
La tensa calma navegaba bajo el inclemente sol que abrazaba -como suele hacerlo- al sur de Tamaulipas. Caras largas, de ¿wath?, de: qué chingaos pasó. De: qué chingaos hicimos mal, de: ¿ya valió madre?
Ese era el domingo 5 de junio, esperado por muchos; el de la definición, el de la historia, el del probable parteaguas en Tamaulipas o el de la continuidad.
En Tampico, Madero y Altamira la película es la misma que en las ciudades de la frontera, de la frontera chica y de la capital, sólo que aquí, al ser zona metropolitana, pareciera que el suspenso es más intenso, va y viene por todo el corredor de la mancha urbana.
Es el cierre de las casillas electorales.
“PAN, PAN, PAN… PRI, PAN, PAN…”
Los escrutadores cantan y cuentan los votos. Las dudas comienzan a despejarse, Acción Nacional está tomando la delantera en la elección de gobernador en bastiones priistas. En casillas muy “tricolores” de la colonia Infonavit Jesús Elías Piña, como la básica 1372, la 1370 y otras “muy concurridas”.
El patrón se repite en algunas secciones de la colonia Solidaridad Voluntad y Trabajo, mejor conocida como “La Borreguera”.
Ahí está María, de piel morena, tostada por el sol, de complexión gruesa, sudorosa, despeinada y sin gota de maquillaje. La lideresa está encabronada.
-¿Qué chingaos pasó? Nos están chingando en todas, en la mayoría. Tengo reportes de Altamira, de Madero, de aquí de casi todas las de Infonavit y hasta en la Borreguera nos están dando una chinga, -platica la lideresa a un operador priista de la región.
-Y luego, ¿no sacaste a tu gente?
-Sí, pero esta vez se nos adelantaron; creo que estábamos almorzando y ellos madrugaron.
-¿Pero cómo chingaos?
-Pues ellos (los azules) pagaron el voto hasta en 1 mil 500 pesos.
-Ta´ madre, no pues así… está cabrón.
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La tensa calma persiste. Las manecillas del reloj avanzan al tiempo que los votos se cuentan en las casillas. PAN, PAN, PRI…
Afuera de algunas secciones como las del Cobat de la colonia San Genaro, al norte de Tampico, unos grupos de choque velan armas. Están dentro de camionetas cerradas con clima y otros en pick ups; portan palos, radios de comunicación y seguramente algo más.
Son decenas.
Los que saben de estos rituales “democráticos” dicen que son, la mayoría, panistas, simpatizantes o contratados por el PAN.
También hay algunos priistas, tienen finta de policías, federales o militares, pero éstos son los menos. Una escasa patrulla de la policía de Fuerza Tamaulipas está a la expectativa, frente a las casillas calientes, al otro extremo de los grupos de choque.
Pareciera que los tipos aquellos de miradas torvas y extraviadas están esperando una orden.
Un helicóptero sobrevuela a baja altura sobre todo alrededor de las casillas consideradas como focos rojos.
Los operadores priistas y panistas aguardan afuera de infinidad de casillas. Algunas, por precaución, están cerradas.
A la San Genaro llegan más patrullas y los grupos de choque empiezan a dispersarse poco a poco.
La tarde cae en el sur tamaulipeco pegado al golfo, y mientras los panistas comienzan a festejar por toda la entidad, sin número oficiales, los operadores priistas siguen lamentando la forma en que se vislumbran los resultados.
Tamaulipas, al igual que Veracruz es nota nacional.
“No hubo incidentes que lamentar”. No hubo violencia, o fue mínima.
Cabeza, tras seis años de campaña, desde que aquella vez que se quedó en el camino era el feliz depositario de un hartazgo colectivo, de una sociedad dolida por la inseguridad, la violencia, la corrupción e inacción de muchos de los cuadros priistas.
La coyuntura, aprovechada con una publicidad propagandística con efecto dio el triunfo al PAN, pese a que su candidato, hoy gobernador electo, está altamente cuestionado no sólo por su pasado turbulento, sino por su ostentosa riqueza amasada en muy poco tiempo.
La euforia por la alternancia habrá de durar casi cuatro meses más, pero a partir del 1 de octubre de este año se verá si Tamaulipas cambió de sistema, o el sistema cambió sólo de color, como ocurrió en México en el año 2000.
Al tiempo.