Lo vi y le tomé una foto cuando marchaba infiltrado en el contingente que había partido del Mercado Juárez. Por Ocampo, a la altura del Hotel Ancira, me llamaron la atención sus pelos parados y su chaleco de mezclilla sin mangas, y disparé la cámara. Eran como las cinco y cuarenta de la tarde.
Dos horas mas tarde, aproximadamente, ese joven fue uno de los principales vándalos que destruyeron los vitrales del Palacio de Gobierno de Nuevo León. Que pateaba las puertas centrales de la sede del ejecutivo como poseído, y arrojaba objetos sin que un policía hiciera algo para detenerlo.
Así, una histórica convocatoria ciudadana vía redes sociales en Nuevo León contra Enrique Peña Nieto se salió de control y terminó en salvaje y condenable vandalismo.
Como reportero quise ser testigo de lo que mi instinto de periodista me decía que iba a ser una protesta al estilo los XV años de Rubí, pero a favor de una causa y repudio al gobierno.
Multitud convocada a través de Facebook y Twitter por organizaciones civiles que, por error, decidieron que dos de los grupos saliera de las jaulas de adictos del futbol (los estadios de Tigres y Rayados) que, guste o no, son violentos por naturaleza gracias al patrocinio de los dueños de los equipos.
Frente al Mercado Juárez, cuando apenas había menos de cien personas minutos antes de las cinco de la tarde, una mujer organizadora de la marcha pedía a unos jóvenes con banderas negras quitarse la máscara de marrano, los pasamontañas y los pañuelos que cubrían sus rostros.
Mas tarde, conforme avanzaba la mancha humana y su número se incrementaba, otros jóvenes con los rostros tapados se inflitraron, como el de los pelos parados al estilo
“mohawk”, mismo que frente a Palacio de Gobierno fue captado como uno de los principales responsables del grave daño al patrimonio histórico.
Hubo también sociedad civil, no acarreada, no manipulada, que se unió al contingente en la avenida Juárez casi con Matamoros, como una pareja con una bebé cargada en brazos que fue tentada por el río humano y empezó a gritar con rabia: “¡Renuncia Peña Nieto!”. “¡No más impuestos!”. “¡Gasolinazos no!”.
En la Explanada de los Héroes había de todo: ricos, pobres, clasemedieros; del Tec de Monterrey, de la UdeM, de la UANL; de Contry, de la Linda Vista, de Solidaridad y San Bernabé; de San Pedro, Santa Catarina, Monterrey y Apodaca.
Las redes sociales demostraron su poder de convocatoria, en una noche que me recordó 1985 cuando se exigió la victoria de Fernando Canales Clariond. Tan igual como la violencia que hubo anoche, casi 32 años después, frente a Palacio de Gobierno.
Nadie me las contó, ambas las viví, como ciudadano y como periodista.
twitter: @hhjimenez