y siento que voy a ser
infeliz aunque tenga todas las comodidades. Dentro de mí va a estar ese hueco y vacío…”, abunda.
No obstante, Guadalupe atesora infinidad de recuerdos de las personas con las que ha compartido su cuerpo e incluso de aquellas a quienes sólo vio por vez única en la vida.
“He hecho muchas amistades. Gente a la que ya no volví a ver, pero que el corto momento que tuvimos juntos pasamos lindos momentos, algunos tristes y otros alegres. Porque más allá de un placer escuchas a alguien que tiene un problema, y también te escuchan, te apoyan, te aconsejan y te tienden la mano.
“Se siente bonito y a la vez es extraño, pero resulta sorprendente como una persona a la que no conoces te hace sentir tan bien”, comenta mientras apaga la colilla de su segundo tabaco.
Sin tapujos cuenta que así como ha tenido desagradables experiencias –por lo que implica dedicarse a esta actividad– al acostarse con personas de todos los aspectos (sucios, tomados, orinados y drogados), también se jacta de haber estado con los hombres “más limpios y hermosos”:
“Pasan los días y de repente te llegas a acordar de esa persona con la que pasaste tiernos momentos. Y piensa uno –¡Chihuahua!, ¡cómo me hubiera gustado conocerlo en otra forma y circunstancias!–, pero así es esto…
“Y no puede uno encariñarse, aunque a veces es difícil separar las cosas del corazón con las del negocio, sobre todo cuando la persona con la que estás te atrae tanto, pero en esto no conviene enamorarse, porque vas a salir sufriendo”, sostiene.
‘FLOJITA Y COOPERANDO’
Guadalupe enciende su tercer cigarro y prosigue con su charla… Y para retratarla con mayor exactitud lleva su plática –en el mundo de la prostitución– de extremo a extremo:
Manifiesta que por lo general una sexoservidora tiene una lucha interior constante, porque debe de aprender a dominar su mente y hacer cosas muchas veces en contra de su voluntad.
“Tienes que disfrutarlo para que no sea tan difícil y el cliente se quede satisfecho, aunque también suele pasar que no te gusta cómo te tocan y dice uno, sabes qué, mejor no, ten tu dinero.
“Uno lo está haciendo por interés y obviamente se fija en lo que te van a pagar. Siempre cobro algo, porque tengo que comer, dar el dinero de la renta y mantener a mis hijos. Tú ves a la persona y la analizas porque tampoco quieres que se porte mal y salir afectada”, remarca.
Advierte que otro de los peligros que se corren en el ambiente de la prostitución y sus acompañantes, son las enfermedades venéreas a las que se exponen.
“A mí embarazada una vez me pegaron sífilis y pues me tuve que inyectar y tratarme por mi bebé y después por mí. Son sustos que tienes que ponerte pilas, porque es peligroso.
“¿Que para no contraer Sida cómo le hago?, pues cuidándome. Si te tatúas e inyectas droga no debes utilizar la misma jeringa. Cuando tienes relaciones igual, que si se rompió el preservativo. A veces se te queda dentro y no te das cuenta sino ya hasta después”, refiere.
Para dedicarse a la prostitución esta madre de tres hijos expresa que cada semana debe revisarla el doctor, pues reconoce que no siempre utiliza preservativos.
“Porque hay personas a las que no les gusta y ya queda a tu criterio si te las avientas así o no… Sí lo he hecho (sin usar condón), para qué les voy a mentir, aunque luego me entra el remordimiento y las dudas.
“No es recomendable, porque te quedas con la intranquilidad. Porque a veces los clientes se ven bien sanos por fuera pero por dentro no sabes cómo esté el asunto”, sopesa.
LA DEJARON MARCADA
Quienes subsisten en el ambiente de la prostitución, alude Guadalupe, han llegado experimentar las circunstancias más viles y espantosas, las cuales van desde todo tipo de vejaciones hasta presenciar asesinatos, problemas motivados por peleas sin sentido, ajustes de cuentas y cuadros sentimentales.
“Ves muertes, pleitos, Una vez en Nuevo Laredo un hombre apuñaló a un homosexual por haberlo engañado, porque le bajó una feria y le hizo creer que era mujer. Y cuando se dio cuenta esta persona salieron del bar y se empezaron a pelear; su cliente enfurecido lo acuchilló y ahí quedó tirado y la gente viendo como si nada. Yo me espanté bastante y son sucesos que te dejan impactada”, evoca mientras apaga su tercer cigarro.
Y es que las anécdotas de una sexoservidora como ésta son por montones, tanto que el tiempo pareciera no ser suficiente para contarlas todas, algo que ella se toma con humor.
“Me ha tocado estar con personajes de todo tipo: políticos, beisbolistas, artistas. Me he drogado con ellos. Abogados, estudiantes, maestros, pastores, sacerdotes, de todos, policías y soldados. Yo me quedo así wow (risas), bueno, cada quien… Puede parecer sorprendente pero hay mucha gente que lleva una doble vida. Hombres que aparentan serlo pero de repente quieren que les hagas cosas…
“Como te toca estar con muchos viejitos, algunos todavía jalan (sonríe)… también con jóvenes en su primera vez que, aclaro, llevan sus papás. Yo les pregunto, porque eso va bajo la responsabilidad de los grandes”, relata.
En este pecaminoso ambiente externa que ha compartido alcoba con varias personas al mismo tiempo, lo cual es más común de lo que se piensa.
Guadalupe considera que “eso es lo más loco” que le ha tocado hacer; no obstante, el hecho de estar con una persona y con otra ha tenido también consecuencias en su organismo.
“Pierdes la sensibilidad a la hora de tener intimidad y llega un momento en el que ya no sientes. Queda una rosada (risas) y tu cuerpo lo reciente, aunque cuando estás con la persona a la que quieres es diferente y uno sí lo disfruta”, compara.
> ¿Algo que tú consideras que te falte en este mundo?
“Ay, pues yo quisiera tener una estabilidad y un patrimonio para mis hijos. Ellos saben a lo que me dedico, jamás se los he ocultado ni tampoco me han reclamado.
“Tengo una hija y jamás quise que estuviera en este ambiente. Se casó, agarró un hombre bueno y gracias a Dios no siguió mis pasos”.
> ¿Tienes algo de qué culparte?
“Sí, porque quisiera regresar el tiempo para haber tomado otra decisión en cuanto a mi estilo de vida, porque ahorita ya es muy difícil intentar recuperar todos esos años.
“Me he intentado acercar a Dios y creo en él. La prostitución es como un trabajo, pero al mismo tiempo es como una debilidad que te arrastra, porque estás luchando contra ataduras espirituales fuertes y llega un momento en el que esto te jala hacia lo malo”.
> ¿Te deprimes?
“Sí hay momentos en los que lloras, porque ves para atrás y no tienes nada hecho, nada bueno que presumir. No puedo decir que soy licenciada, maestra. Sí a veces lloro, es bueno porque me desahogo.
“Aunque si pudiera decirle algo a la gente a manera de aprendizaje, principalmente a los jóvenes, les diría que piensen bien las decisiones que tomen, porque todas y cada una van a producir un resultado.
“Les aconsejaría que nunca dejen sus estudios y que hay tiempo para todo; para divertirse y para hacer su propia vida”, remarca Guadalupe, antes de levantarse, preguntarle al reportero cuándo saldría su historia y proseguir su acostumbrado camino.
LA VIDA GALANTE
Como ella, son decenas las mujeres que aún trabajan en la ‘zona de tolerancia’ de Reynosa. Algunas se han mantenido por décadas viviendo en las pequeñas cuarterías, mientras que otras acuden periódicamente a prostituirse o a trabajar en los centros nocturnos y bares.
Asomadas por las puertas de sus pequeños cuartos, se cohiben al ver que hay cámaras fotográficas y se esconden detrás de las cortinas.
En una tienda que hay dentro se encuentra comiendo un tamal doña Carmelita. Esta cantinera de 60 años de edad sonríe con las preguntas del reportero y accede a platicar cómo transcurre la vida en este lugar.
Indica que muy lejos quedó la época en la que pululaban los visitantes. Ahora el sitio parece el escenario de una película de peligro y olvido.
“Antes era una época de esplendor, había mucho turista. Muchos americanos, todas las calles estaban pobladas de gente. Se podía experimentar la algarabía. Todos los negocios trabajaban y tenían música viva en las noches.
“Aquí se trabajaba día y noche. La gente de las barras estaba 24 horas aquí y 24 horas descansaba. La de los cuartitos lo hacían el tiempo que querían”, rememora la mujer de cabello corto canoso.
Vivir aquí tiene un costo y en la década de los ochenta, cuando ella llegó, recuerda que la renta era de 30 pesos al mes. Agrega que también y como hasta hoy en día las sexoservidoras debían “talonearle” para pagar su registro y los chequeos del médico.
Y menciona Carmelita que los terrenos de este territorio –elegido especialmente por las autoridades para que el oficio de la prostitución no se saliera a otras calles de Reynosa– son particulares. Algunos locales pagan su arrendamiento y otros solamente los impuestos y correspondientes permisos.
LOS NIÑOS DE LA ‘ZONA’
La entrevistada se remonta a una época en la que incluso había infantes viviendo en este lugar de libertinaje y perdición. La gran mayoría eran producto de las relaciones furtivas que sostenían las sexoservidoras con sus visitantes, por lo que difícilmente les podían establecer una paternidad.
Como las prostitutas eran por lo regular originarias de otros Estados de la República no disponían de más lugar que éste para cuidarlos.
“Era común observar a las mamás con sus niños y aquí rentaban cuartitos, porque casi todos los negocios tienen hacia dentro sus cuarterías.
“Yo después me fui unos años a Estados Unidos y pienso que las autoridades ya no permitieron que vivieran niños aquí, por todas las cuestiones indecentes a las que estaban expuestos, pero aún me tocó ver que en esos cuartitos las prostitutas los tenían viviendo y los criaban”, testifica.
En esta inusual descripción Carmelita da unos pasos y hace gestos con la boca al mencionar que el “Ciro’s” y el “Papagayo” era dos de los establecimientos nocturnos con mayor demanda, los cuales ahora se observan abandonados.
“Aquí no bailaban vedettes, sino eran salones de baile que trabajaban con música viva los jueves, viernes, sábado y domingo, desde las seis de la tarde en adelante.
“Tocaban los músicos y había mujeres en la banca, que eran las que bailaban por dinero. En aquellos años se cobraba un peso cuando yo estuve aquí.
“Y por otro lado se encontraban el Homero’s, y Lipstick, dos centros nocturnos que eran de primera. Las mismas mujeres que trabajan ahí eran las que daban el show, las que tenían más o menos el cuerpo de verse”, comenta.
A posteriori explica que la ‘zona de tolerancia’, ubicada a unos pasos de la Casa del Migrante, entró en decadencia; no obstante, aún sigue siendo recordada como ‘el paraíso del pecado’ y visitada principalmente por residentes locales e indocumentados.
“Yo era cantinera, trabajé en las barras. Mi primer sueldo fue de 50 pesos por 24 horas en el ‘Paralelo 38’, pero obviamente sí me tocó ver todo lo que estaba pasando alrededor.
“Es una vida difícil también porque tienes que soportar borrachos, pleitos, locos, sucios y de todo. Mucha gente conoce a la prostitución como ‘la vida fácil’, pero no es así, se sufre, se experimentan muchas humillaciones, enfermedades y también
la soledad”, detalla.
Carmelita ahora atiende de noche el estaquillo de la calle principal en la ‘zona’, del que sale todos los días a las seis de la mañana. Manifiesta que a diferencia de otras décadas, actualmente el panorama sólo da para “ir subsistiendo”.
Los estragos propios de la época han hecho de estos giros negros un punto aún más perdido en la frontera, el cual asombrosamente aún existe por los insaciables deseos del ser humano de tener una ‘compañía prohibida’.
‘La primera zona fue incendiada’
Quienes se dedican a contar la historia tienen algo que decir acerca de los sitios prohibidos en Reynosa, algunos de los cuales desaparecieron y otros siguen funcionando.
Jesús Cavazos, fotoperiodista con más de 50 años de trayectoria, recordó que en el año de 1981, cuando llegó al poder el gobernador del Estado, Emilio Martinez Manautou, clausuró las zonas de tolerancia en toda la entidad y eso también ocurrió en la frontera hasta 1987, una orden que le tocó implementar al entonces alcalde, Efraín Martínez Rendón.
“Y luego se reanudó la ‘zona’ hasta 1988 porque esto se convirtió en un problema, pues la prostitución se salió de sus límites y no había control en las calles”, dijo.
Como anécdota, el entrevistado señala que la mayoría de los dueños de los “tugurios” no invertían en sus locales, por lo cual era muy fácil enterarse en los alrededores de la colonia Ramos cuando alguien había acudido al ‘sitio prohibido’, principalmente en tiempos de lluvia que la gente salía de ahí toda enlodada.
Por su parte el antropólogo por la Universidad de Austin y actual cronista municipal, Martín Salinas Rivera, menciona que en la primera década del siglo XX había un lugar conocido como “La Nopalera”, muy cerca de la calle Josefa Ortíz de Domínguez, donde ya existían mujeres que ejercían la prostitución en Reynosa.
Después de que se construyó el puente internacional Reynosa-Hidalgo en 1926, surgió de una forma establecida la primera ‘zona de tolerancia’, que estaba bardeada y tenía casas de madera.
“Era para el turista americano. Incluso, existe una serie de expedientes de causas criminales en el archivo, que detallan ciertos hechos como el caso de una sexoservidora conocida como Charlotte Delacroix, de origen francés, que trabajaba ahí y murió junto con su pareja, envenenada tras haberse comido unas sardinas”, refiere.
Comenta que en el periodo conocido como de la “prohibición”, en el cual eran ilegales en Estados Unidos el alcohol y las casas de juegos, es que esos negocios comenzaron a proliferar en México.
Salinas Rivera hace alusión a otra de las historias que marcaron una época a finales de los años veinte: la de un hombre que cuidaba el estacionamiento del principal centro nocturno que había en la ciudad.
Una década después, comenta el antropólogo, fue quemada la primera ‘zona de tolerancia’ y entonces se suscitó el traslado a la colonia Ramos donde el acceso era accidentado y se dificultaba por las lluvias, pues frente a este sitio (donde ahora se encuentran edificios del gobierno municipal, incluido el Archivo Histórico), pasaba el ‘dren de las mujeres’.
Agrega en tanto el fotógrafo municipal, Jesús Cavazos, que se le nombró así por ser el lugar a donde iba la gente a lavar y no por las mujeres que se prostituían, como algunas veces se le ha asociado.
Pero hablando de este centro de prostitución como tal, Cavazos menciona que a lo largo de las décadas se ha pintado de anécdotas y también de algunos sucesos trágicos, como aquellos en los que los hombres morían por infartos por pasar unas horas de sexo, embriagados por los gritos y jadeos; dando el último suspiro en los brazos de una mujer.
Asimismo reconoce que la fisonomía de este sitio es única en Reynosa, y que, a pesar de haber tenido llamativos centros nocturnos, en general nunca cambió su aspecto descuidado.
De manera que en la ‘zona de tolerancia de Reynosa’ los años y el polvo siguen rodando a la comparsa de muchas mujeres y hombres que así como llegan también se van o ya murieron…, quedando de este ambiente de perdición los ruines y al mismo tiempo, seductores recuerdos.