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‘Dr. House’ (mexicano) en el Seguro Social

16 de abril de 2016 por Alejandro Salas

La enfermera de medicina preventiva seguramente me dio artículos de más. Exageró, creo que ya quería ir a comer o terminar su turno. Me dotó de una ristra de preservativos, unos seis sobres de suero, tres cepillos dentales, unos pomos más chicos que los jarabes tradicionales, dizque para hacer un enjuague bucal y ver si hay piezas dañadas o sarro, y tres folletos.
Los impresos son para prevenir enfermedades de transmisión sexual, sobre la diabetes y la hipertensión. Pienso: o me vio muy fregado o se imaginó que era yo un solterón irresponsable; de hecho por esto último intenté medio reclamarle.
-Oiga yo soy casado y…
-Tiene hijos, me dijo de inmediato.
–Sí –le contesté incrédulo.
–Pues déselos. Y se fue; desapareció en ese mar de gente de la Unidad Médica Familiar 33 (UMF) del IMSS en Reynosa.
Es la hora del ángelus aquí en esta clínica del Seguro Social, por cuyo interior y exterior podría ser cualquiera de Monterrey, de Saltillo, de Chihuahua, etcétera. Gris y sólida por fuera, en color crema y uno que otro vivo verde por dentro, pisos pálidos y con esa mezcla de olores a alcohol, merthiolate, cloro y un vaho de aire acondicionado con falta de mantenimiento.
Desde que tengo uso de razón, más que detestar, le temo a las clínicas y hospitales. ¿Y quién no les teme? Pues los doctores, enfermeras y todos sus trabajadores, no, ellos se mueven como peces en el agua.
Pero a esta hora pico, con poco más de 400 personas tan sólo en la planta baja de la unidad, los empleados ya quieren acabar su turno, y los enfermos ya queremos irnos a casa o a la chamba.
Eso concluyo. La enfermera que me midió el abdomen, que me detectó sobrepeso y que me dijo que de azúcar andaba bien (que por cierto me pichó dos veces mí índice derecho) ya se quería ir.
Qué más da, me digo a mi mismo y sigo leyendo los anuncios de las paredes. Hoy estoy aquí con una hora y media de anticipación para mi consulta y no traigo ningún libro, ningún periódico y como no uso smartphone, no agacho mi cabeza como medio mundo ahí, que deslizan con rapidez sus dedos en las pantallas de sus aparatos.
La mayoría está sumergida en Facebook y en el WhatsApp. ¡Hasta lo niños traen sus tabletas y se la pasan jugando! Yo ya releí mis mensajes de texto de mi celular Nokia antiguo y ahora estoy como el desvelado que en la madrugada ve en el televisor los comerciales de extractores de jugo y aparatos para reducir peso y tallas milagrosos, sólo que yo leo todos los anuncios.
Al menos así no siento que perderé una hora 30 minutos de mi vida.
Pero creo que ya leí todos los anuncios. Uno hasta me aportó números duros: IMSS
UFM 33 Sistema de Abasto Institucional Nivel de Atención/ Marzo-2016/ Recetas recibidas 45928/ Recetas Surtidas totalmente 42834 (93.30 %) Recetas surtidas parcialmente 701 (1.53%) Recetas No surtidas 2393 (5.21%).
Con razón tanta gente.
Ya releí (como si fuera para examen) los anuncios de las paredes dirigidos a los “estimados derechohabientes”, los requisitos para surtir recetas, la carta de los derechos de los pacientes, el código de conducta del IMSS y ¿Qué es una emergencia?
Claro, lo mío no es una emergencia (¡o quién sabe, con eso de que los males cardiacos son a veces silenciosos!) Estoy ahí en la antesala del consultorio 22, a un lado de Servicio de Atención Médica Continua, donde, a diferencia del exterior del resto de consultorios, la gente no está clavada en los móviles o tabletas.
No, ahí tienen caras largas, de preocupación, están en sillas de ruedas, han llegado ahí con muletas y hay un par de niños llorando a grito abierto y otros tres corriendo como si estuvieran en los juegos de un restaurante. Algunos hombres y mujeres ancianos están acompañados de sus hijos.
De “reoído” escucho a un grupo de doctores hablar de política. Me entusiasma, me las ingenio y los sondeo. Oh decepción, no saben cuándo son las elecciones, ni qué se vota; de los siete, seis no van a votar, “para qué, siempre ganan los mismos”; uno no sabe aún por quién y a lo mucho dicen que han oído hablar más de Baltazar Hinojosa que de Cabeza de Vaca.
“Son lo mismo, señor”.
En el IMSS es fácil entablar plática. Todos estamos ahí por lo mismo o por algo similar. Entonces sondeo a más gente. Ya vienen las elecciones… en junio… ¿quién ganará para alcalde?, ¿quién ganará para gobernador en Tamaulipas?
Unos se ríen, “quién sabe”; otros dicen: pues en el Estado el del PRI y a lo mejor en Reynosa el independiente. Pero de mis 20 “encuestados” ¡17 no piensan votar! Ni para gobernador, ni para diputados ni para una chin…, me dicen. Sumado a los 7 doctores que también les vale un cacahuate quien vaya a gobernar el Estado, otra vez saco otra conclusión muy particular, el abstencionismo puede ser el ganador.
En eso estoy cuando la enfermera que una hora y pico antes me hizo el chequeo y el cuestionario de medicina preventiva y me dio todos aquellos artículos regresa y se compadece de mí, pues me da una bolsa de plástico transparente para que eche ahí mis “obsequios”, y de paso, me dice:
-Como no hay lugar, y usted tiene ya buen rato, siéntese ahí, donde yo estaba, en esa silla, a un lado del escritorio.
Pero apenas dejé caer mi humanidad en aquella silla y puse sobre el escritorio la bolsa con medicinas y lo demás y un buen hombre de sobrero “de la tercera edad” se me acerca para agradecerme algo.
Habla fuerte el señor.
-Doctor –me dice con ojos vivaces y esbozando una sonrisa- gracias por el tratamiento, me siento mucho mejor.
Pá pronto otra mujer, también adulto mayor se colocó atrás de él y atrás de ella una joven embarazada.
Yo, empezando a preocuparme, me llevé la diestra al rostro, toqué mi escasa barba de tres días, recordé que llevaba camisa blanca y pantalón que algún día fue caqui, y aunque quiero aclararle al señor que no soy galeno, me aprieta la mano, me palmea y se va.
Entonces veo a mis otras dos “pacientes” y las desilusiono de inmediato: “Oigan… no soy doctor”.
Y se ríen. Yo me río más. Me siento todo un House mexicano, moreno y con kilos de más, pero eso, doctor de mentis.
A doña Nica le hubiera encantado que hubiera sido Médico Cirujano Partero, pero fui reportero, y creo que eso también le agradó al grado de que era mi fan. Por cierto, me apuro, porque hoy me toca escribir ¡Y no tengo tema!

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