
Un gran dinosaurio se plantea una eterna pregunta sin respuesta: ¿Qué hubiera pasado si el asteroide que golpeó la Tierra hace millones de años, hubiera pasado de largo? El cataclismo provocado por el monolito procedente del espacio extinguió los dinosaurios. En la nueva aventura del maravilloso dueto Pixar-Disney, se muestra una hipótesis de lo que hubiera sido la vida en el orden invertido.
Aquí los dinosaurios no solamente son los reyes de la creación, sino que, además, han evolucionado como seres inteligentes, y sus mascotas son los humanos. Los saurios han desarrollado avanzadas formas de socialización, con sistemas de vivienda, propiedad privada, alimentación y de valores que son, por decirlo de una forma, bastante humanos.
En una familia con estas singularidades, existe un torpe saurio, subdesarrollado, anómalo, que es objeto de compasión y hasta de discriminación. Hasta que un día tiene que probar sus capacidades.
Un gran dinosaurio plantea, desde un punto de vista único, la vida en el orden natural invertido. La magia temática de Pixar, con la excelencia de animación de Disney, crean, en conjunto, una bella fábula, de aspecto hiperrealista, sobre la compasión y el proceso de crecer mediante duras pruebas de la vida.
Arlo, el joven dinosaurio, es un inútil, pero la fatalidad lo lleva a un exilio involuntario. ¿Qué puede hacer lejos de los suyos? ¿Cómo puede defenderse, si es miedoso? Los mismos golpes de la lucha por la sobrevivencia le indicarán las respuestas.
Afortunadamente, en su búsqueda de adaptarse a todos los públicos, la dupla creativa de animación se concentra en agradar a los niños de edad escolar. La trama es tan sencilla y encantadora, que conmueve por su deseo evidente de llegar a la audiencia infantil, con una genuina historia para su disfrute.
El dinosaurio es nostálgico, y en su proceso de madurez, no sabe cómo conducirse en un mundo hostil y lleno de depredadores. Hasta que encuentra la amistad inocente y silvestre del pequeño Spot, un niño de las cavernas, carente de lenguaje hablado, salvaje que, pese a ello, tiene bien definidos sus valores de lealtad y compañerismo.
Aunque la película va dirigida a los pequeños, muestra algunas enseñanzas que pueden ser bien atesoradas por los grandes. Una de ellas, quizás, la más valiosa, es el de la humildad. Spot, el aborigen es el representante de toda la especie humana. Desde su pequeña estatura, transparencia y carencia de malicia, recuerda qué diminuto es el hombre, en el inmenso paisaje de la creación. Y que, pese a natural soberbia, aquí no es el protagonista de la obra de Dios.
En esta reflexión sobre la predominancia de las creaturas de la Tierra, se le presenta a los humanos como seres inferiores, no solo en tamaño, sino en poder e inteligencia. Los dinosaurios, reconocidos como especie de cerebro pequeño y gran poder por su enorme masa física, gobiernan por encima de toda la creación.
Las personas, que buscan siempre un destino gregario, pudieron haber sido colocados en la parte inferior de la pirámide evolutiva, como carnada de los seres más fuertes. Y tal vez no hubieran obtenido la potestad natural de enseñorearse en el planeta, si no es que un importuno meteoro un hubiera extinguido a los enormes lagartos.
Además de la temática singular, se agradece que la película acerque a los chicos al tema de los dinosaurios, que siempre ha fascinado a la humanidad y que, aquí, se muestran en una aventura que los convierte en humanoides y les aporta un sentido distinto en el proceso del desarrollo de las especies.
Con ecos de El rey León, Un gran dinosaurio es una producción que lo mismo será disfrutada por su trama, que por el majestuoso despliegue técnico que muestra la animación en su nivel más realista, hasta ahora.
Los chicos la van a disfrutar y los grandes reflexionarán.