Los veracruzanos son alegres, les encanta el baile, adoran el carnaval, son divertidos y muy pachangueros, pero en la última década irremediablemente han aprendido a odiar.
El sentir de la gente en estos días y ya arrancadas las campañas para elegir presidentes municipales es otro, los veracruzanos han dejado de amar o querer y ahora se encuentra entre ellos otro sentimiento, principalmente el odio, ahora desprecian, aborrecen, maldicen, detestan o reprueban todo lo que huele a política.
Ningún partido político los convence. Los veracruzanos hablan pestes de todos los partidos, pero sobre todo de los ex gobernadores Javier Duarte de Ochoa y Fidel Herrera y ni qué decir de los alcaldes y ex alcaldes de la última década; no los bajan de rateros y corruptos.
Bueno, ni al gobernador Miguel Angel Yunes respetan, pues aseguran que es igual de corrupto que sus antecesores, sólo que éste es panista y que dejará al Estado más endeudado.
Los jarochos que hace algunos años eran muy divertidos y guapachosos, ahora afirman que el nepotismo florecerá en todo su esplendor, pues los Yunes Linares comenzarán a apropiarse de diputaciones, senadurías, alcaldías y secretarías.
De ese tamaño es el odio que le tienen a la política, sobre todo por las atrocidades cometidas por Javier Duarte de Ochoa a quien consideran un hombre abominable, un ser sin escrúpulos y cariñosamente en son de burla le apodan “La Marrana”.
Javier Duarte de Ochoa dejó muy mal parados a todos los políticos veracruzanos. Hoy en día son tachados de mentirosos y rateros, en los más de 200 municipios la cosa está muy triste. No hay candidatos que tengan arrastre; arrancaron sus campañas de manera desangelada.
Los candidatos no tienen seguidores, sólo unos cuantos y son comprados. Les pagan para que griten como orates y aplaudan el nombre de su jefe en todo momento y regularmente traen el rostro del candidato en sus playeras.
La realidad es que muy pocos voltean a verlos, los veracruzanos ya aprendieron a distinguir lo bueno de lo malo y ahora todo les parece malo, la culpa la tienen los ex gobernadores que usaron el dinero del erario para ensanchar sus cuentas bancarias, comprar residencias, mansiones y empresas, mientras el pueblo se moría de hambre.
Veracruz es un estado rico en petróleo, gas, cuenta con enormes puertos de gran calado, sus refinerías son enormes y sus antorchas petroleras se pueden apreciar por todos lados y por las noches iluminan el corazón de muchos de ellos.
La ganadería es de las mejores del país y la pesca debido a su enorme litoral es la envidia de la mayoría de los estados vecinos, incluido Tamaulipas. Aquí sí explotan la pesca en el mar y tanta es su producción que mucho de ese marisco va a parar a otras entidades.
Sin lugar a dudas es una tierra bendita, la agricultura es el orgullo de la gente del campo, frijol y maíz se da al por mayor; los cocotales y la producción de papaya es de las más importantes del país, geográficamente está ubicado en el mejor lugar para producir mango, limones, guayaba y otras ricas frutas.
El turismo y sus zonas arqueológicas son una verdadera maravilla, sus ríos y mares son el deleite de miles de turistas que gustosos vienen a estas tierras a pasar días de descanso o vacaciones.
Pero ante un estado de ingobernabilidad, los grupos delincuenciales hacen de las suyas y es tierra fértil para desarrollar sus ilícitas actividades, tiñen de rojo todos los rincones, donde las guerras intestinas dejan a su paso decenas de muertos diariamente y la sangre escurre por calles, ranchos y avenidas.
Los veracruzanos se preguntan todos los días qué hicieron para merecer este castigo y se encabronan al ver a un Javier Duarte sonriendo en las comparecencias en Guatemala, ante la fiscalía que intenta deportarlo.
Y uno se pregunta. ¿quién les robo la alegría a los jarochos?, ¿quién les arrebató de su rostro esas sonrisas sinceras y los convirtieron en unas auténticas máquinas para odiar?… y no es para menos. Muchos perdieron sus empleos, otros más tuvieron que vender sus ranchos, los agricultores dejaron de sembrar sus tierras y el petróleo poco a poco se está acabando.
Los pescadores igualmente pierden las ganas de salir al mar, no encuentran motivación, pues a todas horas del día ven como los ex gobernadores son protegidos por el sistema y hasta aparecen en la televisión sonriendo como si hubieran hecho una gracia.
Los jarochos quieren ver sangre, pero no sangre del narco, quieren ver presos a los políticos corruptos y que sus riquezas sean incautadas y reinvertidas en infraestructura carretera y sentirse nuevamente orgullosos de ser veracruzanos.
Por eso ahora entiendo a la perfección la frase del “Ratón Crispín” personae interpretado por el comediante Luis de Alba que decía con mucha enjundia “Te odio, con odio jarocho”.