
Días antes de los hechos Rodolfo Torre Cantú estuvo en Reynosa donde encabezó varias reuniones, y pasado el mediodía concedió una entrevista a Hora Cero en un salón privado del Hotel Holiday Inn Zona Dorada; entre su comitiva estaba Enrique Blackmore Smer, diputado local y con un puesto relevante en el equipo de campaña del entonces candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas.
Era la primera vez que lo conocía personalmente, y me llamaba la atención que, siendo aún una persona menos al medio siglo de edad, su tupida cabellera y bigote pintaran casi blanco.
Siendo aspirante a diputado federal en 2009; sentado en la curul del Congreso de la Unión en 2010, y en campaña para gobernador, Torre Cantú rechazó todas las propuestas para cambiar su imagen. Así se gustaba y así había ido ascendiendo en la política y en la función pública como secretario de Salud.
Pero cuando todo estaba su favor para ganar los comicios, vino lo inimaginable: la mañana del 26 de junio de 2010, a seis días de las elecciones, Torre Cantú fue acribillado junto con cuatro de sus principales colaboradores en un tramo de la carretera de Ciudad Victoria a Soto La Marina.
Y cuando ha transcurrido más de un año, el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa no ha sido parejo cuando ha investigado crímenes que han exhibido a un país extremamente violento –dentro y fuera de México–, y el tortuguismo de su gabinete en materia de procuración de justicia es igual o peor que el pasado priista.
El presidente y la Procuraduría General de la República han sido tan capaces como incapaces; han pasado de lo sublime a lo ridículo, y no batallan para pasar tan fácil de la luz a la oscuridad.
Cuando el 26 de junio de 2010 el país se sacudió con el asesinato del entonces candidato de Torre Cantú, hubo la confianza que se daría con sus autores en un corto lapso, pero ha pasado más de un año y no hay absolutamente nada.
La PGR, tan eficiente en aclarar otros hechos sangrientos, parece estar cruzada de brazos y responde que, efectivamente, después de 365 días de investigaciones (según la dependencia): “no hemos logrado identificar al grupo delictivo o probables responsables que perpetró el homicidio de Rodolfo Torre Cantú”.
Pero otros acontecimientos evidencian a la PGR y a otras dependencias federales como muy capaces: hubo detenidos en las dos masacres de San Fernando, Tamaulipas, de 2010 y 2011, y presumen haber metido a la cárcel (o matado) a 21 de los 37 principales cabecillas de los diferentes grupos del crimen organizado, en lo que va del sexenio.
Cuando cayó el avión donde murió Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación y presidenciable del PAN, junto a otros colaboradores, se resolvió que fue un error del piloto lo que ocasionó la tragedia. Y caso archivado.
El martes 15 de febrero pasado fue muerto el agente del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés), Jaime Zapata, junto con otro empleado de la Embajada en México, y pocas horas después la PGR presentó a los presuntos ejecutores materiales.
En semanas y meses siguientes hubo un desfile de nuevos detenidos en el hangar de la Policía Federal Preventiva; el último hace pocos días.
El hecho se registró en una carretera del céntrico Estado de San Luis Potosí, y ante la presión del gobierno de Washington el doble asesinato fue resuelto con prontitud.
Pero también el gobierno federal ha demostrado su incapacidad cuando intenta dar golpes mediáticos previo a elecciones donde el PAN saldría derrotado, como sucedió con el arresto y posterior liberación de Jorge Hank Rhon, en Tijuana, acusado de acopio de armas de uso exclusivo del Ejército.
Un gran ridículo hicieron las instituciones, desde el Ejército Mexicano que entró a la casa a aprehender a Hank Rhon y otros involucrados en el delito, hasta la Procuraduría de Baja California que no pudo fincarles responsabilidad.
Lástima, en serio, que Torre Cantú no pertenecía al PAN, porque seguramente la PGR hubiera resuelto el caso hasta con asesinos inventados, ahora que aprendió mañas del viejo PRI.
Y antes, los panistas se asustaban.
Twitter: @hhjimenez