
Las que pintaban ser unas bellas y relajantes vacaciones se convirtieron de pronto en una demoledora pesadilla para miles de personas que zarparon de Galveston, Texas, el pasado 12 de octubre en el crucero “Carnival Magic”, junto con un potencial caso de ébola.
Originarios de Brownsville, pero residentes de Corpus Christi, Adrián Villarreal y su esposa Silvia, experimentaron momentos de miedo, terror, inseguridad y rechazo cuando el buque turístico, que ya había atrancado en Honduras y Belice, no pudo soltar las amarras en México, puesto que las autoridades portuarias de la isla de Cozumel, Quintana Roo, negaron a la tripulación el permiso para desembarcar.
Como esta pareja, multitud de personas supusieron que algo marchaba mal y tras un largo día de espera, sin poder bajarse del “Carnival Magic”, la capitanía les entregó un comunicado avisándoles que una pasajera –a la que tenían completamente aislada–, podría estar enferma de un virus contagioso, sin que se mencionara el nombre del ébola.
A partir de entonces el temor a quedar expuestos se apoderó de Adrián, de su esposa y de multitud de gente (originaria de diferentes partes de la Unión Americana y México), dado que el agua que el crucero emplea pasa por un proceso de reciclaje que abastece a los camarotes, restaurantes y albercas.
“Las primeras horas fueron las de más pánico cuando nos dijeron que una empleada de laboratorio de Dallas había trabajado con todas las pruebas y la sangre de Duncan, que falleció por ébola y temimos que ella tuviera esa enfermedad, puesto que iba con nosotros a bordo.
“En el crucero nos trataron de calmar, al explicarnos que la persona tenía 19 días sin ningún síntoma y que el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) ya le había autorizado viajar, pero como quiera te entra el pánico de estar ahí con alguien que tuvo contacto con los fluidos del paciente muerto”, relata Silvia, gerente de un restaurante de comida rápida.
DE LA DIVERSION AL TERROR
Antes de enterarse de la alerta por el posible caso infeccioso de la laboratorista, cuyo nombre no fue divulgado, esta pareja y miles de personas pudieron disfrutar de las paradisiacas playas de Roatán en Honduras y del puerto de Belice.
Adrián, quien trabaja como vendedor de autos en un suburbio de Corpus Christi, cuenta que viajaban en crucero simplemente para gozar de sus vacaciones, sin imaginar que el terror los tomaría por sorpresa.
Agrega que mientras los turistas se encontraban paseando por la zona arqueológica de Belice el jueves 16 de octubre, el capitán del crucero, Giovanni Cutugno, se hallaba negociando la posibilidad de enviar a la laboratorista en un avión del gobierno norteamericano, pero las autoridades de ese país no lo permitieron.
“Creo que ella, al ver las noticias de que había una segunda paciente contagiada por el virus y extendieron la fecha de incubación de la enfermedad, decidió por cuenta propia aislarse el mismo miércoles que llegamos a Honduras y comunicarlo a un vocero de la embarcación”, comenta Silvia.
En ese momento los pasajeros desconocían completamente lo que estaba ocurriendo. Ni el mismo personal del crucero sabía a fondo los hechos, por lo que este matrimonio lamenta que los mantuvieran atrasados en noticias.
Los rumores empezaron a correr al día siguiente, hasta que el Servicio de Administración Portuaria Integral (API) de Cozumel negó al navío su desembarcadero, ante el arribo del “Carnival Magic” el viernes 17 de octubre.
“Ese día como a las diez y media de la mañana nos avisaron que estaba tratando de arreglar con México ese problema. Las autoridades estaban verificando la posibilidad de dejarnos descender, algo que nunca ocurrió.
“Luego se supo que en Belice intentaron bajar a la persona que supuestamente había trabajado con las pruebas de sangre de Duncan, pero no los dejaron. El gobierno de Estados Unidos la quería de regreso. En respuesta Belice les dijo que no iban a utilizar su aeropuerto”, añade Adrián.
La familia Villarreal confiesa que se angustió por sus seres queridos en casa y por las noticias que habían recibido. No tenían comunicación con el exterior, intentaron hablar del camarote y no se pudo, todos buscaban hacer lo mismo. Cerca de Cozumel su teléfono celular pudo agarrar señal y lograron avisarle a sus papás que estaban bien.
MIEDO EN ALTAMAR
Mostrando los documentos que le extendió la oficina de comunicación del crucero, el matrimonio narra que tras varias horas de espera el navío viró de regreso a la Unión Americana para que el Departamento de Sanidad, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) y la Guardia Costera desplegaran en altamar un espectacular operativo con aviones y helicópteros.
“Nos avisaron que también iban a llevarse pruebas de agua. A nosotros nos desalojaron del área, porque nos tocó un lugar donde iba a acercarse un helicóptero, posteriormente bajaron una canastilla con cajas y subieron una bolsa con jeringas ante la mirada de toda la gente, que grababa video y tomaba fotos con su teléfono celular. Una hora después volvieron de nuevo, porque yo creo que esas cajas contenían lo que realmente fueron a agarrar, la sangre de la laboratorista, para analizarla”, considera Silvia.
Los entrevistados explican que la tripulación se mostró muy preocupada por el uso del agua dentro del buque, ya que es filtrada para poder reutilizarse.
“Ese era uno de mis mayores pánicos, pues no queríamos lavarnos la boca, ni que nos cambiaran las toallas ni ingerir líquidos. Después como que nos resignamos, porque durante todo un día no nos avisaron y durante ese periodo estuvimos en contacto con el agua, la comida, la gente, solamente rogamos al cielo que no enfermáramos.
“Dejamos las cosas en las manos de Dios, porque ya no había nada que pudiéramos hacer, estábamos en medio de todo”, refiere Silvia.
El día domingo 19 de octubre finalmente el “Carnival Magic” retornó a Galveston. Antes que la tripulación descendiera, todavía en horas de la madrugada, la laboratorista que tuvo en sus manos la sangre de Duncan, ya había sido desalojada.
“Nunca pudimos ver quien era la persona, cuando entramos al puerto todavía estaba oscuro. Con esto queremos decir que pudimos haber convivido con ella, estar junto a ella, haber comido a un lado y no saber quien era.
“Ese día como a las siete y media de la mañana el capitán Cutugno
llamó a toda la tripulación para informar que las pruebas realmente habían salido negativas y no había que temer”, recuerda.
LES CAMBIO LA VIDA
En los planes del matrimonio Villarreal no está emprender acciones legales contra la desinformación que sufrieron mientras viajaron en el crucero, que devolvió a cada persona 200 dólares (unos 2 mil 700 pesos) por la interrupción del servicio.
Lo más importante ahora, considera la pareja, es no presentar síntomas de la enfermedad (como fiebre, diarrea, gripa o vómito), sin importar que una parte de su paseo se haya arruinado.
Aunque no han recibido ninguna orden para presentarse en alguna institución médica, y solamente con los documentos que les entregaron, ambos esperan que transcurran uno a uno los 31 días en los que deben monitorear su salud hasta el 16 de noviembre próximo. Después de eso, afirman, volverá todo a la normalidad.
“Sólo recibimos una carta del CDC, pero hasta ahora no nos han llamado para preguntarnos cómo estamos. En la carta que nos dio al bajarnos nos dijo que no era necesario un chequeo médico ni nada por el estilo”, admite la pareja.
Sin embargo, tanto para Adrián como para Silvia, su regreso en Corpus Christi no ha sido sencillo, puesto que han sufrido el rechazo de sus compañeros del trabajo y de su misma familia, algo que dicen comprender.
“Cuando nos bajamos en el puerto venía otra pareja de otro crucero y nos hicieron el feo. No quisieron subirse a la misma furgoneta con nosotros.
“Llegamos con nuestros seres queridos para darles unos recuerdos, al tomar las precauciones y afirmarles que por seguridad no saludaríamos ni de mano ni de beso. Entre jugando y a la vez en serio nos pidieron que nos fuéramos”, cuentan.
Por ese motivo el trauma, la psicosis que se vivió en el “Carnival Magic”, así como el daño emocional y social que ha venido como consecuencia para el matrimonio Villarreal le hace pensar que tener ébola es uno de los mayores miedos que enfrentan los estadounidenses. De los pasajeros mexicanos que viajaron en el mismo crucero, esa es otra historia…