Para un grupo de empresarios restauranteros de Nuevo Laredo, la aventura de invertir en Laredo, Texas, ha sido quizá la peor decisión de sus vidas. En un lapso de tres años, la mayor parte de quienes se lanzaron a intentar conquistar el mercado norteamericano tuvieron que cerrar sus negocios.
Entre los años 2006 y 2009, Laredo, Texas vivió un verdadero “boom” de restauranteros tamaulipecos quienes a causa de la inseguridad del lado mexicano, apostando el todo por el todo para instalarse del lado estadunidense.
La idea no era mala, los empresarios mexicanos querían ir en busca de los comensales texanos que poco a poco habían dejado de visitar Nuevo Laredo por el clima de inseguridad que se vivía atravesando el río Bravo.
Y aunque todos los que se embarcaron en esta aventura son exitosos –hay quienes tienen hasta 40 años de experiencia–, no pudieron evitar sucumbir ante una forma muy distinta de hacer negocios, con regulaciones más severas, mayores sueldos y un implacable sistema de cobro de impuestos que los dejaron con pérdidas que, en algunos casos, llegan hasta los dos millones de dólares.
A la fecha que casi todos estos empresarios han regresado a Nuevo Laredo donde tienen dominado su negocio, y no existe alguno que no lamente la decisión de haber invertido en Texas.
Por ello, ahora que en Reynosa se está comenzando a vivir un fenómeno, no dudan en recomendar a sus colegas que reconsideren su decisión de irse a McAllen y Mission pues, aseguran, es casi seguro que la historia se repetirá.
DOS MILLONES DE DOLARES PERDIDOS
En Nuevo Laredo, Alberto Mancilla Sánchez es mejor conocido como “el cabo”. Los 40 años que ha tenido dentro del negocio de la comida y al frente de su restaurante “El Rancho” –uno de los más populares de esta frontera–, lo convierten en una de las voces más apreciadas y autorizadas del ramo.
En 2006, cuando el número de visitantes norteamericanos comenzó a decaer en Nuevo Laredo y varios empresarios restauranteros decidieron irse a Texas para reencontrarse con este mercado, Mancilla Sánchez decidió invertir… y a lo grande.
Para ello tomó los ahorros de su vida, solicitó créditos bancarios y consiguió una cantidad considerable que necesitaba para comprar un terreno, levantar un local de primer nivel e inaugurar la versión texana de “El Rancho”.
La receta era la misma que le había funcionado con éxito en Nuevo Laredo: carnitas, tacos y carne asada, que eran la delicia de los comensales norteamericanos.
Sin embargo, una mala sociedad y la manera tan distinta en la que se hacen los negocios en Estados Unidos, terminaron hundiendo a “El Rancho”.
“Una muy mala sociedad y las leyes del gobierno de Estados Unidos no nos dejaron despegar y quedamos con muchas deudas”, sentenció.
Explicó que a diferencia de México, las regulaciones para los restaurantes son muy estrictas y, en ocasiones, rayan en la exageración.
“El gobierno de Estados Unidos no permite que utilicemos vajillas de barro, que es uno de los principales atractivos para los clientes norteamericanos en México. Además, si quieres usar leña o carbón para hacer tu carne asada –que era la base de mi negocio–, tienes que gastar un ‘dineral’ para comprar un extractor de humo que parece que debe de tener capacidad para purificar toda la ciudad”, dijo.
El empresario lamentó que estas leyes lo obligaron hacer la carne asada y el resto de sus tradicionales guisos mexicanos en estufa de gas, con un sabor diferente en los alimentos.
Otra de las desagradables sorpresas con las que Mancilla Sánchez se encontró en su aventura texana es la cultura de tanto los clientes como las personas que empleó en su restaurante.
“Me sucedió algo que nunca había visto en México: llegaba un cliente, pedía un vaso de agua y luego se hacía limonada con los limones y el azúcar de la mesa; cuando le querías cobrar ese consumo se indignaba aunque los limones eran míos, era muy extraño.
“Además está el tema del personal, no podías decirle nada a los meseros aunque estuvieran maltratando a los clientes. Si los regañabas se indignaban, dejaban el trabajo y al otro día regresaban esperando que les pagaras su sueldo y los contrataras de vuelta”, indicó.
Incluso, y aunque no tiene pruebas que lo confirmen, este empresario sospecha que fue víctima de competencia desleal por parte de algunos de sus competidores texanos.
“Obviamente es algo que no puedo probar, pero era muy extraño que llegaba una persona a pedir trabajo y cuando buscabas referencias de él en el restaurante donde trabaja me decían que era un gran empleado y lo contrataba.
“Sin embargo, de inmediato esta persona empezaba a robarme comida, a tratar mal a los clientes y a echarme a perder la reputación del negocio, pero cuando lo despedía al otro día ya estaba trabajando en el restaurante donde había pedido referencias de él”, denunció.
Mancilla Sánchez indicó que sus sospechas se fortalecieron después de un diálogo con uno de sus proveedores.
“Un día una de las personas que me vendía materia prima me dijo que varios restaurantes texanos estaban muy nerviosos porque ‘El Rancho’ había llegado a Laredo. Y aunque no tengo pruebas pero sí muchas sospechas, creo que ‘echaron montón’”, indicó.
Para el restaurantero tamaulipeco otra de las decepciones que tuvo fue el trato que recibió de parte de la Cámara de Comercio de Laredo.
“Apenas abrí el negocio y de inmediato me afilié, sin embargo, en todos los años en los que estuve operando nunca recibí una vista o el apoyo del organismo. Cuando llegas a Laredo o estás pensando en invertir te atienden muy bien pero luego te abandonan”, señaló.
Y aunque la experiencia no fue buena para este empresario, no ha perdido la fe en su deseo de expandir su negocio a Texas, sólo que en esta ocasión lo haría mucho más al norte.
“Por supuesto que volvería a invertir en Texas, solamente que lo haría en San Antonio, allá la gente es diferente, el negocio tendría una mejor aceptación de la que tuvo en Laredo”, sentenció.
CUESTION DE NUMEROS
Alberto de León es otro empresario de Nuevo Laredo que jugó su capital para abrir una sucursal texana de “Las Jarritas”, un popular restaurante de carne asada en la frontera de Tamaulipas.
Para este restaurantero, la derrota en su aventura texana tiene varios motivos, uno de ellos la alta competencia que existen en esa zona.
“Te puedo decir que en mi caso tenía la competencia de 32 locales en un área de una milla a la redonda”, indicó.
Este exceso de locales de comida hizo que el público prefiriera las opciones más baratas en lugar de las que ofrecen mejor calidad.
“Al principio a todos nos funcionó el negocio porque éramos la novedad, sin embargo conforme fue pasando el tiempo y con la llegada de la crisis, la gente fue buscando los especiales de comida de un dólar con 99 centavos con los que no podíamos competir.
“Porque en nuestro caso, con ese precio, la única carne que podíamos ofrecer es la que ladraba y no íbamos a echar a perder el prestigio de nuestro restaurante”, dijo.
El empresario señaló que esta competencia de precios puso en problemas a los restauranteros mexicanos, quienes enfrentaban unos costos mucho más altos a los que estaban acostumbrados.
“Los costos la verdad nos mataban. Por ejemplo, en Estados Unidos una parrillada como la que vendes en México no la puedes ofrecer en menos de ocho dólares con 99 centavos pues los costos son muy altos.
“Está el caso de un cajero que en México gana, digamos, mil 200 pesos a la semana, sin embargo en Laredo y por el rango de sueldos que se pagan allá tenías que pagarle mínimo tres mil 200. Todo eso nos puso en problemas”, sentenció.
Además, está la dificultad que representa competir contra las hamburguesas, una comida barata y que está muy enraizada en el gusto del público de Estados Unidos.
Para De León, otro de los obstáculos con los que se encontraron los empresarios mexicanos en Texas es el estricto sistema fiscal que no les permite contar con ganancias económicas.
“Allá hay todo tipo de impuestos y no te puedes salvar de ellos. Por ejemplo, en Texas existe una especie de impuesto a la tenencia que marca que si tienes un escritorio y unas sillas, tienes que pagar impuesto por ese escritorio y esas sillas.
“Además, a diferencia de lo que sucede en México, si un día te pasas en el pago de los impuestos no te llega un requerimiento, te llega un interventor que se pone en tu caja y dólar que te entra se va directamente al pago de los impuestos”, reveló.
A esto hay que agregarle el resto de los impuestos locales, estatales y federales que tienen que pagar todos los negocios a tiempo, sin importar si tienen ventas o ganancias.
Todos estos problemas orillaron a De León a vender su restaurant a un empresario quien, meses más tarde, tuvo que decidir cerrarlo porque no superó esos obstáculos.
A TODOS LOS AFECTO
Sin embargo, no sólo los grandes empresarios buscaron ganar en su aventura texana. Algunos pequeños negocios también lo hicieron con los mismos malos resultados.
Tal es el caso de un propietario de un popular local de antojitos mexicanos de Nuevo Laredo, al enfrentarse con el problema de que los ingredientes que se ofrecen en Estados Unidos le roban el sazón que hace famosa la comida mexicana.
Explicó que para elaborar las tortillas que necesitaba para preparar sus famosas flautas, estaba obligado por ley a consumir harina de maíz importada y no mexicana.
“Las autoridades norteamericanas nos obligan a usar Maseca importada y no la mexicana para hacer las tortillas. No sé cuánta gente lo sepa, pero esta harina tiene muchos más conservadores que la que se vende en México y eso hace que cambie el sabor de las tortillas”, explicó.
Ante esta situación los antojitos mexicanos que ofrecía en Laredo, Texas, no tenían el mismo sabor y éxito de los que había en Nuevo Laredo, lo que le representó un problema.
Esta misma situación la enfrentaba con el resto de los ingredientes para sus productos, que además de que tenían que cumplir con más regulaciones por parte del gobierno norteamericano, eran mucho más caros que en México.
“Hubo un momento en que pensamos que podíamos comprar el aguacate en Nuevo Laredo y luego pasarlo a Laredo, sin embargo en la Aduana no te dejan meterlo a Estados Unidos, por lo que teníamos que comprarlo en Texas a un precio mucho más alto. Incluso hay personas que lo compran machacado y ya con conservadores, pero los clientes nos dicen que no sabe igual que el aguacate natural”, sentenció.
Y algo tan sencillo como querer preparar tacos al pastor se vuelve toda una odisea en Texas.
“Las regulaciones impiden muchas cosas que se necesitan para hacer platillos mexicanos: no puedes usar leña o carbón y no te dejan tener el trompo a la intemperie; hay muchas cosas que no puedes hacer”, reveló.
Para este pequeño empresario lo mejor que puede hacer un inversionista tamaulipeco que esté pensando en abrir un restaurante en Texas es jugar a la segura y tener mucha paciencia.
“Lo primero es que rente el local, que por ningún motivo piense en comprar terreno o construir; que rente para que se dé cuenta cómo se maneja este mercado y entonces, si tiene que cerrar, su margen de pérdida sea menor”, indicó.
Sin embargo, no todos los negocios que abrieron en Laredo, Texas, fracasaron. Hay excepciones.
Una de ellas es tortas de “El Popo”, que se trata de un negocio familiar con apenas unas cuantas mesas y que ofrece platillos mucho más baratos.
Para todos los empresarios entrevistados, el caso de “El Popo” es especial, pues a diferencia de la mayoría de los que buscaron la aventura texana, este tortero no hizo grandes inversiones, no tiene que lidiar con los altos costos de una plantilla laboral grande y sus impuestos son mucho más menores.
De hecho, todos consideran que este ha sido el secreto de su éxito.
MEJOR INVERTIR EN MEXICO
Para Emilio Girón, presidente de la Cámara de Comercio de Nuevo Laredo, el fenómeno que se vivió en esta frontera y que fue un fracaso para muchos restauranteros, demuestra que en ocasiones los mexicanos se dejan llevar por modas.
“Todos creemos que el pasto del vecino es mucho más verde o que sus vacas son mucho más gordas, sin embargo no tomamos en cuenta que el sistema de hacer negocios allá es diferente”, dijo.
El dirigente del comercio organizado lamentó que muchas de las personas que fracasaron en su aventura texana se hayan ido sin antes analizar los costos y beneficios de llevar sus negocios a Estados Unidos.
“Las reglas y los impuestos son los mismos para Luby´s que para un restaurante mexicano. Lo que sucede es que muchas personas se fueron sin analizar su inversión, sin entender que la mecánica de hacer negocios en Estados Unidos es diferente; desgraciadamente los mexicanos queremos llegar y que las cosas se hagan a nuestra manera sin tomar en cuenta que hay leyes y regulaciones por cumplir. Y antes de irse hay que tener un buen plan”, sentenció.
Girón expresó durante el “boom” de negocios que se fueron a Laredo estuvo tentado en invertir en Texas, sin embargo y a diferencia de muchos de sus colega él sí analizó los números en su cabeza.
“En mi caso me di cuenta que para que un negocio como el mío comenzara a dar ganancias tenía que esperar alrededor de siete años, que es mucho tiempo para los empresarios mexicanos que están acostumbrados a que las ganancias lleguen rápido”, aseguró.
Ante ello consideró que si existen inversionistas con los recursos suficientes para expandir sus negocios, deberían de pensar en llevarlos a otras partes de la República Mexicana, donde sí tienen mayores posibilidades de éxito.
“Si hay personas que tienen dos millones de dólares para abrir un local en Laredo, ¿por qué no mejor se los llevan a Monterrey o Cuernavaca? Al hacerlo estarían apoyando la economía nacional y estarían en un mercado que sí conocen y en donde sus posibilidades de éxito son mayores”, indicó.
El dirigente de la Canaco de Nuevo Laredo expresó que se ha enterado que en estos momentos en Reynosa se vive una situación similar, por lo que recomendó a los empresarios tener cuidado y pensarlo dos o más veces.
“Yo les diría que tienen que entender que no todo lo que brilla es oro, que antes de llevarse su capital tienen que analizar muy bien todas sus opciones, darse cuenta que en Estados Unidos las reglas son muy diferentes y mucho más estrictas. Yo les recomendaría que tengan mucho cuidado”, finalizó.