Dos adultos y dos niños se encontraban en una situación de emergencia, el coche con las llantas hacia arriba y ellos dentro del agua… Antes que otros conductores se detuvieran, José Antonio y su compañero Israel acudieron a socorrerlos. Dos de los voluntarios que ayudaron a salvar la vida de cuatro personas en el accidente donde su auto cayó en un canal de agua, hablan de esa experiencia y con toda sencillez y modestia relatan el suceso.
El pasado 11 de abril, un auto familiar cayó en un canal de agua sobre la carretera Ribereña, luego de frenar para esquivar a otro vehículo, perder el control y precipitarse al arroyo.
En cuanto cayó al cauce, unos trabajadores que vieron el percance, cruzaron la carretera para lanzarse al agua de inmediato y ayudar.
Varias personas más se detuvieron y participaron en el rescate.
Su arrojo, el tomar la decisión sin pensarlo, ayudó a que estas cuatro personas, dos adultos y dos menores, estén ahora con vida.
Uno de ellos, el más pequeñito, permaneció en el agua entre 8 y 10 minutos, pero fue rescatado de las garras de la muerte, primero por uno de los trabajadores y luego con maniobras de resucitación que le aplicó un médico que pasaba por el sitio en ese momento.
Israel Monroy Jiménez es originario del municipio de Alamo Temapache, Veracruz. Llegó a vivir a Reynosa hace 35 años.
Es obrero de la construcción y esa tarde se encontraba colocando la nomenclatura de la carretera Ribereña y la avenida Ribera Central Oriente, junto con su compañero José Antonio Quiñones, cuando se registró el accidente.
Una familia –de la colonia Renacimiento que se dirigía a una comida– se fue al canal que corre paralelo al Anzaldúas. No lo pensaron dos veces y acudieron en su rescate.
Acompañando sus maniobras como salvavidas también participaron otros héroes anónimos y el doctor Carlos Amador, al practicarle la reanimación cardiopulmonar (RCP) al niño Jesús Manuel, quien permaneció casi 10 minutos bajo del agua y estaba inconsciente.
Tanto Israel como José Antonio terminaron empapados, con sus teléfonos celulares inservibles, pero fue mayor su alegría porque para ellos lo importante era que la familia González Rodríguez estuviera a salvo.
´VOLVIERON A NACER’
Israel le sonríe a su esposa América Pilar Mejía Torres, quien dice estar contenta de que éste se encuentre bien, por haberse introducido a un lugar peligroso.
Sentado a la mesa de su domicilio, situado en el número 265 de la calle Francisco Villa en la colonia Carmen Serdán, platica lo que experimentó durante el rescate de Christian Misael González, su pareja Yajaira Rodríguez y sus hijos, Alexia y Jesús Manuel.
Cuenta que la mañana del martes al salir a trabajar jamás se imaginó que viviría una experiencia para recordar, muy diferente a lo que estaba acostumbrado.
“Era un día como cualquiera, pero después de lo que pasó comprendí que todo puede suceder de un momento a otro, en un abrir y cerrar de ojos”, menciona.
El también padre de familia de Israel Junior, de 20 años; Julissa, de 13 y Judith, de 11, reconoce sentirse ‘muy contento’ de ser parte de una bonita historia, cuando cuatro personas se salvaron de morir ahogadas.
Al hombre de aspecto sencillo, no le llama la atención que su nombre apareciera en las noticias, ni hacerse famoso.
“Nunca me pasó por la mente eso. Sólo me quedó la sorpresa del accidente y cuando llegué a la casa se lo conté a mi familia”, agrega.
Mirando a su mujer de reojo, sonríe y dice que sí lo haría, cuando se le pregunta si volvería a arriesgar su vida para salvar a otras personas. América Pilar responde:
“Uno de mis pensamientos fue que me pude haber quedado viuda, pero después del susto, me dio gusto de que ayudó a salvar vidas. Estoy muy orgullosa de mi esposo, claro que sí, porque nadie esperaba esto.
“Le doy muchas gracias a Dios que sacó a esas personas y que él ahora está aquí, porque si no ¿qué hubiera hecho yo?
“Mi admiración es también para sus compañeros por lo que hicieron en el lugar del accidente y felicito a las otras personas que estuvieron acompañándolos en esos momentos, que Dios los bendiga y a la familia, que se supere del susto que se llevó”, manifiesta su cónyuge.
En tanto, Israel no descarta estrechar una “bonita amistad” con los González Rodríguez, que así como lo considera “prácticamente volvieron a nacer”, finalizó.
OSADO NADADOR
Por otra parte, José Antonio Quiñones de la Cruz, el otro héroe que ayudó a salvar a la familia accidentada en la Ribereña, habita en el número 2020 de la calle Prados de Estío en la colonia Padreras de Oriente.
El joven de 22 años creció en esta zona, a espaldas del canal Anzaldúas y desde que era adolescente ha ayudado a sacar personas del agua: automovilistas y tripulantes que han ido a parar a este afluente artificial (construido en la década de los años 50 para irrigar la zona agrícola del norte de Tamaulipas), por lo que no era la primera vez que participaba en un rescate acuático.
Ese martes que se encontraba trabajando en el sector poniente de la ciudad era la persona más capacitada para apoyar en las tareas de salvamento ciudadano.
Como es de costumbre se levantó muy temprano, desayunó y se subió a su bicicleta para ir a trabajar.
El espigado albañil apenas tiene dos semanas en ese empleo, pero a raíz del accidente ya lo conocen bien todos sus compañeros.
“Escuché un fuerte rechinido. Para dar vuelta en la avenida (Ribera Central Oriente) estaba un convertible que no puso direccionales. Detrás venía un auto blanco. Al intentar no chocarlo el conductor se fue al canal con su familia. Nomás miré cuando ya iban en el aire”, relata.
Dos adultos y dos niños se encontraban en una situación de emergencia, el coche con las llantas hacia arriba y ellos dentro del agua. Antes que otros conductores se detuvieran para auxiliarlos José Antonio y su compañero Israel acudieron a socorrerlos.
“Yo nomás solté la pala de volada y corrí. Ni me acordé de la carretera, me pasé derecho sin ver carros. Lo primero que intenté fue abrir una puerta, me fui para el otro lado, pero no pude.
“Una persona que llegó para ayudar abrió la otra puerta, pero consideró que no había nadie. Y le dije: ‘¡Sí, ahí hay personas!’, entonces me sumergí dentro del vehículo y a la primera que alcancé fue a la señora (Yajaira), que tenía agarrada a su hija (Alexia) y las jalé y donde las levanto hacia arriba, agarraron oxígeno.
“Luego me sumergí nuevamente. Toqué alguien, jalé y era un pie, el del señor (Christian Misael). Quería sacarlo y no pude porque estaba atorado. Le di la pierna a mi compañero Israel, me di la vuelta y lo desatoré y cuando lo sacamos estaba morado. Creí que estaba muerto, tenía espuma en la boca y en la nariz”, describe.
Desvanecido la corriente lo arrastraba, por lo que los demás rescatistas ciudadanos lo amarraron con un cinturón de la mano y lo sacaron del dren El Murillo. Habían transcurrido alrededor de diez minutos y faltaba un niño por rescatar (Jesús Manuel).
“Me metí otra vez, pero nunca lo encontré. Entre todos levantamos el carro, y fue cuando se desatoró. La mamá dijo: ‘¡Allá va!’, el compañero se aventó, le cayó arriba para que no se lo llevara la corriente y lo sacó, pero ya estaba inconsciente, con espuma también en la boca”, agrega José Antonio.
De acuerdo con lo que experimentó este fortuito salvavidas habían transcurrido muchos más de 15 minutos hasta que liberaron al último de los tripulantes accidentados.
Al igual que Israel comenta que para él no es relevante que ahora su nombre sea mencionado por haber participado en el rescate de la familia, sino que ésta se encuentre bien.
Manifiesta que también le gustaría entablar una amistad con las personas con las que compartió los momentos, quizás, más importantes de su vida.
En su trabajo este joven ya ha sido felicitado, pero lo toma con humildad. Dice que no es un rescatista profesional y que solamente ayudó de manera espontánea.
‘¡Mi nieto estaba muerto!’
Por José Manuel Meza
Martín Contreras, abuelo del niño Jesús Manuel, que duró más tiempo debajo del agua, informó que el menor permaneció casi 72 horas hospitalizado.
Asegura que clínicamente ya estaba muerto “y regresó milagrosamente”, por lo que está agradecido.
“Primero a Dios todo el reconocimiento y también a todas las personas que participaron en el rescate de mis hijos. No tengo con qué pagarles esa gran bendición”, comenta.
Martín, quien reside en la colonia Los Caracoles, cerca del sector donde ocurrió el accidente, manifiesta que durante muchos años le ha tocado ver vehículos que se han ido al canal y siempre se baja para ayudar.
“Pienso que Dios me regresó el favor y su protección para toda mi familia, eso me hace sentir muy agradecido”, reitera
Mientras tanto el niño, aunque tuvo una infección en los pulmones, ya se encuentra fuera de peligro sin ninguna consecuencia cerebral ni fisiológica, al igual que su hermana Alexia y sus progenitores, que ya están todos en casa.
UN PROBLEMA IGNORADO
Es precisamente este tramo de carretera el escenario de una cantidad incalculable de percances automovilísticos, muchos de los cuales con resultados fatales.
Administraciones van y vienen en Reynosa, pero el problema sigue igual que siempre, no hay una barrera de contención que bloquee el trayecto de los vehículos al canal, que tiene la función de sacar al golfo de México el agua salinizada de las tierras agrícolas de la región.
Aunque en diversas ocasiones se ha solicitado que las autoridades mejoren las condiciones de seguridad, las diversas obras realizadas en la carretera Ribereña no han sido suficientes para frenar la ola de percances.
Por lo pronto, lo que ocurrió con la familia González Rodríguez (en plena Semana Santa) mostró el lado solidario de la comunidad para rescatarla, pero también la necesidad de hacer de ésta una vía más segura.
RECIBEN TELÉFONO NUEVO
Como recompensa, Héctor Hugo Jiménez, director editorial de Hora Cero les compró un celular, pues los de Israel y José Antonio se descompusieron en el agua.
Visiblemente emocionados, dijeron sentirse muy contentos de recibir un equipo nuevo, como un buen gesto por sus maniobras de rescate.
Se mostraron muy agradecidos y ambos comentaron de manera muy humilde que le agradecían a Dios y a la vida poder ayudar de alguna manera para que los integrantes de la familia González Rodríguez regresaran a salvo a su casa.
EL RESCATE
:: “Le dije: ‘¡Sí, ahí hay personas!’, entonces me sumergí dentro del vehículo y a la primera que alcancé fue a la señora, que tenía agarrada a su hija y las jalé y donde las levanto hacia arriba, agarraron oxígeno. Luego me sumergí nuevamente. Toqué alguien, jalé y era un pie, el del señor… Quería sacarlo y no pude porque estaba atorado. Le di la pierna a mi compañero Israel, me di la vuelta y lo desatoré y cuando lo sacamos estaba morado. Creí que estaba muerto, tenía espuma en la boca y en la nariz”.
Faltaba un niño por rescatar …
“Me metí otra vez, pero nunca lo encontré. Entre todos levantamos el carro, y fue cuando se desatoró. La mamá dijo: ‘¡Allá va!’, el compañero se aventó, le cayó arriba para que no se lo llevara la corriente y lo sacó, pero ya estaba inconsciente, con espuma también en la boca”.
JOSÉ ANTONIO QUIÑONES, 22 AÑOS.