Por momentos un silencio espectral engulló a la sala de sentencias del Departamento de Detenciones en el Condado de Hidalgo, Texas, la tarde del lunes 7 de diciembre.
Las miradas se concentraron en una sola dirección, al igual que las cámaras y los micrófonos, porque tras una puerta se asomó por primera vez el multi homicida Roberto Aguirre, catalogado como prisionero de alta peligrosidad.
Dentro del reducido tribunal un ejército de reporteros atestiguó con asombro su pausado arribo, con indumentaria color naranja, tenis elásticos y esposado de pies y manos.
De adusto semblante este hombre apenas acertó a mirar fijamente a la jueza Rosa Treviño, encargada de notificarle su estado jurídico.
Mientras tanto en la segunda fila, a espaldas de Aguirre, un familiar de las víctimas (presumiblemente su suegro) no lo perdió de vista y contristado escuchó la audiencia que duró unos 15 minutos:
“Estamos aquí hoy porque usted es acusado por el Departamento del Sheriff de Hidalgo por los cargos de: intento de homicidio y asesinato capital de cuatro personas. Por tales ofensas esta corte se niega a ponerle fianza”, fueron las contundentes palabras que escuchó el infractor, quien en un acto de crueldad acribilló a tiros la noche del 5 de diciembre a sus tres hijos, suegra y esposa, aunque esta última quedó seriamente lesionada
“¿Quiere que la corte le ponga un abogado?”, le preguntó la jueza a lo que Aguirre respondió: “¡No necesito nada!, ¡no necesito ningún abogado!”.
“Usted tiene el derecho de escoger lo que quiera señor”, agregó la jueza.
Posteriormente el acusado rubricó varios documentos y con la misma frialdad con la que llegó abandonó la corte bajo un elevado dispositivo de seguridad.
Pero momentos antes los medios de comunicación lo inquirieron:
‘¿Por qué lo hizo, Roberto?’, ‘¿no le quiere mandar a decir algo a (su suegro) don Rubén?’; sin embargo, el agresor se rehusó a explicar su postura.
En un santiamén este ciudadano naturalizado estadounidense, pero nacido en Reynosa el 27 de marzo de 1966, convirtió su vida y la de sus familiares en un infierno del que difícilmente logrará escapar.
NOCHE DE PESADILLA
De acuerdo a las líneas de investigación tejidas por el Departamento del Sheriff, Aguirre y su esposa Amelia Rojas (quienes se llevan 17 años de diferencia y tenían cinco de casados), habían protagonizado un desencuentro porque ésta le exigió el divorcio. La mujer de 25 años –quien ya vivía separada–, nunca imaginó que tal petición desencadenaría la furia de su ex pareja.
Según consta un comunicado de la misma comisaría, con matrícula 08-47065, alrededor de las 22:30 horas del pasado sábado 5 de diciembre Aguirre –quien iba armado con una pistola calibre .45 y un rifle calibre .22– irrumpió al domicilio de sus suegros, localizado en el 8901 de la calle Minnesota, en la ciudad de Palmview, una zona rural ubicada a 25 kilómetros de la frontera con México.
Implacable y sin darles tiempo de defenderse, Aguirre disparó en contra de su suegra, Amelia Flores de 45 años de edad y su mujer. Luego se dirigió a la recámara de su hijo Osiel Rojas e hijastros, Silvestre y Mauro Garza, de tres, seis y ocho años respectivamente, a quienes ultimó a quemarropa para luego huir con rumbo desconocido.
Rubén Flores, padre de Amelia fue quien encontró los cadáveres de su esposa y nietos dio parte a las autoridades, quienes acordonaron el área y exploraron el lugar sin hallar rastro de Aguirre.
Amelia, fue trasladada con vida al Centro Médico de McAllen, donde hasta el cierre de esta edición se debate entre la vida y la muerte.
A partir de entonces la policía inició una revolucionada búsqueda del multihomicida por vía aérea y terrestre. Transcurrieron casi 20 horas para conseguir pistas.
Sin embargo, Aguirre voluntariamente llamó al Departamento del Sheriff para avisar que se entregaría a la justicia. Al parecer él mismo condujo su vehículo hasta la cárcel del condado en Edimburg el mismo domingo, donde se le dictó auto de formal prisión.
INCERTIDUMBRE Y DESCONSUELO
Un día posterior a la tragedia, los dolientes se desmarcaron de cualquier entrevista con los medios de información. Al rancho donde se suscitaron los hechos no se permitió el acceso, más que a conocidos quienes acudieron a dar su pésame.
Sólo un primo de la finada Amelia Flores condenó el suceso antes de ingresar a la propiedad:
“Es una cosa muy criminosa matar a sus propios hijos, es la cosa más criminosa del mundo”, subrayó el entrevistado.
-¿Cómo eran en vida las víctimas?
“¡Híjole! no se diga, muy lindas gentes. La abuelita (Amelia) quería mucho a sus nietos, los paseaba bastante. No entiendo por qué pasó esta desgracia, al menos no parecía que él (homicida) y su muchacha tuvieran esos problemas”, mencionó visiblemente afligido.
PERFIL ASESINO
Sobre el futuro que le depara al infanticida y homicida de su suegra, las autoridades mencionaron que en ese marco parece difícil que no sea sancionado con la pena capital.
“Se hizo el cargo de muerte por las cuatro personas fallecidas en la perpetración del ataque. Ese veredicto no creo que se tarde mucho en la corte”, reiteró la jueza Treviño.
La funcionaria dijo desconocer si al momento de los crímenes Aguirre se encontraba bajo los influjos de alguna droga.
Como madre aseguró estar sensiblemente dolida.
“Es un hecho muy lamentable más porque se fue toda una familia. Los niños uno tras otro estaban viendo quien seguía al morir. Cualquier humano puede sentir el dolor. No sé este hombre en qué estado de mente estaría cuando hizo eso, nadie lo puede saber sólo Dios y él.
“Sólo Dios conoce de esos momentos de sufrimiento cuando empezó a matar a la abuela. El chiquito de tres años murió en el hospital”, precisó la jurista.
Por su lado, el sheriff del Condado de Hidalgo, Guadalupe Treviño, mencionó que las armas utilizadas en la masacre ya fueron recuperadas y confirmó que el multihomicida no tenía antecedentes penales.
El alguacil manifestó que el número de impactos de bala registrados en la refriega, así como la trayectoria de las mismas está bajo reserva de la policía, pues pese al arresto de Aguirre las investigaciones siguen su curso.
En esa vertiente, Treviño informó que en lo que va del año se han producido 26 asesinatos dentro de este condado, el doble de lo que se llevaba registrado a estas alturas en 2007.
Recientemente el quincenal Hora Cero publicó en su edición 258 la creciente ola delincuencial registrada en el Valle de Texas. De 2008 llama la atención la historia de María Angélica Acosta de 21 años, quien en mayo pasado asesinó a puñaladas a su hija Gabriela Yamileth de 15 días de nacida, y ocultó su pequeño cuerpo entre los matorrales de una bodega de ropa.
O el caso de la maestra Summer Meland, de 28 años, ejecutada a finales de septiembre con arma de fuego dentro de su domicilio. La muerte de la educadora del distrito de Sharyland consternó a toda la comunidad estudiantil porque además dejó huérfanos a tres hijos de nueve, tres y seis meses de edad.
Lo cierto es que en la mente de los residentes de la frontera texana y de la familia Flores este caso seguramente seguirá vigente durante mucho tiempo, aunque a nadie le garantiza que hechos de esa naturaleza se sigan cometiendo en una tierra cada vez más violenta.