Las primeras lloviznas del período ciclónico 2008 comienzan a asomarse y con ellas la preocupación de miles de familias asentadas en las zonas bajas de Reynosa, que años atrás han sido severamente castigadas por las inundaciones.
Un ejemplo reciente fue la tromba que en 2006 dejó bajo el agua a más de 50 colonias y que arrojó un saldo de dos muertos, 60 mil damnificados y millones de pesos en pérdidas por el desbordamiento de varios drenes.
En aquel entonces el caos de apoderó de la ciudad y ni el Ejército Mexicano con su plan DN3-E pudo darse abasto para atender a la población afectada, la cual tristemente veía como sus refrigeradores, lavadoras y diversas especies de muebles flotaban en el interior de sus viviendas, por lo que llegó a solicitarse apoyo al Fondo Nacional de Desastres (Fonden).
Aunque la actual administración municipal en coordinación con las autoridades federativas ha desazolvado gran parte de los canales de Reynosa, el escenario de entrada no es muy alentador.
De acuerdo al portal electrónico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), se estima que en 2008 la actividad pluvial se incremente un 36 por ciento respecto al promedio histórico de los últimos 37 años.
El esquema de medición efectuado por investigadores de la Universidad Estatal de Colorado indica que se esperan 15 ciclones con nombre, de los cuales “siete serían catalogados como tormentas tropicales, cuatro como huracanes moderados y otros cuatro como intensos”.
Con estos pronósticos hay quienes consideran que lo más viable es prepararse para hacerle frente a posibles avenidas de agua.
Gloria Rojas, residente de la colonia Lázaro Cárdenas, ya busca donde trasladar sus bienes para evitar que le ocurra lo de años previos, cuando se ha quedado en la calle en cuestión de minutos.
“Tenemos mucho temor de que otra vez se nos vaya a meter el agua. Para colmo de males la calle que da de frente a mi casa (Fernando Montes de Oca) es una gran laguna.
“Actualmente ningún vehículo puede circular. Los camiones de la basura no entran ni los del gas y eso nos orilla a dejar nuestros coches en otras calles donde ya les han roto los vidrios para llevarse el estéreo”, expresó visiblemente molesta.
Esta ama de casa añadió que ha solicitado en múltiples ocasiones la asistencia del gobierno local; no obstante, sigue padeciendo el mismo problema.
“Hemos levantado muchos reportes en la Comapa (Comisión Municipal de Agua Potable y Alcantarillado), con alcaldes y funcionarios, pero no hacen caso. En temporada de lluvias se mete el agua y se nos echan a perder camas, refrigeradores, sillones; todo se moja cada vez que llueve fuerte.
“Es una pérdida de dinero y si no alcanzamos a poner a salvo nuestras cosas, lógico, debemos de volver a comprar los muebles necesarios para poder vivir”, reprobó.
Gloria abundó que su domicilio se anegó por primera vez hace unos 25 años y desde entonces las precipitaciones son un calvario, el cual atribuye en parte a que otros vecinos “han rellenado las calles” dejándola a ella y a su familia en una posición orográfica más baja.
“LEVANTEN ANCLAS”
Carlos Eduardo García y su madre Ludivina Saucedo también suelen verse en aprietos cuando arrecian las lluvias, tanto que la arteria vial frente a la radican (en la colonia Aquiles Serdán) se ha convertido en un punto de rescate obligado para el Club Jeeperos de Reynosa, una de las asociaciones civiles que participan en desastres naturales.
“En esta parte de la calle Matamoros siempre que llueve toda el agua se estanca y se hace una alberca enorme en la que podrían navegar lanchas. Durante varios días que dura el agua puede verse que se atasca un montón de autos”, describió el entrevistado.
Es el eterno problema de este y otros sectores de la ciudad, cuyo drenaje es ineficiente para desalojar el agua acumulada y por lo mismo algunos pobladores colocan sus muebles sobre ladrillos y lugares altos.
“Desde que tengo uso de razón (tiene 32 años de edad) siempre nos vemos afectados por tal situación. Somos propietarios de un hotel y literalmente nos quedamos varados porque no hay movimiento de clientes a veces desde antes que entre el verano (que inician la temporada pluvial).
“El agua ha llegado a subir hasta casi un metro de altura en los 15 cuartos del primer piso y se nos llena todo de zancudos, moscos, ranas; ya nada más falta que salgan víboras”, criticó Carlos.
A decir de su progenitora, puertas de madera, ropa de cama y conexiones eléctricas, entre otros, son algunos de los objetos más desfavorecidos por las inundaciones.
“¿Qué cuál es nuestro pensamiento cuando se aproximan las lluvias?, de alarma, porque nos quedamos incomunicados completamente. El carrito que tenemos se atora en la entrada y debemos esperar a que alguien llegue a remolcarlo.
“Ahora que el presidente municipal anduvo en campaña quedó muy formalmente de solucionar el inconveniente. Ojalá y sí”, suplicó Ludivina.
Otro de las factores que esta familia considera perjudica sus bienes con la crecida del agua es la falta de cultura de limpieza en los peatones y automovilistas quienes transitan por dicha colonia.
“Aparte que es deficiente el drenaje, la gente tira basura en la calle, tenemos muy malas costumbres. La alcantarilla se llena de desperdicios y ahí se queda el agua detenida.
“Luego tenemos que andarla acarreando y hasta hemos perdido documentos importantes, porque la oficina también se nos moja”, dijo.
“YA VAN SEIS MIL REPARACIONES”
Al respecto Esiquio Reséndez, gerente de la Comapa Reynosa, manifestó que la comisión que dirige ya se prepara para evitar esta clase de eventualidades.
Cuenta: “Desde que comenzó la actual administración pública tomamos como prioridad el prevenir inundaciones con las lluvias que se avecinan entre julio, agosto y septiembre, que son los meses de mayor índice de precipitación.
“Para ese fin hemos trabajado en coordinación directa con el municipio y la CNA; ahorita estamos limpiando los drenes para darle mayor rapidez a la salida del agua”.
En esa vertiente el entrevistado subrayó que en comparación a 2006, cuando se inundó gran parte de la ciudad, la Comapa ha efectuado seis mil reparaciones en materia de agua potable y alcantarillado.
“Estamos trabajando también en 33 puntos críticos de drenaje pluvial localizados en nuestros cauces naturales y a los que ya se les está dando solución. Con esto yo creo debemos tener un mejor resultado a lo sucedido hace 18 meses.
No obstante, Reséndez ha solicitado cordura a la población civil:
“Nuestra labor es recordarle a la gente que vive en los asentamientos irregulares, que desgraciadamente se colocó ahí, el ver la manera que colabore en su reubicación, en no tirar basura y en la limpieza de los drenes para que se desfoguen los cauces”, comentó el funcionario.
Entre los sectores más vulnerables que Reséndez mencionó se encuentran los asentamientos contiguos a La Laguna, el dren El Anhelo y el río Bravo.
“Cabe destacar que son bastantitas colonias en las que estamos trabajando muy fuerte. Petróleos Mexicanos (Pemex) nos ha donado unos ductos –inoperables para esa empresa–, los cuales estamos utilizando como emisores de bombeo en los cárcamos, para así abatir la problemática”, dijo el ingeniero civil egresado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
El gerente de la Comapa –quien aseguró haber encontrado demasiados rezagos en el sistema hidráulico y sanitario a comienzos de 2008, cuando tomó posesión la nueva administración–, señaló que se ha controlado la emisión de olores fétidos.
“Sentíamos que Reynosa olía mal y una de las razones fue que hubo un daño ecológico en La Laguna, en la que durante más de un año se estuvieron derramando aguas negras con los emisores (conductos) localizados a un costado y por donde transita más del 50 por ciento de las aguas residuales.
“Ahorita Reynosa no huele mal y no tenemos en la superficie el agua negra; estamos operando mucho mejor y eso realmente es el resultado del trabajo intenso que hemos tenido en las redes de agua potable y alcantarillado”, señaló.
Aunque las recientes obras realizadas por las autoridades auguran una favorable temporada pluvial (pese a los pronósticos para este 2008), parte de la comunidad no hace a un lado la idea de prevenirse al tiempo que implora clemencia a la naturaleza para no poner en riesgo sus pertenencias.