Sus descarapeladas paredes, derruidas por el paso de los años; los letreros rotos, las puertas desvencijadas y un polvoso olor a guardado, anuncian el que pareciera ser el escenario de una película de horror o un filme post-apocalíptico, que de la misma forma se extiende hacia el interior del edificio, en sus pasillos y las butacas.
Paradójicamente, hay quienes al caminar sobre la calle Victoria (entre Sinaloa y Tamaulipas) en la colonia Rodríguez de Reynosa se dejan envolver por la nostalgia de lo que en el pasado fue uno de los centros de entretenimiento más concurridos de esta frontera: el cine Olympia.
Pasatiempo de chicos, jóvenes y grandes, ahora se encuentra arruinado, como monumento al olvido y un recuerdo a la añoranza, a lo que algún día fue y quedó como atrapado en el tiempo.
Cuenta un vecino, don José Luis De Hoyos Cavazos, quien ha sido testigo de principio a fin de las etapas por las que ha transitado este cinema, que en el año de 1962 acudió junto con su novia a la gran inauguración.
Describe que en aquella ocasión estuvo en persona el actor y cantante Antonio Aguilar, en un evento que fue un suceso para la ciudad.
“Desde que nací resido en este barrio, he vivido aquí toda la vida y puedo decirles que éste era un cine familiar que tuvo mucha fama y mucho éxito, fue un gran cine”, comenta, bajo el reflejo del sol en sus gafas oscuras.
Relata que desde que el techo se derrumbó, por falta de seguridad, a principios de 2012 las autoridades optaron por clausurarlo, sin que parezca haber las esperanzas de ser reabierto. Aduce que a sus dueños nunca conoció y que el inmueble “ya tiene varios años parado”.
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVO
Este hombre de piel bronceada y cabello cano se remonta al pasado cuando el sitio se encontraba a la moda y los habitantes de esta ciudad acudían a pasar un rato agradable. Agrega que fue un lugar muy concurrido al que vio llegar, entrar y salir durante décadas cantidades y cantidades de personas.
“Yo nací aquí, aquí me crié y aquí estoy gracias a Dios todavía. Definitivamente fue una época muy buena y muy bonita la que experimentamos con el cine. El ambiente era muy diferente, muy tranquilo y calmado.
“Los vendedores ponían su puestecito aquí afuera, que los fritos, que las papitas, refrescos, helados”, memora. Siendo el Olympia el cine del momento llegó para hacerle competencia a otros como El Obrero (que fue uno de los primeros que existieron en Reynosa y el cual se ubicaba en la calle Herón Ramírez, esquina con Oaxaca.
Este último cinema era de madera y desapareció totalmente). Otro que había en aquel entonces era el cine Gutiérrez, cuenta don José Luis.
“Me acuerdo que hasta venía gente del otro lado a ver películas, porque ponían las mexicanas con Pedro Infante y Jorge Negrete. La sala era completamente nueva, muy bien equipada, con aire acondicionado, limpio, muy a todo dar, con un sonido espectacular. Aunque nada más contaba con una sala ofrecía varias funciones en el día.
“La gente acostumbraba salir de su trabajo, hacer sus actividades y pasar la tarde aquí, pero en los fines de semana era cuando venía más gente. Ponían películas mexicanas, algunas americanas y durante una época italianas con subtítulos”, manifiesta.
‘ERAN FILAS INTERMINABLES’
Otra de las personas que pudieron atestiguar la huella que dejó el cine Olympia en Reynosa es el señor Tony Hinojosa, quien refiere que este espacio fue parte muy importante en la vida de quienes residieron por el rumbo, muy cerca de la calle Herón Ramírez y el bulevar Morelos.
“Se volvió un punto muy tradicional, porque venía mucha gente e inclusive, se llenaba. ¿Se acuerda don Luis cuando pasaron Camelia la Texana? –pregunta Tony– y el cine lleno, la gente estaba haciendo filas larguísimas.
“El Exorcista también, las filas estaban por lado y lado, hasta le daban la vuelta a la manzana. ¡Cuántos bellos momentos y recuerdos!”, alude el hombre de pelo largo rizado, con sombrero, zapatos y bermudas.
Entre las anécdotas más recordadas por el entrevistado destaca aquella en la que él y sus amigos hacían hasta lo imposible para no perderse las películas en cartelera, hasta limpiar los pasillos y los baños si era necesario.
“A los empleados del aseo nosotros les ayudábamos a barrer y trapear para que nos dejaran entrar gratis a la sala; chiquillos íbamos y les hacíamos mandados, porque era el barrio de nosotros.
“Yo viví aquí una época y a los 17 años me fui a Estados Unidos, ya nada más venía de vez en cuando. Conocimos a los gerentes, pero nunca supimos quienes eran los dueños, no sabemos por qué terminó en estas condiciones. Sí da mucha tristeza”, confiesa.
DEL CINE FAMILIAR AL PORNO
Por su parte don José Luis De Hoyos Cavazos tiene la experiencia de contar del cine desde que empezó hasta que se acabó. Ahora no esconde su
nostalgia de verlo abandonado.
“Constantemente comentamos de la época que vivimos tan bonita aquí nosotros. El Olympia se quedó desolado totalmente, se puede decir, sin esperanza de que lo restablezcan.
“De ser un cinema familiar pasó a ser pornográfico para personas adultas. El cambio fue hace como ocho años, en el que se modificó la temática”, abunda este ex trabajador de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Describe que cuando empezaron a proyectar películas con clasificación “D”, también conocidas como “XXX”, los vecinos de la colonia Rodríguez se inconformaron, además de que en frente se encuentra la escuela primaria Club Rotario, donde este hombre de la tercera edad y muchos conocidos del barrio estudiaron.
“La gente se vino a manifestar haciendo la petición de que las autoridades y los dueños retiraran ese tipo de carteleras. Incluso vino un sacerdote, pero nada pudieron hacer para quitar las películas pornográficas, hasta que el edificio prácticamente se derrumbó por el paso del tiempo”, detalla.
Don José Luis y el señor Tony sueltan las carcajadas cuando se les pregunta si no iban la señoras enojadas a buscar a sus maridos, a quienes “querían que se los tragara la tierra”.
Sin tapujos este lugareño, quien muy cerca tiene su puesto de comida, menciona que le tocaba ver entrar al cine para adultos a señoras y parejas, así como sexoservidoras y homosexuales.
“Llegó a un punto en el que se corrió un poco de prostitución aquí en el cinema”, agrega por su lado Tony. Aún así ambos refieren que experimentó un auge, pero nunca alcanzó el éxito que tuvo siendo un cinema familiar”, comparan.
LOS AÑOS A VECES NO PERDONAN
A pesar de que la historia del Olympia se vio manchada por el cartel que tuvo en sus últimos años, en general quienes disfrutaron de él se quedan con los mejores recuerdos, cuando estaba en su apogeo.
“Nosotros nos juntábamos aquí y cuando nos encontrábamos de vacaciones nos poníamos a jugar beisbol afuera del cine. Inclusive, de repente ponían películas para mayores de 18 años (antes de que pasara a ser exclusivamente para adultos) y nos colábamos o nos escondíamos entre las butacas.
“Como el edificio era de dos niveles, arriba estaba el proyector y allá nos quedábamos y a la hora de la salida los encargados se nos quedaban mirando y nos preguntaban enojados –¿Ustedes por donde entraron–?”, evoca con risas el señor Tony tales anécdotas.
Sentado en una banca de madera frente a los vestigios de este lugar, el entrevistado hace referencia al ruido característico del proyector cuando los espectadores miraban atentos a la pantalla, o aquella luz fulgurante que iluminaba todo el cuarto donde estaba el operador que corría las películas, cuando abría la tapa para cambiarle los carbones.
Las amistades que hicieron en este lugar, afirma, se quedarán también en su memoria.
“Conocimos a todos los viejos que trabajaban en el cine cuando todavía era un espacio familiar. A Lorenzo y Chapa eran los barrenderos. Ya estoy como el futbol: en la taquilla estaba la señora Nora, en la puerta estaba Alejandro, en la dulcería estaba Toña; el gerente en ese tiempo era el señor Raúl Caudillo Ojo de Agua y había otra persona en la dulcería que no me acuerdo como se llamaba.
“El Olympia tuvo su época de oro, pero allá por los años setentas, ochentas, vinieron a desplazarlo el Latino y el Bahía, y éste se hizo de menos categoría, porque aquellos estaban más arregladitos y las butacas más cómodas”, pormenoriza el señor Tony.
Al final los cinemas del área se fueron extinguiendo y de todos no quedó ninguno alrededor, sólo las ruinas de éste que por los habitantes de Reynosa es rememorado por ser un “gran cine” que proyectó luz y luego sombra.