La sonrisa es tan natural para Joe Montana como su habilidad para mantener la calma en los momentos de más presión. Con cada muestra de sencillez, deja en claro su éxito en el campo. Con cada guiño, sonrisa o ademán, Montana borra cualquier duda sobre su legado como el líder perfecto.
La muestra ideal: ‘El episodio de John Candy’. Cuando minutos antes de iniciar la ofensiva del triunfo en el Super Bowl XXIV ante Cincinnati, relajó a todo el equipo de cara a una marcha de 92 yardas con sólo 3:20 en el reloj.
“No le estaba diciendo a todos sobre John Candy, sólo a nuestro tacle derecho, Harris Barton, quien durante toda la semana nos estuvo contando a qué famosos había visto en la cena. Sentí que era importante decirle que estaba John Candy”, comentó, presumiendo su famosa sonrisa. “Siempre quise ser el mismo al inicio del juego que al final del juego”.
Evidentemente lo logró, ganando cuatro Super Bowls y siendo nombrado Jugador Más Valioso en tres de ellos.
Pero más importante aún, Montana se mantiene el mismo dentro y fuera del campo. Ser uno de los jugadores más reconocidos en la historia no lo ha hecho menos humano.
En su primera visita a la Ciudad de México, el ex pasador de los 49ers de San Francisco, prefirió mostrar el orgullo por sus hijos que presumir las hazañas propias.
“En mi tiempo libre disfruto ver las prácticas de mis hijos”, señaló el padre de Nate y Nick. “El mayor de ellos está en su primer año como quarterback en Notre Dame (su alma máter) y el segundo está en la preparatoria con muchas ofertas de becas”.
El orgullo está a flor de piel. El mismo orgullo que tuvo que tragarse al admitir que su favorito al Super Bowl son los Gigantes.
Esos mismos Gigantes que como jugador le causaron más de un dolor de cabeza con las defensivas de Bill Parcells, encabezadas por el mordaz Lawrence Taylor.
Acostumbrado al triunfo, nunca lidió bien con las derrotas, con las pérdidas, y una de las más duras que ha sufrido fue el adiós de su mentor, Bill Walsh.
“Walsh fue posiblemente la mayor razón de mi éxito. Me enseñó a buscar la perfección”, dijo, voz quebrada, como tal vez nunca haya hablado en un huddle. “Su muerte fue una gran pérdida para mí”.
Pero esos momentos son excepción en el pasar de los años de Montana, rodeado de logros como su inducción al Salón de la Fama.
Con esa autoridad como inmortal, Montana señala al que a su parecer, fue mejor pasador que él. Uno de antaño.
“Sammy Baugh”, dijo refiriéndose al quarterback de Washington de 1937 a 1952. “Creo que no muchos lo vieron jugar. Pero hacía cosas increíbles”, comenta.
Las cosas increíbles venían a raudales en el área de la Bahía en los 80 con el 16 al mando. Hoy esos tiempos han cambiado y Montana tiene una explicación.
“No tienen suficiente talento. No tienen a alguien que cambie el juego como ‘LT’ o ‘TO’”, comentó resignado. “No tienen ese tipo de jugadores. Pero creo que Mike Singletary está haciendo cambios positivos”, finaliza.
Agencia El Universal