El cuerpo de Melany Viridiana Gómez Ramón, la pequeña de siete años de edad, quien fue asesinada en Ciudad Madero, Tamaulipas, donde se encontraba de vacaciones con sus padres, arribó a Nuevo León y fue recibida por cientos de familiares y amigos en el municipio de Guadalupe, quienes acudieron a una misa en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe.
El arribo de los restos se dio después de que sus padres y familiares abandonaran Tamaulipas, una vez que las autoridades concluyeron que la familia no tuvo nada qué ver con los hechos.
Al llegar al municipio de Guadalupe, la familia fue recibida entre lágrimas y una profunda tristeza. Los asistentes dieron el último adiós a la niña que fue encontrada sin vida el pasado 19 de julio.
Con cantos y oraciones, los asistentes a la ceremonia esperaron el inicio de la misa pactada a las 16:00 horas, y que fue oficiada por el sacerdote Marcelo Varela, quien ofreció las condolencias a los padres de la fallecida, Mario Emanuel Gómez Téllez y Liliana Ramón Rodríguez.
“Nos hemos hecho insensibles al mal, tanto que no nos hacemos conscientes del dolor ajeno. Siempre quienes más sufren son los inocentes”, dijo el sacerdote.
Durante la liturgia se vivieron momentos de verdadero dramatismo, como cuando Liliana Ramón Rodríguez, casi sufre un desmayo en el momento en que leía una epístola.
En la ceremonia, el sacerdote dio lectura a unas palabras del arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, quien exigió justicia para la niña asesinada y sus familiares.
“Este lamentable acontecimiento debe ser esclarecido, pedimos a Dios que las autoridades sigan trabajando arduamente y que los culpables sean castigados conforme a la ley”.
Durante la ceremonia se anunció que el dinero recolectado durante las ofrendas será utilizado para los gastos funerarios de la menor.
Posterior a la misa se realizó el sepelio de la pequeña en el panteón “Las Escobas”, ubicado en los límites de Guadalupe y Juárez.
Mientras los asistentes entonaban melodías religiosas, la tía de la pequeña, lamentaba: “¿Por qué te la llevaste de esa manera, Señor? ¡Ayúdanos Señor, ayúdanos! Ayuda a mi hermana, Señor”.
Liliana, madre de la pequeña, se veía débil y cansada, tanto que se le dificultaba permanecer de pie.
Mientras tomaba las manos de su esposo, besaba la fotografía de su hija que estaba en el féretro.
Mencionó que mientras el padre Marcelo Varela oficiaba la misa, vio a su hija de la mano de Dios.
“Yo amaba ese cuerpecito, yo lo abrazaba. Yo te quise mucho, los bracitos tan chiquitos y esa carita, toda”.
Inundada en lágrimas enfatizó: “Todos somos obras del Señor, pero no debemos dejar que el mal haga más daño”.
Mario Emanuel agradeció a Dios haber tenido a su hija por esos siete años y mientras rezaban el Padre Nuestro y el Ave María, indicó: “No quiero que mi hija me vea llorar, quiero que descanse tranquila”.
Al finalizar la ceremonia, los grupos de danza bailaron en su honor y soltaron globos blancos en señal de paz, además de otros colores como símbolo de inocencia.