
Ideológicamente hablando siempre me he sentido más identificado con las opciones políticas de izquierda.
En términos generales quienes se ubican en la derecha se han esforzado bastante para ganarse mi desconfianza.
Sin personalizar, algo que no tiene sentido en este momento; siempre he creído que quienes comulgan con la derecha sólo piensan en sí mismos y no van a dudar ni tantito en pasar por encima de alguien con tal de conseguir sus objetivos.
Lo poco que sé de historia y política mundial me ha mostrado que los gobiernos de la derecha se preocupan más por el capital, la inversión privada y la acumulación de riqueza, que por la justicia social, felicidad del individuo y bienestar comunitario.
Puedo estar equivocado, es cierto, pero eso es en lo que creo.
Por eso en términos generales me gusta mucho más el discurso de la izquierda.
Es por ello que, no obstante los graves errores que se han cometido durante este sexenio, sigo creyendo que Andrés Manuel López Obrador está realizando un mucho mejor trabajo que Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón Hinojosa y Vicente Fox Quesada.
Más allá de los actos de corrupción cometidos por personajes dentro de este gobierno, aún tengo la confianza de que el presidente es un hombre bien intencionado, quien no puede estar en todo y por eso no pudo evitar que una que otra alimaña se le haya colado a su administración.
Lo poco que sigo la actualidad nacional hace que me incline más a la idea que todos los ataques, críticas y embates por redes sociales contra el presidente de la República y su proyecto de gobierno, responden más a una virulenta reacción de aquellos que no pueden soportar haber perdido el poder absoluto que gozaron durante décadas y que sumió a este país en la más profunda desigualdad.
Puede ser que mucho lo que critican sea cierto, pero para mí la derecha tiene voceros realmente impresentables quienes hace apenas unos años se creían casi divinos y, ahora, buscan elevarse como paladines de la sociedad y los pobres.
Puedo estar equivocado, es cierto, pero como ya lo he dicho: eso es en lo que creo.
Sin embargo, a diferencia de miles de personas quienes, como yo, votaron para que Andrés Manuel López Obrador gobernara este país, no me ciego y sigo encontrando en la izquierda los mismos errores de
toda la vida.
No sé si se han dado cuenta, pero quienes comulgan con esta vía política pareciera que tienen tatuado en su pecho la leyenda “nacidos para perder” y siempre terminan cayendo en los mismos errores.
El principal, recurrente y letal para todas las opciones de izquierda, es su falta de ambición e ideas, una vez que ganan unas elecciones.
Una y otra vez he visto cómo quienes comulgan con esta opción política no saben convivir con sus compañeros de partido, tienen que estar peleando, enfrentados, disputando posiciones tan infames como una triste regiduría.
Pueden tener ante sí la victoria, pero prefieren dividirse porque no saben ser disciplinados y respetar cuando un personaje es seleccionado como candidato a un cargo de elección popular.
Son soñadores, inocentes, con tantos principios mal aplicados que no saben lo que es el pragmatismo pues, si lo supieran, se darían cuenta que en ocasiones un mal pequeño es la entrada a un bien mayor.
Cuando faltan unos meses para las elecciones en Tamaulipas, MORENA no ha sabido aprovechar la enorme popularidad que tiene el presidente de la República entre los ciudadanos.
Basta ver las encuestas más serias, para darse cuenta que la mayoría de los ciudadanos elige a MORENA cuando se le pregunta por qué partido votaría en las próximas elecciones.
El problema es cuando se le ponen nombre a los aspirantes, ahí el partido se desploma, lo que revela que ninguno de los “gallos” tiene el apoyo de la ciudadanía.
¿Y por qué sucede eso?
Porque prefieren andar grillándose entre ellos, tirándose patadas abajo de la mesa, conspirando en contra del resto de las “tribus”.
Para estos militantes de izquierda, la derrota es una opción más preferible que ganar con un candidato distinto al que ellos apoyan.
Hoy estos grupos están en su ambiente: peleando, divididos, enfrentados en las redes sociales y las calles.
No quieren ganar en las urnas… quieren que su voluntad prevalezca.
Muestran orgullosos su tatuaje de “nacidos para perder”.