Hace seis años, antes de ser descubierto por un visor de las Chivas en un torneo juvenil, Arturo Echeverría, jamás pensó que sería futbolista profesional ni mucho menos tener por compañeros a integrantes de la Selección Mexicana que más tarde conquistó la Copa Mundial Sub17 en Perú.
Su responsabilidad entre otras era asistir a la Secundaria Federal Número 4 de Reynosa. El futbol representaba sólo un pasatiempo hasta que sus dotes despertaron el interés del conjunto rojiblanco, que de inmediato lo fichó y entonces su vida tomó un rumbo vertiginoso.
Nacido en el seno de una familia de clase media “Cheverry”, como le dicen de cariño los amigos, pronto debió separarse de sus seres queridos para emprender la aventura en la Perla Tapatía.
Relata: “Todo surgió cuando me tocó ir a la Copa Chivas. Yo estaba en un equipo juvenil de Reynosa llamado Pumas, de Osvaldo Treviño; con él fui a Guadalajara, donde directivos me vieron junto a tres jugadores más.
“Recuerdo que llegamos hasta la semifinal que se definió entre el Rebaño Sagrado y nosotros. El resultado no nos favoreció y tuvimos que volver a casa. Siento que esa vez jugué malísimo”.
Con la moral caída Arturo se fue de vacaciones a Tampico, ciudad donde su hermano Rigoberto participaba con el equipo profesional del mismo nombre en la Primera División A. Nunca se le ocurrió que a su regreso a Reynosa se encontraría con la mejor de las noticias:
“Resulta que tenía muchas llamadas perdidas de mi entrenador ‘Valdo’ Treviño y cuando le hablé para saber el motivo me quedé impactado porque me dijo que debía estar urgentemente en Guadalajara, pues las Chivas estaban interesadas en mí. Rápido tomé mis cosas y me fui.
“No podía creerlo, me quedé impresionado. ¿Cómo?, ¿yo?, ¿es en serio?, me preguntaba”, evocó entre risas Arturo.
Aunque a su madre no le agradó la idea de dejarlo ir (porque apenas tenía 14 años de edad) sus hermanos y padre no cabían de felicidad con la oportunidad de oro, por lo que también decidió apoyarlo para ingresar a la cantera del Guadalajara.
Y para no abandonar los estudios, este adolescente originario de Río Bravo fue inscrito en la preparatoria del equipo de futbol más exitoso de México en cuanto a campeonatos se refiere con 10.
“Justo a un lado de las instalaciones del club –que recién había adquirido el empresario Jorge Vergara–, se encontraba una escuela llamada Educare, donde cursé el bachillerato.
“A mi llegada comencé a entrenar con jugadores que luego consiguieron el Campeonato Mundial Sub17 como Omar Esparza, Edgar el “Chore” Mejía, Javier Hernández, Patricio el “Pato” Araujo, Sergio Arias y Carlos Vela, entre otros”, citó el joven medio de contención.
UNA ENRIQUECEDORA TRAVESIA
Tras cumplir 17 años de edad y tres en la institución jalisciense, Arturo viajó a Colombia en un intercambio con el equipo campeón de la Copa Libertadores Once Caldas.
“Nos fuimos dos jugadores y se vinieron otros dos por espacio de cinco meses como parte de nuestra preparación. El cuadro cafetalero quería hacerse de mis servicios pero el Guadalajara no accedió.
“Yo entrenaba con la plantilla de primera, pero como arribé a mitad de temporada no se me alcanzó a registrarme y se complicó mi debut; sin embargo, jugamos un torneo muy importante en la ciudad de Manizales, sede del club, con el cual sumé minutos”, afirmó.
Este futbolista de rizado cabello agregó que tras su regreso a México en 2005 fue cedido por las Chivas al Real Colima de la Primera División A, filial del Atlante y cuyo director técnico era José Guadalupe el “profe” Cruz.
Ahí permaneció seis meses más hasta que su timonel fue movido a los Potros de Hierro, quien lo llevó consigo, pero por errores administrativos tampoco pudo estrenarse en el máximo circuito del balompié nacional.
“Por problemas de que yo estaba registrado en el equipo de la Segunda División de Colima, aunque jugaba en el de Primera A, que sí era filial del Atlante, no pudo consumarse y debí regresar al Colima. Cosas de la vida…”, sopesó.
Arturo aún sueña el momento en que un conjunto de Primera División se fije en él, pero afirma que es cuestión de paciencia.
Para ello, dijo, su representante está promoviéndolo a fin de que en el torneo Apertura 2008 tenga cabida en algún equipo importante.
“Cheverry” expuso que no hay ofrecimientos en concreto, pero si las negociaciones florecen a comienzos de junio ya pudiera estar entrenando en la máxima categoría.
VOLVER AL TERRUÑO
Como futbolista Arturo manifestó que ha sido muy satisfactorio el recibimiento brindado por la afición y amigos cada vez que visita Reynosa, donde actualmente radica su familia.
“Se siente muy bonito. Cuando llego aquí se ve que todos los sacrificios tienen su recompensa. La gente se me acerca con gusto y le interesa saber de mi experiencia”, valoró.
El joven surgido de la cantera Chivas especuló sobre los goles oficiales que tiene en su palmarés, pero comentó que ya son varios. Su labor, añadió, es más de recuperación de balones en el centro del campo.
Al preguntarle qué deportista es su referente no tardo en decir que el argentino Lionel Messi, del Barcelona español. De los mexicanos, dijo, le agrada el juego de Gerardo Torrado, de Cruz Azul.
Pese a que nunca se ha lesionado de gravedad, el centrocampista tamaulipeco explicó que sí ha atravesado circunstancias difíciles, una de ellas al comienzo de su carrera.
“Hubo un momento en que quería abandonarlo todo a causa de una situación extrafutbolística dentro del vestuario. Hoy veo las cosas de manera distinta.
“Con sacrificio mis padres me enviaron dinero para pasar mejor mi estancia en Guadalajara. Lo dejé entre mi equipaje y de pronto ya me lo habían robado todo. Son situaciones que suceden y que lo hacen a uno madurar”, reiteró.
Pero como reza un dicho: “el futbol también da alegrías” y para este deportista una de ellas fue competir en Italia y Brasil cuando entonces militaba en las Chivas.
En cuanto a las novias señaló entre risas que las deja para luego, dado que hasta el momento no tiene un lugar estable. En sus ratos libres en cambio, ve el televisor y escucha música de banda, su favorita.
Señaló que de no haber sido futbolista sería beisbolista, pues proviene de una familia 100 por ciento aficionada al deporte de la “pelota caliente”.
“Cuando nos cambiamos a Reynosa (hace casi 13 años) mi papá quería que jugara béis, pero yo le pedí el fut, así que fuimos a buscar equipo. A los ocho años estuve en el Tecnomecánica, luego pasé al Inglaterra, de un señor que le dicen el ´Picudo´ y posteriormente al Pumas, de Osvaldo Treviño. Conforme transcurrió el tiempo fui agarrando más experiencia, colmillo y condición”, afirmó.
Por último, esta joven promesa del futbol tamaulipeco admitió que las canchas de Reynosa no se caracterizan por ser las mejores (en su mayoría ásperas y polvosas), pero si alguien quiere triunfar, consideró, tiene que pasar por ahí.
“Es donde uno aprende más. Ahora es el recuerdo que me queda. Cuando uno tiene sangre de futbolista no importa donde se juegue: en la calle, el llano o en un campo bonito; si es con balón o una lata, lo que interesa es jugar”, concluyó sonriente.