El éxodo de los menores migrantes no acompañados tiene muchos rostros marcados por la desigualdad, violencia, pobreza y la desintegración familiar.
En los ojos verdes de “Alonso” se observa el miedo y la ilusión, al mismo tiempo. A sus 16 años tuvo que salir de su país natal por amenazas de muerte y violencia.
“Salí del El Salvador porque me amenazaron de muerte”, mencionó el adolescente que sacó libros de la mochila que llevaba al bachillerato para meter algunos cambios de ropa y emprender un largo viaje.
“Vine huyendo de mi país para salvar mi vida porque en la escuela me amenazaron unos pandilleros, me dijeron que si me quedaba me iban a secuestrar y me iban hacer pedacitos para tirarme en un cañero (campo de caña). Y por eso ya no fui a la escuela porque tenía miedo”, dijo.
“Alonso” viajó acompañado de un “guía”, que le cobró a su madre cinco mil dólares para salir del municipio de Tonacatepeque del departamento de San Salvador, El Salvador.
Su madre pidió un préstamo para poder pagarle al “coyote” quien llevaría a “Alonso” al estado de Nebraska, en Estados Unidos para reunirse con su hermana y su padre, quienes desde hace más de ocho años se encuentran allá.
Atravesaron parte del El Salvador, Guatemala y todo México para llegar a la frontera natural que divide el territorio mexicano del llamado “sueño americano”.
“Cruzar mi país y Guatemala fue duro porque existen muchos peligros por las pandillas y tanta violencia. En este último lugar nos hospedaron en un cuarto de hotel donde sumaron a un grupo de cuatro niños con edades los 8 a los 12 años. Como yo era el mayor me sentía responsable de los pequeños. Esa ocasión nos tuvieron un día entero sin probar alimentos”, recordó.
Los menores atravesaron junto con el “pollero” el río Suchiate en una balsa e intentaron pasar por Migración de México pero no fue posible por lo que fueron regresados para intentarlo al siguiente día.
“Fue un trayecto muy duro física y psicológicamente por los peligros a los que te expones, además dejé a mi madre que está enferma de
los nervios”, compartió nostálgico.
En Tapachula, Chiapas fueron subidos a un autobús para atravesar la República Mexicana hasta llegar a Reynosa donde intentarían cruzar ilegalmente la frontera hacia la Unión Americana.
“Durante todo el camino pensaba en mi madre que dejé sola y enferma. Esa era mi angustia porque nunca me había separado de mi madre y ella se quedó sola en la casa. Emocionalmente me siento destrozado”, mencionó.
Seis días complicados habían transcurrido para el grupo de menores migrantes que solamente probaban bocado una vez al día. El llamado “sueño americano” estaba a punto de concretarse pero al encontrarse a unos metros del río Bravo cambió la historia.
“En Reynosa nos iban a pasar por el río Bravo. Viajábamos en la madrugada en una camioneta con otro grupo de 27 migrantes provenientes de El Salvador pero nos detuvo la Policía Federal y se enfrentaron a balazos los guías que nos llevaban.
“Le rogábamos a los policías que nos dieran la oportunidad de quedarnos porque la situación en nuestro país es muy violenta por cualquier cosa te quieren matar, te amenazan o te asaltan”, narró.
Al igual que “Alonso” en los primeros seis meses del año once mil menores más han salido de Centroamérica con el sueño de superarse, seguir estudiando y conseguir un buen trabajo.
“Quisiera trabajar y continuar estudiando para convertirme en licenciado en Comunicaciones. Mi deseo es aportar dinero y curar a mi mamá”, indicó el joven que estudiaba el primer año del bachillerato en El Salvador.
El adolescente de 16 años fue repatriado a su país por las autoridades de Migración de México.
“Voy a regresar a mi casa y solamente me encomendaré a Dios y que sea su voluntad”, concluyó.
“ISAURA”
A sus 13 años venció el miedo de viajar sola más de dos mil 500 kilómetros desde Honduras hasta la frontera con Estados Unidos.
Con dos mil dólares en una pequeña bolsa de mano y su registro de nacimiento como identificación, la menor tomó la decisión de abandonar su país natal.
Desde Tocoa, la ciudad principal del Departamento de Colón, al norte de Honduras, salió con el objetivo de buscar una persona en Reynosa que le facilitara el cruce a Estados Unidos.
“No tenía miedo porque vengo acompañada de Dios y él es el único que me puede cuidar. Sin problemas y solamente pagando sus autobuses, hoteles, comida y algunas ‘mordidas’ a los agentes de Migración llegué la frontera”, indicó.
Sin embargo, al bajar del autobús en Reynosa le robaron su bolso con su dinero, su identificación y la dirección del lugar donde iba a llegar.
Después de vagar por tres días en las calles de esta frontera llegó a una guardería del Sistema DIF donde la canalizaron al Centro de Atención a Menores Fronterizos (Camef).
En este albergue le brindaron techo, protección, alimentos y por medio del Instituto Nacional de Migración la repatriaron a su país.
“Mi idea era solamente venir de visita por quince días a Reynosa para ver si podía cruzar a Estados Unidos si no, me regreso a Honduras”, dijo.
Los padres de “Isaura” se encuentran en la Unión Americana desde hace tres años, tiempo en el que no los ha visto pero mantienen comunicación por teléfono y recibe el dinero que le envían.
La menor de 13 años en Honduras vive con su “esposo” (en unión libre) de 19 años que se dedica a la albañilería.
“Desde los once años vivo con mi esposo en casa de mi cuñada. Ahí soy ama de casa porque ya no quise estudiar la secundaria y él lleva todo a la casa de lo que obtiene trabajando.
“Tuve muchos problemas en mi hogar y después de casi dos años de novios decidí irme con él como si estuviéramos casados”, dijo.
“Isaura” se mantiene en el Centro de Atención a Menores Fronterizos (Camef) donde
le brindaron techo, protección, alimentos y por medio de Migración de México la repatriaron segura a su país.
“JOSE MANUEL”
Dentro de estas historias de menores migrantes se encuentra el mexicano “José Manuel”, originario del municipio de Iliateco, Guerrero.
El joven de 17 años, arribó temeroso al refugio después de que la Border Patrol lo deportara por el puente internacional “Benito Juárez” de Reynosa. Posterior a su registro en el Instituto Nacional de Migración fue trasladado junto con otros compañeros al Camef Reynosa.
Después de comunicarse con sus familiares en Guerrero, el joven compartió que su trayecto para ingresar ilegalmente a Estados Unidos fue muy complicado.
“Es muy difícil porque casi no comíamos y nos llevaban por lugares con muchas espinas y animales ponzoñosos, además cruzamos el río con mucho temor de ahogarnos”, comentó.
Entre lágrimas dijo que buscaba trabajar en Houston, Texas como jardinero, pero fueron interceptados en McAllen, Texas por agentes de la Border Patrol.
El joven pagó siete mil pesos a un “coyote” para que lo cruzara por el río Bravo.
“Ya habíamos cruzado pero estábamos esperando que fueran por nosotros para llevarnos a Houston.
“Escondidos entre matorrales, de repente nos rodearon muchas patrullas de migración, helicópteros y perros que nos corretearon hasta que nos atraparon”, describió.
Sumamente afectado añadió que deseaba mejorar su situación económica porque en su entidad no tienen trabajo y sus padres son campesinos.
“Mis papás tenían miedo y me decían que no me fuera pero ya lo había decidido. Ahora me siento mal y extraño a mis padres”, dijo llorando.
Dos de sus hermanos se encuentran desde hace varios años en la Unión Americana trabajando de forma ilegal y su deseo era reunirse con ellos para enviarle más dinero a sus padres.
Tras permanecer unos días en el refugio finalmente “José Manuel” fue regresado a su lugar de origen.
LAS CIFRAS CRECEN
Durante el primer semestre del año, el Centro de Atención a Menores Fronterizos (Camef) en Reynosa brindó refugio a cerca de mil 200 adolescentes en Reynosa, informó su coordinador, José Guadalupe Villegas García.
El año pasado, el albergue dependiente del Sistema DIF Reynosa atendió a mil 370 niños migrantes, cifra que se rebasa este año solamente en los primeros seis meses.
Detalló que aunque la mayoría son jóvenes mexicanos que cruzaron ilegalmente a Estados Unidos y repatriados por la Patrulla Fronteriza también se reciben centroamericanos.
El funcionario explicó que los menores centroamericanos que se atienden son los que vienen en transito desde la frontera sur de México y buscan cruzar a Estados Unidos pero no lo lograron.
“Ellos son asegurados por diversas autoridades mexicanas y son puestos a disposición del Instituto Nacional de Migración que los canaliza al Camef ya que es habilitado como estación migratoria”, dijo.
Y añadió: “Aquí pueden estar albergados de 1 a 90 días hasta que se resuelva su situación migratoria para que regresen a sus lugares de origen”.
Villegas García resaltó que estos menores provienen principalmente de Guatemala, El Salvador y Honduras.
“El año pasado se canalizaron 140 menores migrantes centroamericanos pero en los primeros seis meses de este año hemos atendido a más de120 niños aumentando considerablemente”, pronunció.
Finalmente el coordinador del Camef Reynosa precisó que entre repatriados mexicanos y centroamericanos que buscan cruzar ilegalmente la frontera, la cifra seguirá creciendo a pesar de que conocen de la crisis humanitaria que vive Estados Unidos.