En noviembre, Iris, su esposa y compañera de vida, había fallecido y sabía que estaba disponible en su casa. Esa tarde fría del 21 de enero de 2022 le hablé para visitarlo y platicar largo sin mirar el reloj, pero se me ocurrió hacerle una entrevista que se la había solicitado semanas antes.
El profesor falleció la noche del 25 de agosto y como una manera de homenaje se publica un extracto de esa entrevista que puede encontrarse completa en la nueva edición de Hora Cero Nuevo León y la página de Youtube del periódico.
—El periodismo de Nuevo León te debe mucho, porque has formado generaciones de periodistas que ejercieron o están ejerciendo.
No, yo soy el que le debo al periodismo porque por el periodismo conseguí mi auto realización que, en la vida de los seres humanos, significa la felicidad. Entonces, soy muy feliz todavía hoy precisamente por esa fuente de actividad mental, literaria, reporteril que me da el periodismo. Y en consecuencia, también la ocasión de conocer nuevas generaciones, enlazadas a las generaciones de 1980 que, entonces, cumplen también un papel muy importante en ese desarrollo humano de José Luis Esquivel.
— ¿Cómo superaste los miedos de un profesor de casi 76 años, de la burla de los alumnos que están conectados en otro mundo?
Hay una fórmula de doble cuerno: el primero es la humildad, que significa reconocer lo que puedes, sabes, lo que no puedes o no sabes. Y la otra es precisamente vencer el miedo, porque si me quedo en el miedo es caer en las garras de la inactividad y no hacer aquello que quieres hacer, pero que no te atreves.
—Vamos a entrar a una anécdota de un viaje tuyo a Europa con el club Tigres, y quisiera que la gente la conociera…
Mi hermoso periodismo me tenía una sorpresa, y gracias a Dios se cumplió un sueño, aunque ya tarde, pero logré conocer Europa. Quería estudiar allá, no se dio, pero siempre le he tirado al cien.
En 1979, Abelardo A. Leal, con ese estilo seco y durísimo que tenía, me dice: “tenga listo su pasaporte y espero que tenga también visa para Estados Unidos”. Pero no me dijo más.
En el 79 sí fui un enviado especial de El Norte, incluso fue una orden de El Norte, pero ocurrió una situación especial porque mi hijo había nacido un poco delicado. Le diagnosticaron un problema del corazón y entré en un conflicto en ir o no a Europa. Después de mucho analizarlo pensé mejor en renunciar, pero mi esposa me dijo que no, que me fuera, que ella veía cómo se las arreglaba porque no quería ser un obstáculo en mi sueño.
—He escuchado varias veces una recomendación que tú le haces a los estudiantes: que si se equivocaron de carrera que no estorben, que no se frustren. Esa es una recomendación que puede ir para todas las carreras…
Hay que ayudarle a los jóvenes a definirse. Y pongo un ejemplo muy válido: les digo a los jóvenes: díganme ustedes si van a San Nicolás y en el Obelisco de Juan I. Ramón se suben al autobús y ven que da vuelta rumbo a Constitución y pregunten: “¿A dónde va?”, y les responde que a Santa Catarina. ¿Qué hacen ustedes? Si son inteligentes se bajan porque no es su destino, pero si no eres inteligente le siguen y llegan a donde no quieren ir. Ya la regaste.
—Gracias de corazón por recibirnos en tu casa…
Muchas gracias a ti.