El 2024 fue un año de grandes logros y avances sustantivos en el proyecto de nación que los mexicanos se han dado: se consolidó la Cuarta Transformación con la elección abrumadora de la candidata de Morena y partidos aliados, Claudia Sheinbaum Pardo; se dio, por primera vez en medio siglo, una transición del poder tersa y pacífica; se recuperó la esencia social de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos con las reformas que se llevaron a cabo en los últimos tres meses.
Pero el año nuevo viene cargado de nubarrones que pueden afectar lo que hasta el momento se ha logrado. El panorama internacional es oscuro, siguen los genocidios atroces y todo parece indicar que la plutocracia universal está dispuesta a llevarlos hasta las últimas consecuencias y extenderlos a los países que no se doblegan a sus mandatos y caprichos. El capitalismo salvaje que utilizó al máximo el terrorismo financiero, ahora está usando el extermino masivo.
Frente a esta amenaza, no se ha logrado articular una defensa colectiva, pues los agentes de la destrucción han sido eficaces para dividir a los pueblos y tentar a los poderes fácticos locales para evitar la cohesión de las fuerzas progresistas. El prolongado periodo del neoliberalismo acostumbró a las nuevas generaciones a la competencia ruinosa cuyo fin principal es destruir al otro, por las buenas o como sea.
En México, la tenacidad y visión política de Andrés Manuel López Obrador, logró el portento de llevar al poder al pueblo, cumpliendo la primera meta de la democracia: del pueblo; luego, implementó los programas sociales y las grandes obras de infraestructura: por el pueblo; y, finalmente, fincó las bases constitucionales de avanzada: para el pueblo. Pero, con todo el esfuerzo realizado, no pudo ir más lejos en su propuesta de acendrar la revolución de las conciencias.
Claudia, ya como presidenta, hizo realidad las reformas constitucionales y ha avanzado en la nueva etapa de erradicación de la violencia y la construcción de la paz; pero no ha tenido el respaldo de quienes buscaron el voto popular para llegar a los cargos públicos y de representación popular. Ha sido necesario que textualmente llame a los gobernantes a hacerse cargo de sus responsabilidades. Es posible que unos no quieran y que otros no puedan. Quizá sea tiempo de revocación de mandato.
Por lo que hace a los miembros de Morena y de otros partidos políticos, que pelearon el hueso con ahínco, no se les ven ganas de trabajar en la construcción y el fortalecimiento de las bases sociales que deben apuntalar las tareas de gobierno. Muchos de ellos siguen picando piedra como lo hicieron durante su vida de parásitos en otros partidos políticos que les dieron cobijo por sus habilidades ajenas al servicio.
En su más reciente artículo de La Jornada, Víctor M. Toledo identificó sólo a tres organismos que sí están cumpliendo con la tarea de capacitar, y con ello empoderar, a amplios sectores populares: “Sembrando Vida y La Escuela es Nuestra, ejecutados por la Secretaría del Bienestar, y Las Escuelas de Campo, de la Secretaría de Agricultura. El resto se la pasa nadando de muertito dizque para no perturbar la placidez de los ahítos.
Yo puedo señalar la casi heroica tarea que viene realizando el Instituto Nacional de Formación Política, dirigido por Rafael Barajas “El Fisgón”, institución que se encarga de dar vida orgánica a Morena. Por medio de plataformas digitales cada día capacita a miles de militantes, simpatizantes y ciudadanos que quieren saber sobre historia nacional, de la administración pública, sobre campañas electorales, entender por qué surgen los movimientos sociales, cuáles fueron las motivaciones para fundar el partido político con el que sienten identidad.
De destacarse son las clases presenciales en las oficinas estatales, con especialistas locales y militantes entusiastas con formación en algunos tópicos. Para muchos, el instituto es el primer acercamiento a la vida orgánica, al ejercicio de la militancia más allá de las campañas electorales, porque, como dijo el inolvidable Enrique Dussel: el partido debe ser una escuela de política, no una maquinaria electoral.
No hay que olvidar que el proyecto revolucionario de México fue derrumbado por la ausencia de cuadros formados en el pensamiento revolucionario de la justicia social. Los peligros son muchos y el planeta está lleno de lobos hambrientos de poder y de dinero.