
El viejo James Bond está de regreso. Y es bienvenido.
Después de casi una década, la era de Daniel Craig como personificador del implacable espía inglés, había llegado a un punto de crisis. El personaje aún lucía encantador, pero su tendencia hacia la depresión amenazaba toda la franquicia. El agente con licencia para matar se había estancado en una etapa oscura de su vida azarosa, llena de asesinatos y balas. Necesitaba salir de ahí urgentemente.
En 007: Spectre, el director Sam Mendes le dio un giro espectacular a la serie. En esta entrega 24, regresa a los orígenes. Sin alejarse de los adelantos tecnológicos y la paranoia del terrorismo, que ocupa los desvelos de todos los sistemas de inteligencia del mundo en el nuevo milenio, Mendes retrocede unas tres décadas para hacer al espía divertido, sin dejar de ser realista.
Como en los mejores momentos de Sean Connery y Roger Moore, Craig vuelve a enfundarse en el tuxedo, pero sin llorar por el pasado. Ahora se muestra cínico con la vida, y cruel en el homicidio, como es su gélida tradición. Pero también recupera el buen humor y la acción de la antigua escuela.
El super espía creado por Ian Fleming vuelve a las persecuciones aéreas, a las andanzas por las cornisas, las carreras en coches de lujo y también a galantear de una manera alegre, como no lo había hecho en años.
Bond comienza la acción en un escenario exótico. En esta ocasión, el lugar es el Distrito Federal, en pleno día de muertos. La escena inicial es espectacular, maravillosa, de una tonalidad emotiva elevadísima, con una persecución a pie entre multitudes de paisanos que celebran en un inexistente desfile de difuntos. Luego, el encuentro se va al aire, en un helicóptero, donde ocurre una de las mejores escenas aéreas de acción que se ha visto en todas las películas de la saga.
A partir de ahí, la actividad no se detiene. Afortunadamente, en esta ocasión, hay muy pocos escritorios y abundante violencia. A diferencia de capítulos pasados, en los que la anécdota pasaba por muchas oficinas y largos episodios burocráticos, ahora hay mucho trabajo operativo, con Bond en el campo de batalla acompañado de una excelente chica fatal, interpretada por Léa Seydoux.
En el regreso a su glorioso pasado, Bond encuentra también un villano corpulento. El gigante es Dave Bautista, conocido en el mundo de la lucha libre como Batista, que hace un gran trabajo físico, como homenaje a Richard Kiel, Mandíbulas.
Aunque interesante, la premisa se apega a la fórmula: suspendido de sus actividades profesionales, por su incómoda tendencia a la anarquía, Bond sigue solo su misión. En esta ocasión se encuentra obligado a salvar al mundo, pese a que sus superiores descreen de sus propósitos.
El viaje para desentrañar el misterio supone, para el agente Doble Cero, un doloroso encuentro con el pasado. Mendes y a los productores violentaron la tradición. Anteriormente, James era mostrado como un hombre sin antecedentes. Llegó de la nada al Servicio Secreto. Pero en esta ocasión, la historia se torna familiar y se revelan algunas situaciones de los orígenes del inmortal agente inglés, que cada año demuestra que tiene más vidas que cien gatos juntos.
En el camino debe llegar a las entrañas de una siniestra organización de terrorismo corporativo denominado Spectre que, ahora se sabe, tuvo relación con pasadas historias del espía. Christoph Waltz demostró en las cintas de Tarantino que es un excelente actor, y que encaja muy bien en el papel de villano cool. Sin embargo, fuera de las películas de Tarantino, sigue comportándose exactamente igual. El mafioso que domina Spectre es el mismo Doctor King Schultz, de Django, y el coronel Hans Landa, de Bastardos sin Gloria.
Toda la cinta es acompañada de un glamoroso score de Thomas Newman, que genera atmósferas crispantes en el suspenso, acogedoras en la intimidad, y trepidantes en las persecuciones. Los arreglos son de lo mejor que ha ofrecido la música de Bond al cine.
Los créditos de inicio son, como es la costumbre, una delicada pieza de orfebrería visual.
Aunque el personaje repite situaciones, por obligación del género, esta aventura con Spectre supone un gran regreso del 007, en un viaje interesante y lleno de adrenalina.