
Sus manos empujan un trozo de tela sobre la máquina de coser, como lo ha hecho infinidad de veces durante las más de tres décadas que lleva confeccionando prendas de vestir.
A pesar tener un puñado de años consagrados a la sastrería, su vista todavía es óptima y no utiliza lentes: coloca hilos en agujas como si fuera un hobby de muchacho.
Y es que para Esteban Pantoja García, originario de Valle Santiago, Guanajuato, ponerse a hacer costuras es la mejor forma de sentirse feliz, porque su oficio lo es casi todo para él.
Cuenta que se hizo sastre casi por un accidente, cuando comenzó como mozo de un cuñado, quien a finales los años 70 se dedicaba a elaborar ropa de dama y caballero. De tanto ver las técnicas de costura se las memorizó. Nunca pensó que se convertiría en uno de los mejores modistos ni que llegaría a vestir incluso, a personajes de la farándula.
“De eso ya tiene más de 30 años. Todo empezó como un juego casi, porque miraba la manera en que cosían y me empezó a interesar, por lo que fui aprendiendo poco a poco”, relata.
Aunque su natal Guanajuato tiene fama de buenos costureros de calzado y de ropa, en realidad Esteban se crió en Reynosa.
“Llegué junto con mi familia cuando tenía como cinco años y aquí crecí. Ahorita estoy en los 48”, comenta después de hacer un largo suspiro.
EL SASTRE JOVEN
Este trabajador de las costuras describió que a los 15 años entró al mundo de las telas, la aguja y del hilo, y solamente tres años después ya era considerado por sus colegas como un sastre profesional.
Es por esta razón que a pesar de que han transcurrido más de tres décadas, Esteban es relativamente joven frente a sus colegas, quienes la mayoría rebasan los 60 años y otros tantos andan cerca de los 80.
“Es que inicié bien chico en esto. Yo era el chalán de mi cuñado y sin imaginarlo ya estaba haciendo bastillas de los pantalones”, añade.
El entonces principiante afirmó que probó fortuna en otros oficios, pero ninguno le redituó más que la sastrería, pues en un inicio a este trabajo no se le invertía mucho dinero.
“Si mal no recuerdo laboré en una fábrica que se llamaba la Zenith, pero pagaban muy poquito en aquellos años. Entonces mi alternativa fue emplearme como ‘pantalonero’, haciendo camisas, chalecos y sacos. Ya después fui cortador, en ese orden fue como aprendí”, comenta.
Desde entonces Esteban le ha trabajado a miles de personas, tanto a algunos nativos de Reynosa, Estados Unidos y hasta grupos musicales. Afirma que tiene clientes desde que éstos estaban en la primaria.
“Todavía me buscan. Algunos eran niños cuando comencé a hacerles su ropita. Eran estudiantes y después de mucho tiempo me vienen a buscar siendo ya adultos.
“La mayoría de mis clientes son locales, aunque en otra época, le hacía muchos trabajos a los estadounidenses, que en la temporada de ‘spring breakers’ venían y les confeccionaba ropa. Pedían pantalones comunes y camisas de estilos raros, tipo hawaianas y tenían que estar rápido, porque de un día para otro llegaban y se iban”, reseña.
EL ABC DE LA SASTRERiA
Esteban explicó que el proceso para ser un sastre comienza siendo ayudante en la realización de bastillas y los ojales de las camisas. Posteriormente se debe aprender a hacer las bolsas de los pantalones, a ponerle los cierres y a armar todas las piezas. Lo más complicado de este tipo de vestimenta, subrayó, son los bolsillos.
“Si no salieron bien se echó a perder el pantalón, porque picando la bolsa o haciendo el corte ya no hay vuelta de hoja, pues ya está trozado”, comenta.
De la ropa, la que considera más laboriosa es el saco, porque asegura que lleva mucho trabajo a mano, aunque con el paso de los años las técnicas, especificó, se han ido modificando.
“Al principio se trabajaba todo a mano y ahora es todo pegado. Anteriormente se utilizaba una tela llamaba fusión y se usaba pelo de camello para diversos trabajos. Los métodos de hoy y de antes son completamente diferentes”, pondera
Conmovido por los recuerdos y a punto de soltar el llanto, este sastre expresó que su máxima satisfacción en la elaboración y reparación de ropa ha sido poder sacar adelante a su familia, si no para darles lujos, al menos “para irla pasando”.
Sin embargo, mencionó que esta industria ha tenido sus bemoles, pues el establecimiento de tiendas mayoristas en el sur de Estados Unidos y el crecimiento de la industria textil nacional colateralmente ha mermado la fabricación de ropa de los pequeños productores.
Aún así manifiesta que él y sus colegas se sostienen en su mayoría del arreglo de indumentarias, por lo regular, de marcas comerciales.
“En un principio yo hacía bastantes piezas, pero ahora lo más solicitado es la reparación, mucho más que la realización. Ya sean pantalones o camisas, siempre hay trabajo para ajustar las tallas”, dice.
No obstante, Esteban refirió que si le piden cualquier prenda él la hace, porque lo que bien se aprende jamás se olvida.
“Cuando me inicié en esto fabricaba dos sacos diarios desde las 8:00 de la mañana hasta las 10:00 de la noche. A finales de los años 90 esto dejó de ser rentable.
“Pero en realidad siempre me gustó hacer sacos pues para ‘pantalonero’ nunca fui muy bueno porque era algo muy laborioso. Había sastres muy hábiles que hacían de cinco a siete pantalones diarios, pero yo nunca pude producir más de tres”, compara el entrevistado, para quien el casimir, 100 por ciento lana, es la mejor tela para trabajar.
Consideró que la marca de sacos más fina es la Oxford, porque normalmente son de lana, porque son hechos a mano y porque pueden utilizarse por los dos lados.
Mencionó que cuando la tela es 100 por ciento de lana no pica por dentro, pero sucede lo contrario cuando viene combinada con poliéster, aunque tiene como ventaja que la prenda no se arruga tan fácil. La mezclilla, pormenorizó es la más aguantadora de todas.
Empero este alfayate dijo que mandarse a hacer un traje hoy en día no es lo más conveniente, pues cuesta más de tres mil pesos y al cruzar el río Bravo, en las tiendas departamentales, un conjunto puede conseguirse desde los 80 dólares (aproximadamente 950 pesos mexicanos).
TODOS LOS CLIENTES SON BUENOS
En tono de broma este experto de las costuras dijo que las mujeres son sus mejores clientes, ya que más del 60 por ciento de la demanda en su taller corresponde a atuendos para dama.
“Como que se compran más ropa, estrenan más seguido (risas). En cada fiesta estrenan un vestido”, comenta.
Apuntó que en el caso de la vestimenta femenina, los vestidos de noche son los que llevan más tiempo de realización. Aseguró que como es muy común que le soliciten trabajos de urgencia, debe quedarse hasta la madrugada trabajando.
La ventaja es que labora en el mismo local desde hace 22 años, el cual se localiza en la esquina de las calles Saltillo y Aguascalientes. Como cuenta con personas que le ayudan la carga ahora es más sencilla.
Aún así Esteban negó acertar a un número aproximado de piezas de ropa en las que ha trabajado a lo largo de su vida, prendas que consideró han desfilado por montones por su resistente máquina de coser marca Juki.
Dijo que entre su repertorio ha elaborado trajes para charro, lo que es únicamente el saco y el pantalón de gala. Además ha trabajado en los vestuarios de conjuntos gruperos.
De los sastres en Reynosa dijo que ya existen muy pocos y de los que conoció cuando inició ya no queda ninguno, por ello consideró que realizar este oficio es un privilegio y hasta que tenga vida seguirá defendiéndolo y procurando evitar que desaparezca. Mientras tanto, con la cinta de medir en la mano, Esteban manifestó que permanecerá atendiendo a la comunidad que siempre confió en él.