
Juan José Martínez Zúñiga vende periódico desde que tenía siete años de edad. Se levanta todos los días de la semana a las 4:30 de la madrugada, y afirma que desde hace mucho no conoce los descansos.
Cuando todavía la luz del sol tarda en aparecer él ya va camino hacia el bulevar Álvaro Obregón y más tarde la calle 20, donde se localizan sus puntos de venta. Gana 100 pesos al día que emplea en el mantenimiento de su paupérrima familia.
Nacido en Reynosa hace 44 años Pepe, como es conocido en su colonia, confiesa que la Navidad es una fecha como cualquier otra, porque nada la hace diferente al resto de sus días.
> Alguna vez ha tenido Nochebuena?
“Pues no como uno quisiera, porque no alcanza para más. Cenamos lo que hay, como todos los días. ¿Qué más le puede hacer uno?”, se pregunta y agrega: –¿Qué si intercambiamos regalos?–, no, la verdad no, porque no ha habido con qué comprarlos.
“El salario no alcanza. Ni siquiera para comer bien. Se junta para la luz, para la renta y para piquitos que se pagan aquí y se pagan allá, hasta ahí, es lo que alcanza uno nomás”, platica.
Juan José Martínez Zúñiga y su pobre familia han sido propuestos por unos vecinos para la campaña de Hora Cero “Una Navidad Diferente”, que busca hacer felices a varias familias de Reynosa con el adorno de sus casas, la cena del 24 y algunos regalos.
Este año 2014, él, su esposa y sus hijos y nieto, experimentarán algo nuevo que reconocen nunca haber vivido juntos.
ANHELA VIVIR EN UNION
Este padre de familia relata que creció en una familia desintegrada. Se crió junto con un hermano y su madre, a quienes sacaba adelante con los pocos pesos que obtenía vendiendo el matutino.
Cuenta que del resto de sus seres queridos hace tiempo que no sabe nada, sólo que tres de sus cuatro hermanos se fueron para Estados Unidos. No los ve desde que estaba joven. Su padre también radica en Texas, pero está discapacitado y sin la posibilidad de moverse, mientras que su mamá murió en 2009.
“La verdad sería un milagro si yo pudiera ver a mi papá después de tanto tiempo. Antes pasaba pa’ aquel lado, nomás que me robaron la visa y no sé de ellos”, comenta.
Pepe no tiene más estudios que la primaria. Su esposa tampoco fue más allá en la escuela. Tiene una hija adolescente que ya es madre y un niño de cuatro años.
“Crecimos cada quién pa’ su lado. Yo nunca he tenido infancia”, señala.
Por eso su niñez fue muy diferente a la de muchas otras personas, sin cuadernos y sin juegos, es por ello que “sí se sufre”, agrega.
En lo que hace corte y entrega cuentas, Pepe llega a su casa entre las siete y las ocho de la noche todos los días. Como es usual cena tortillas con chile y frijoles, que su esposa Claudia Aidé le cocina en el cuarto que es cocina, sala y recámara al mismo tiempo.
Este voceador se acuesta a las diez y duerme unas pocas horas para comenzar un nuevo día.
SONRIEN DE ALEGRIA
Pepe afirma que sí le gustaría este año tener una Navidad diferente, porque desea que su esposa y sus hijos la vivan y juntos experimenten algo que jamás han podido celebrar.
Claudia Aidé, quien es originaria de Saltillo, Coahuila, llegó a Reynosa cuando tenía 16 años, los mismos que tiene de haber formado su familia con Pepe.
Su hija mayor se llama Nayeli Margarita y el más chico de sus hijos Rodrigo Guadalupe.
> ¿Hace cuánto que ustedes no tienen una Navidad como muchas familias?
“Pues yo no recuerdo haber tenido una Navidad”, declara de una manera nerviosa y escueta. A su menesteroso hogar jamás ha ingresado un pavo para cenar, mucho menos un pino, adornos ni regalos.
Dice que para ellos esos días, los de finales de diciembre, son tristes, porque sus hijos le preguntan por qué los otros niños reciben regalos y ellos no.
“Si es cierto eso que ustedes nos comentan, que fuimos propuestos por alguien, pues sí sería la primera Navidad que tendríamos juntos”, comenta optimista.
El pequeño Rodrigo apenas esboza unas palabras. Asegura que la Navidad es Santa Claus. De cuclillas y con el rostro asomado en un gorro sube y baja su cabeza cuando se le pregunta si le gustaría recibir regalos. Luego se esconde debajo de unas frazadas. Acurrucados los Martínez González se van a la cama con una esperanza.
Horas más tarde, los gallos cantan y despiertan a Pepe, quien se prepara para salir a su cotidiana jornada. El frío atraviesa las porosas paredes de madera, plástico y cartones que ha colocado para afrontar esta época antes del invierno.
Enciende la luz y busca un trozo de pan con café para el camino. Este vendedor de periódicos soslaya el ruido, para no incomodar a su familia y en silencio abre la puerta de su casa, ubicada sobre calle Juán Álvarez número 511 de la colonia Juárez 5. Una cámara le espera afuera para retratar cómo es la vida de un hombre que como muchos otros no renuncia a su deber, contento porque en unos días su casa se vestirá de folklore y alegría.