
Hace dos meses, el 5 de noviembre de 2024, el controvertido millonario neoyorquino Donald Trump logró un contundente triunfo en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, obteniendo 312 votos electorales y 77.3 millones de sufragios populares. Dejó así en el camino las aspiraciones presidenciales de la actual vicepresidenta de la administración Biden, la californiana Kamala Harris, quien, como bateadora emergente, tomó la candidatura luego de un pésimo desempeño del presidente Joe Biden en el primer debate presidencial.
Kamala Harris, durante toda la campaña, no pudo definir una agenda clara en los temas más importantes para los estadounidenses, como la migración y la economía. Así, el expresidente Donald Trump, con su estilo disruptivo, mensajes claros y directos, además de su promesa principal de campaña –al igual que en 2016– de “hacer grande a América nuevamente”, logró conquistar al electorado conservador del Partido Republicano, así como a una importante mayoría del voto latino en ciertos Estados del país.
Sin duda, la confianza depositada en Trump por parte de los votantes estadounidenses radica en su promesa de mejorar la economía y hacer que las empresas “gringas” regresen sus plantas de manufactura a suelo americano. Esto, bajo la imposición de altos aranceles a las importaciones de países asiáticos como China, que, con un PIB de 18 trillones de dólares, es la segunda economía más importante, por debajo de los Estados Unidos, que tiene un PIB de 28 trillones de dólares.
En su primera administración, de 2017 a 2021, Trump inició su gestión con medidas proteccionistas bajo su política de “América Primero”, abriendo una guerra comercial con China, que en ese momento era su principal socio comercial y a quien le impuso diversos aranceles. La mayoría de éstos aún se mantienen bajo la administración del presidente Joe Biden.
“El patrón de mala conducta de China es bien conocido. Durante décadas, han estafado a Estados Unidos como nunca antes lo había hecho nadie. Se perdieron cientos de miles de millones de dólares al año en relaciones con China, especialmente durante los años de la administración anterior. China asaltó nuestras fábricas, deslocalizó nuestros empleos, destruyó nuestras industrias, robó nuestra propiedad intelectual y violó sus compromisos bajo la Organización Mundial del Comercio. Para empeorar las cosas, se les considera una nación en desarrollo que obtiene todo tipo de beneficios a los que otros, incluido Estados Unidos, no tienen derecho”, dijo el ahora presidente electo Donald Trump en un mensaje en la Casa Blanca en mayo de 2020.
Y en todo eso, Trump tenía razón, ya que en 2012 el déficit comercial entre China y Estados Unidos fue de 315 mil millones de dólares. Para 2018, ya había aumentado a 420 mil millones de dólares y, en 2020, con los aranceles impuestos por Trump, bajó a 310 mil millones de dólares, el más bajo desde 2011. La molestia del entonces presidente era que los chinos vendían mucho a los Estados Unidos y compraban poco a “los gringos”. Por ejemplo, en 2017, el año en que Trump llegó por primera vez a la Casa Blanca, China exportó productos por un total de 505 mil millones de dólares a E.U.A. y tuvo importaciones por solo 130 mil millones de dólares desde suelo norteamericano.
El gran beneficiario de esa guerra comercial fue México, que aprovechó el momento y ha logrado maximizar las ventajas competitivas del T-MEC, que otorga exportación e importación libres de gravámenes arancelarios o con tarifas bajas, para incrementar la relación bilateral y comercial con su vecino del norte.
Hoy, México ya es el principal socio comercial de los “gringos”. En 2023, el intercambio comercial entre ambos países fue de 798 mil millones de dólares, de los cuales, 312 mil millones cruzaron por el puerto aduanal de Nuevo Laredo, en Tamaulipas, con un flujo de casi 3 millones de cruces de camiones al año. Cabe resaltar que ese mismo año, Canadá fue el segundo socio comercial de E.U.A., con 773 mil millones de dólares, y China quedó en tercer lugar, con 575 mil millones de dólares.
Pero con todo esto, el reto es grande, ya que Donald Trump, quien tomará protesta el próximo 20 de enero, ha puesto en su mira a México, amenazando con imponer, tan pronto llegue a la Casa Blanca, aranceles del 25%, pudiendo llegar hasta el 75%, sobre todo en el caso de la exportación a suelo norteamericano de vehículos, una de las industrias más afectadas en ese país.
También Trump ha expresado que tiene información de que empresas chinas se han instalado con el llamado nearshoring en México para, desde ahí, enviar sus productos a Estados Unidos con bajos aranceles, aprovechando así las ventajas del T-MEC.
Será interesante ver cuál será la reacción que tendrá la presidenta Claudia Sheinbaum, quien hasta el momento ha enfrentado al presidente electo. “Nosotros no aceptamos esta visión de que México es menos, lo hemos dicho siempre: nosotros somos un país grandioso que compite con otras economías, que somos una potencia cultural y que frente a nuestros socios comerciales, particularmente Estados Unidos y Canadá, nos vemos como iguales”, dijo la mandataria mexicana en noviembre pasado.
Esta posible guerra comercial no beneficia a nadie, y estaremos pendientes de cómo se llevan las negociaciones entre ambos mandatarios para evitar mayor inflación y beneficiar así a los dos pueblos hermanos. Seguiremos informando los avances desde esta página.