Ahora que en los últimos días de abril y la primera semana de mayo repentinamente las redes sociales y los grupos de WhatsApp se activaron en forma más que sospechosa, por una parte divulgando balaceras, convoys de delincuentes organizados por carreteras tamaulipecas, ejecutados, bloqueos y memes, y por el otro, el supuesto mesías “inmaculado” que dice tener la solución a todo el caos que asfixia a Tamaulipas, la trama nos invita a realizar un serio análisis y reflexión de lo que ocurre en la entidad.
Lamentablemente las estadísticas maquilladas y sin maquillaje nos revelan que Tamaulipas no ha estado en paz sobre todo a partir del año 2009, es decir desde hace 14 años, cuando el grupo narcotraficante dominante dedicado a un sinfín de delitos en forma organizada se dividió, protagonizando sus subgrupos una guerra encarnizada que se prolongó por años.
En aquellos primeros años de la guerra entre cárteles con la injerencia de las fuerzas federales, al más puro estilo de Genero García Luna y Calderón, las masacres entre rivales y el aniquilamiento de los uniformados que mataban a cualquiera en caliente, fueron el sello de la casa.
Junto con ello, en la Guerra de Calderón, las desapariciones forzadas y el aniquilamiento de miles de personas, muchas de ellas ajenas a la delincuencia organizada, azotaron a Tamaulipas y a sus vecinos de región, Nuevo León y Coahuila.
Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto la estrategia y política en materia de seguridad fue muy similar a la de Calderón, por lo que la barbarie continuó, incluso en los primeros años ya del lopezobradorismo, aunque efectivamente, las fuerzas federales han bajado el número de enfrentamiento contra los delincuentes organizados.
Además de las reyertas entre grupos locales, la penetración de carteles de otros estados como del pacífico y el bajío mexicanos incrementaron la guerra en la entidad.
Con altas y bajas, otra vez lamentablemente, Tamaulipas ha logrado un desarrollo aceptable, sobre todo por el empuje de su gente, pero decir que durante el sexenio pasado el que hoy se erige como mesías logró pacificar la entidad es incurrir en una fake news muy cabecista.
Porque fue en el sexenio pasado cuando se comprobó que los policías especiales del cabecismo nos solo traficaban personas, sino que llegaron a aniquilar a 19 migrantes, la mayoría centroamericanos. También en ese lapso en Tamaulipas las muertes violentas de mujeres por razones de género se incrementaron, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en un mil 525 por ciento.
Además, durante el sexenio panista desaparecieron en Tamaulipas dos personas al día, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y no Localizadas de la Secretaría de Gobernación, y fue en el sexenio pasado cuando se registraron 8 mil 129 homicidios, 2 mil 209 más que en el periodo anterior, encabezado por el priista Egidio Torre Cantú.
Pero además, los ciudadanos tamaulipecos saben que la violencia en las carreteras, en las ciudades, sobre todo en las fronterizas, en las chicas y en las grandes, así como en el resto de municipios urbanos y rurales, no se ha ido.
Una vez más, lamentablemente, este fenómeno se arrastra en Tamaulipas al menos desde los últimos tres sexenios, con un grado de descomposición bastante avanzado que no podrá resolverse en poco tiempo.
Efectivamente, en Reynosa, Matamoros, San Fernando y otras poblaciones de Tamaulipas estalló la violencia entre los últimos días de abril y los primeros de mayo, sobre todo por enfrentamientos entre grupos antagónicos de la delincuencia organizada, pero la publicación y la magnificación de los hechos como si se tratara de terrorismo y ataques a la población civil por medio de ciertos comunicadores, así como anónimos y videos de otros hechos en las redes, denotan que hubo una acción de comunicación concertada.
Más aún si resurge en medio de todo el aparato de comunicación el que se siente mecías azul que sueña con ser, no candidato, sino presidente, aunque en su partido no figura ni en el último lugar de los 9 precandidatos, y aunque persista la orden de aprehensión en su contra por diversos delitos federales, y pese sobre él y su séquito una serie de investigaciones del fuero común por un saqueo millonario a las arcas del estado.
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