Dos sacerdotes, uno de Tamaulipas y otro de Nuevo León, relataron algunas experiencias que junto a sus colegas han vivido durante la contingencia sanitaria que cumple seis meses en el país.
El gremio de sacerdotes es uno de tantos sectores que la pandemia del Covid-19 ha atacado significativamente, ya que su noble labor se ha visto tan afectada que los ha orillado a cambiar su forma de trabajar y extremar las medidas de precaución.
A mediados de marzo, las iglesias, templos religiosos y centros de culto tuvieron que cerrar sus puertas ya que, desde un principio dichos espacios fueron catalogados como “no esenciales”.
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“Soy un sacerdote de 47 años y miembro de la Diócesis de Matamoros, de los cuales he dedicado 21 sirviendo a Dios, actualmente sirvo en la Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de Los Lagos, acá en el municipio de Río Bravo, Tamaulipas.
“Esta región cubre ocho localidades del norte de Tamaulipas: Camargo, Díaz Ordaz, Reynosa, Río Bravo, Matamoros, Valle Hermoso, San Fernando y Villa de Méndez. De la mano de la comunidad hemos enfrentado a esta forma de compartir la vida”, presentó.
Junto a otros 117 sacerdotes se han enfrentado a una “nueva normalidad” que les ha impuesto limitantes, destacando la cuestión física que los orilló a cerrar sus establecimientos debido a que podían generar aglomeraciones y volverse un “foco de contagio”.
“Se nos indicó cerrar las iglesias y templos al ser considerados hasta cierto punto públicos por prudencia y bien común, aunque muchas permanecieron abiertas sin actividades como catecismo, reuniones comunitarias, grupos de jóvenes.
“Abrimos líneas telefónicas de escucha y en la medida posible incluso asistimos a funerales para darle la bendición a los enfermos, pero con muchas limitantes ya que esto requiere un resguardo general en varios aspectos”, agregó.
Reveló que desde marzo tuvieron que adaptarse a las nuevas tecnologías, por lo cual transmitieron sus sesiones de “Hora Santa” a través de las redes sociales, las cuales potenciaron con celebraciones diarias, talleres para matrimonios, niños y jóvenes, así como terapias de apoyo psicológico y asistencial.
“Por medio de la tecnología impulsamos esta nueva forma de encuentro y, por otra parte, seguimos atendiendo nuestro servicio y misión que es celebrar la cuestión de los sacramentos, acercar a las personas a Dios para que sean mejor y no hemos dejado de estar cercanos con la gente en la medida de lo posible.
“Hasta la fecha seguimos aprendiendo y preguntándonos ¿cómo le vamos a hacer?, pues la pandemia no ha terminado, y la hemos estado enfrentando en diferentes aspectos con bastante esperanza porque estamos convencidos de que lo hacemos para el bien de la comunidad”, resaltó.
Detalló que, al visitar pacientes enfermos o sospechosos de coronavirus, capacitaron a los sacerdotes más sanos y jóvenes por medio del protocolo “Equipo de Sacerdotes Covid-19”, realizando recorridos en casas y hospitales con trajes “tipo astronauta” para estar lo más protegidos posible.
“En los inicios de la pandemia nos era prácticamente imposible acercarnos, conforme avanzó todo esto y con los nuevos conocimientos pues nos hemos reorganizado mejor para esta asistencia.
“Recientemente tuve una visita al Hospital General Regional #270 del IMSS y le externé al personal médico que no desistieran en la lucha y no dejarán de servir espiritualmente a todos los enfermos y servirse a sí mismos y a sus familias”, recordó.
Sin embargo, con todo y las extremas medidas sanitarias que aplicaron para seguir ejerciendo su labor, ocho de sus compañeros contrajeron el virus, de los cuales dos perdieron la vida a pesar de no presentar comorbilidades.
“De esos ocho cuatro eran prácticamente jóvenes y no rebasaban los 45 años, la otra mitad sí estaba un poco más grande pero no presentaban ninguna situación degenerativa en particular.
“Este virus tan inestable terminó con la vida de dos compañeros que tenían aproximadamente 65 y 58 años. Afortunadamente, de los contagiados ya solo falta uno de ellos que sigue en casa que lo den de alta”, mencionó.
El Padre Alan concluyó que a pesar de la álgida situación que se vive a nivel nacional, esta es una oportunidad de trascender tanto a nivel personal como espiritual.
“Sigamos aprovechando de los males sacar algo positivo de esta pandemia, yo creo que algo bueno es que precisamente el ser humano es capaz de adaptarse y dar lo mejor de sí siendo solidario en su familia y la sociedad.
“Como creyente, esto nos ensaña también para dedicar tiempo a las cosas del interior para ser mejor persona y mejor ciudadano”, sentenció.
SU MINISTERIO CONTINÚA
“Yo soy un sacerdote católico desde hace 39 años y he estado en cuatro parroquias de la Arquidiócesis, tuve la oportunidad de ejercer dos años en la Ciudad de México y hace 13 años fundé un albergue para migrantes llamado Casanicolás ubicado en el municipio de Guadalupe.
“Desde abril del 2008 recibimos y cuidamos a los migrantes, actualmente me dedico a dar clases en línea y como párroco resguardo la Parroquia San Francisco Xavier”, comentó.
Explicó que desde el inicio de la pandemia del coronavirus a mediados de marzo, siguieron al pie de la letra los lineamientos del Gobierno del Estado y una vez que les ordenaron cerrar las iglesias añadió que obedeció sin queja alguna.
“Conforme avanzó la reapertura nos permitieron operar con ciertas precauciones. El templo tiene cupo para 460 personas y tuvimos que reducir el aforo a solo 100, tomamos temperatura a cada persona que entre, les proporcionamos gel y sentarse.
“También guardamos sana distancia y el uso de cubrebocas es obligatorio, además, tanto en el piso como en los asientos marcamos los lugares donde sí pueden ubicar y sentarse los visitantes”, detalló.
Respecto a la casa de migrantes que preside, señaló que ninguno de ellos entra o sale del albergue y adelantó que les volverá a otorgar estos permisos cuando la pandemia finalice.
Tras el cierre de los centros religiosos al ser considerados como no esenciales y focos de aglomeraciones, Luis Eduardo destacó que esta situación no fue impedimento para seguir sirviendo a Dios y mediante las nuevas tecnologías lograron adaptarse al momento.
“Desde que nos limitaron las sesiones presenciales, proyectamos a través de Facebook Live las misas dominicales. Nos fue muy bien, tuvimos una excelente respuesta de los seguidores y no presentamos dificultades para transmitirlas”, resaltó.
En cuanto a los 630 sacerdotes de la Arquidiócesis de Monterrey, la cual abarca 29 municipios de Nuevo León, reveló que a pesar de no contar con la cifra exacta de cuantos de sus colegas se infectaron de Covid-19, afortunadamente ninguno de ellos sucumbió ante la enfermedad.
Después de seis meses de contingencia sanitaria, el padre afirmó que su labor ha cambiado e incluso ha visitado a más pacientes enfermos, de los cuales ninguno padecía coronavirus.
“Mis visitas a funerarias también se han incrementado, guardando las normas que ya todos conocemos y he tenido más tiempo recluido en mi oficina, específicamente dando clases en línea.
“Mi rutina ha cambiado y en un principio si existía un miedo de mi parte a contagiarme, pero ahora ya uno se adapta a la situación y se da cuenta que con los cuidados te mantienes al margen y con el favor de Dios confías un poco más en las precauciones que tomes y sigues adelante”, precisó.
Antes de despedirse, Luis Eduardo aprovechó la oportunidad para dedicar un mensaje al equipo de Hora Cero.
“A todos los lectores, lectoras y colaboradores les deseo que se cuiden, colaboren para no solo cuidarnos entre nosotros mismos sino también para cuidar a todos aquellos que nos rodean”, puntualizó.